Miguel Sánchez
Lo hemos dicho muchas veces. No hay mejor manera de ver a los clásicos que haciendo aquello para lo cual fueron creados. Más aún si hablamos de clásicos de la competición. Aquellos que han interpretado no pocas de las mejores páginas del automovilismo deportivo en circuitos tan icónicos como Le Mans. Así las cosas, cada dos años tenemos la oportunidad de revivir los momentos históricos de esta carrera de resistencia en el Le Mans Classic. Una de las mejores citas del calendario europeo para los seguidores de la competición, poniendo encima del asfalto vehículos con una importancia incuestionable tanto en lo histórico como en lo técnico.
De hecho, hace tan sólo tres semanas los 13,65 kilómetros del actual trazado en Le Mans se ponen a disposición de los clásicos. Pudiéndose ver todo un museo sobre ruedas donde, haciendo honor a la tradición, no faltan las sempiternas salidas estilo Le Mans. Con los pilotos corriendo hacia sus vehículos desde la margen izquierda del asfalto. Saltando al interior de los habitáculos para interpretar uno de los arranques de carrera más trepidantes y peligrosos de entre todos los que haya visto cualquier tipo de competición automovilística. De esta manera, la adrenalina se dispara incluso para el más profano. Todo ello para hacer de Le Mans Classic un espectáculo sin paliativos.
Eso sí, existe un problema. Y es que, ¿dónde puede uno dirigir su atención cuando se encuentra rodeado de tantos iconos de las cuatro ruedas? Al fin y al cabo, en esta última edición se pudo ver al Mazda 787B con motor rotativo del Grupo C o al Ferrari 250 GT Breadvan con su trasera Kammback. Pues bien, ya que reseñarlo todo requeriría un voluminoso libro nosotros hemos decido centrarnos en el país que alberga al trazado de Le Mans. Francia. Por ello, haremos un breve recorrido por algunas de las mejores piezas con sellos Panhard y Alpine vistas en el último Le Mans Classic. «Prenons la piste!»
PANHARD, ANTES DE LOS VEHÍCULOS MILITARES
Con permiso de marcas como Honda o Alfa Romeo, lo cierto es que los fabricantes franceses cuentan con algunas de las mejores historias industriales del automovilismo. Y no, no nos referimos exactamente a los resultados financieros. Sino a lo novelesco y diverso de sus devenires. Así las cosas, mientras que Peugeot no se entiende sin los molinillos de café o las bicicletas, Panhard fabricó interesantes automóviles antes de dedicarse al mundo militar tras ser absorbida por Citroën. De hecho, ya en 1932 pasó a tener armas dentro de su gama de productos, relegando a un segundo plano la producción de deportivos.
No obstante, pasada la contienda Panhard regresó a una producción automovilística significativa. Más centrada en la venta de masas que en el segmento más prestacional, con modelos como el Dyna X. Un modesto pero práctico utilitario adecuado para los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, gracias al cual la empresa sobrevivió a pesar de experimentar un giro radical en el tipo de coche a producir. Sin embargo, obviamente quedaba algo de aquella pasión por los circuitos y la alta gama. Por ello, no sólo equipos privados sino también la propia fábrica adecuó unidades del Dyna X para la competición.
Concretamente para Le Mans. Donde obtuvieron importantes éxitos a comienzos de los cincuenta. Rentabilizados gracias al desarrollo mecánico logrado en las carreras, el cual revertió en motores más potentes para sus modelos de serie. De hecho, en aquel proceso se considera clave al DC Dyna. Creado en 1962 por y para competir en Le Mans, inscribiéndolo en la categoría de hasta 850 centímetros cúbicos con su bicilíndrico bóxer. Todo ello derivando en el CD de serie y no al revés. Justo al contrario de la norma que dicta modificar sobre modelos de serie. Evidenciando así la importancia que Panhard seguía dando a las carreras.
ALPINE EN LE MANS CLASSIC, CONECTANDO CON LAS VIEJAS GLORIAS
Una de las cuestiones más interesantes adosadas a la resurrección de cualquier marca es cómo esto produce un nuevo interés por su pasado. Sin embargo, en el caso de Alpine lo cierto es que nunca dejó de existir un recuerdo constante. Más aún en las ediciones de Le Mans Classic. Y es que, aunque se le resistió llegar a lo más alto de Le Mans hasta que en 1978 el turbocompresor de su A442 dictase la ley, lo cierto es que ya en los sesenta había estado presente con modelos como el A210. Sucesor del M65 y su motor Gordini de 1.3 litros para tan sólo 669 kilos, éste ya subía la cilindrada hasta el litro y medio en 1966.
Así las cosas, el Alpine A210 llegó a convertirse en uno de los modelos más interesantes en toda la historia de Le Mans. Sin duda una afirmación sorprendente en primera instancia, ya que no fue uno de los primeros en las clasificaciones globales. Sin embargo, en Le Mans 1966 logró un triplete en el índice de eficiencia. Es decir, la relación establecida entre las prestaciones, el consumo, los resultados y la cilindrada. Todo ello pasando de los 270 kilómetros por hora con un motor que no sobrepasaba los 1,5 litros. Sin duda un verdadero éxito visto a la luz de la actual preocupación por el consumo y las cilindradas reducidas.
Además, más allá de éste y otros modelos Alpine, en Le Mans Classic pudimos ver una interesante presencia española. Y es que, revisando las fotografías de una de las parrillas de salida, se dislimbra el Lancia Aurelia B20 GT del Repsol Classic Team. Un vehículo siempre de lo más interesante. Siendo el primer gran ejemplo de Gran Turismo, adecuado en esta unidad a un buen desempeño en circuito gracias a sus suspensiones más rebajadas. Un delicioso broche para este breve repaso fotográfico a cargo de Unai Ona a Le Mans Classic. Ya hemos puesto el reloj en descuento con la vista puesta en 2024 porque, recordad, esta cita es bianual.
Fotografía: Unai Ona
