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Los Otros: Enterrados en España

Vehículos condenados a un entierro en vida… ¿qué han hecho para merecer ese lóbrego destino? ¿Qué impulsa al ser humano a sepultar un vehículo elegido al azar? Por imposible que parezca, el caso del Plymouth Belvedere de Tulsa -Oklahoma-, del que hablábamos en un artículo anterior, no es el único enterramiento que ha tenido lugar, de manera premeditada, en el mundo.

Parafraseando un conocido tema del grupo country Brooks & Dunn, si alguien pensaba que este tipo de cosas sucedían «solo en América», se equivocaba. Aquí en España, más concretamente en la localidad salmantina de Morille, se inauguró el 17 de noviembre de 2005 el Cementerio de Arte, una propuesta de los artistas Domingo Sánchez Blanco y Javier Utray situada en una parcela de cuatro hectáreas y destinada a sepultar obras de reconocido valor artístico o vinculadas de modo significativo al mundo del arte.

Y, ¿qué fue lo «agraciado» que tuvo el honor de inaugurar tan atípico museo? Pues un Pontiac Grand Prix de 1972 propiedad de Utray, inspirador de alguna de sus obras y, «por tanto, vinculado a la vanguardia y al arte de algún modo», según reza en una de las webs dedicadas a dicha institución. El coche reposa bajo el epitafio de su lápida: «P.I.P. on TIAK. La grand prix. En escribir una lápida se le va media vida a uno. Duro marmolillo.»

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Pontiac Grand Prix de 1972, enterrado en el Cementerio de Arte de Morille, en Salamanca

Otro ejemplo: En Moraleda de Zafayona, Granada, se encuentra el Museo de Automóviles de Rafael Carrillo, cuyo fundador, fallecido hace algunos años, logró recopilar un curioso e interesante conjunto de más de treinta vehículos. Entre ellos, se cuenta un Ford T del año 1929 que se encontraba enterrado cerca de Barcelona.

Cuenta Rosario, la viuda del Sr. Carrillo, que allá por 1967, el gestor del negocio de un desguace situado en la carretera de Barcelona a Sitges, comentó en una conversación mantenida con su marido como en un punto concreto del terreno y tras estallar la Guerra Civil Española, alguien había enterrado un automóvil para que no fuera decomisado.

Se trataba de un búnker fabricado especialmente para esconder el Ford, cuyo techo asomaba parcialmente por entre los restos de los demás vehículos. Rafael Carrillo quiso comprar el coche con el fin de restaurarlo, pero en el desguace se negaron a desmantelar la pila de chatarra que se encontraba sobre el lugar del enterramiento.

Nueve años después, cuando el negocio tocó a su fin, se pudo excavar y, en efecto, allí estaba el T. O, mejor dicho, lo que de él quedaba. Actualmente disfruta parcialmente restaurado de la luz y del aire del citado museo granadino.

Ford T de 1929 expuesto en el Museo de Automóviles de Rafael Carrillo (Foto: Alberto Ferreras)
Ford T de 1929 expuesto en el Museo de Automóviles de Rafael Carrillo (Foto: Alberto Ferreras)

¿Un verdadero enterramiento?

A continuación, se planteará el gran dilema de este artículo corto: saber si el siguiente caso a narrar es un verdadero enterramiento. Veámoslo. La estación de Metro de Pinar de Chamartín, en Madrid, acoge en su vestíbulo principal -que arquitectónicamente podríamos definir como un gigantesco sarcófago- un tranvía en perfecto orden de marcha pero relegado a una inmovilidad impuesta por su actual situación.

Se trata del un modelo Charleroi V fabricado en Bélgica, con número original 477 de la Empresa Municipal de Transportes y que circuló por la capital en la década de los 50. La placa que informa de la historia del tranvía ofrece unos datos erróneos, ya que al 477 «sepultado» se le imputa el haber sido el famoso tranvía del que se apeaba Omar Sharif en Doctor Zhivago, película filmada en la ciudad allá por 1965.

La unidad que aparece en el film -numerado equivocadamente con el 477, cifra en realidad perteneciente al tranvía expuesto- quedo destruido al precipitarse contra el suelo mientras era bajado de un camión después de participar en el rodaje de la película Las bicicletas son para el verano, dirigida por Jaime Chavarri en 1984.

Tranvía Charleroi V expuesto en el andén de la estación de Metro de Pinar de Chamartín, en Madrid (Foto: Alberto Ferreras)
Tranvía Charleroi V expuesto en el andén de la estación de Metro de Pinar de Chamartín, en Madrid (Foto: Alberto Ferreras)

El que se puede visitar en la estación madrileña de Metro es, por tanto, el original 477, que fue «enterrado» cuando se terminó de cubrir el vestíbulo principal del recinto. Según los aficionados a este tipo de vehículos, de su actual lugar tan sólo podría salir si es desmontado, algo poco probable teniendo en cuenta las dificultades añadidas por la falta de espacio de las salidas de la estación que, hasta el momento, parece su sepultura permanente…

Escrito por Alberto Ferreras

Alberto Ferreras (Madrid, 1968) desarrolló su trayectoria profesional en el diario El País desde 1988, donde trabajó como editor gráfico y redactor del suplemento Motor hasta enero de 2011. Titulado en Fotografía, fue finalista del Premio Ortega y Gasset de... Ver más

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