La presión para crear con un presupuesto muy bajo una versión especial que llamase la atención en las distintas ferias de automóvil obligó al nuevo diseñador jefe de Packard, Richard A. Teague, a inventar algo nuevo. Creó entonces un tipo de hardtop -techo duro- que protegía una luna trasera invertida; o, para decirlo con otras palabras, ideó una luna trasera resguardada por un techo que sobresalía por encima como si de una cornisa se tratara. Todo lo contrario de las soluciones convencionales en las que se utilizaba un cristal envolvente y abombado hacia fuera.
Richard A. Teague reemplazó a su antecesor John Reinhart en 1951. Era tanto un diseñador genial como un experto en marketing que había trabajado antes para Kaiser, donde dibujó un coche económico anterior al Henry J, y también para General Motors. Por otro lado, empleaba su tiempo en realizar dibujos e ilustraciones para revistas, logrando así salir en la portada de famosas publicaciones como Road & Track.
Los años en Packard los vivió entre el entusiasmo y la decepción, ya que la empresa, antes creadora de automóviles singulares y reconocidos en todo el mundo, tenía serios problemas financieros. Por regla general, tuvo que ajustar su creatividad. Packard trabajaba con presupuestos muy bajos, si bien sin dejar de exigir lo máximo de sus diseñadores los cuales tuvieron que crear novedades con apenas dinero. Teague sabía que era importante destacarse con conceptos nuevos, rompedores, ya que era fundamental para seguir atrayendo clientes hacia la maltrecha casa americana.
En aquel entonces, aunque el modelo Caribbean ya estaba en marcha, la marca de lujo andaba a la caza de un show-car que, sobre la misma base, llamase poderosamente la atención. Ante este deseo, el diseñador creó el prototipo Balboa mediante el que pretendía refrescar el nicho hardtop. El coche sería el típico concept car, no previsto para la producción en serie pero tremendamente atractivo en ferias y salones. Un eye-catcher en toda regla, y es que ya en aquellos años el fabricante que no podía enseñar un prototipo no vendía por igual los modelos que sí comercializaba.
El marketing también ayudó al cumplimiento de la misión: Packard creó un catálogo especial del Balboa –hoy una pieza muy buscada– y añadió la mágica letra X a su nombre sencillamente por su atractivo y desafiante sonido. Se hacía hincapié en que el coche de salón había sido elegido como candidato a automóvil con mejor diseño, seguridad y confort por la Editorial Fawcett Publications, una de las autoridades del país en cuanto a estilo de vida moderno y diseño de vanguardia se refiere.
Packard también hablaba en su facsímil de todas las grandes ventajas de su singular luna trasera: Ensalzaba la mayor altura de las plazas traseras, la reducción del calentamiento en el interior del habitáculo debido a la protección frente a los rayos solares y de que, además, era imposible que se acumulase nieve encima. Otro aliciente, que si bien ni siquiera llegó a ponerse en práctica en el prototipo, fue el de una ventilación superior gracias a su carácter abatible o, simplemente, oscilobatiente.
Tres años más tarde Teague repetiría este concepto “de cornisa” en otro show car, el Predictor, de 5,64 metros de largo, solo dos puertas y una altura de 1,37 metros. Con este automóvil se quería demostrar que Packard aún era un emblema del lujo, aun a pesar de su reciente fusión con Studebaker, que a su vez fue vendida al consorcio Curtiss-Wright en el proceso de concentración a que se vieron sometidas las pequeñas marcas norteamericanas en la década de los años cincuenta.
La ventana trasera invertida, protegida por una gran techo duro -que desde luego no era lo más llamativo del modelo-, se podía bajar en ruta, y la entrada a tan singular cacharro era facilitada por el giro de los asientos una vez abierta la puerta y por segmentos situados en el techo que se deslizaban hacía atrás. Toda una previsión de futuro… lo que la Packard, por desgracia, nunca tuvo.
Fue necesario esperar hasta 1959 para volver a ver la línea Z -que era como se llamaba a la novedosa luna- en dos vehículos totalmente opuestos en sus caracteres. Por un lado Lincoln, la división premium de Ford América, decidió que su modelo de 1960 la llevase en las suntuosas versiones Sedan, Continental Landau y Coupé Continental. Constaba de tres piezas: una central, muy amplía, y dos pequeñas, una a cada lado. La primera se podía bajar con sólo pulsar un botón en el salpicadero, aumentando con ello drasticamente la ventilación del habitáculo.