Miguel Sánchez
Una de las cuestiones por las que Ferrari resulta más aclamada es la apariencia de sus creaciones. En este sentido, lo cierto es que ésta sólo se comprende si analizamos la colaboración de la casa de Maranello con Pininfarina y Scaglietti. Sus dos carroceros de confianza.
De hecho, mientras el primero firmó casi todas sus líneas desde los años sesenta hasta prácticamente el tiempo presente, el segundo llegó a ser absorbido por la propia marca después de haberse convertido en una prolongación de sus cadenas de producción.
Sin embargo, más allá de estas dos referencias indiscutibles el nombre de Ferrari también ha estado asociado a otros diseñadores. De esta manera, mientras uno de sus Dino fue confiado a Bertone su primer modelo cerrado, el 166 MM Panoramica, se consignó a la milanesa Zagato. Sin duda, una de las carroceras más personales en toda la historia del automovilismo.
Siempre caracterizada por sus valientes saltos al vacío en cuestión de volúmenes, generando así un estilo tan personal como discutible aunque, a decir verdad, en general llamativo e imperecedero.Además, en muchos de sus trabajos el apartado visual sólo es una excusa para la mejora del rendimiento. Debido a ello, desde Lancia con sus Fulvia hasta Aston Martin con sus DB4 GT confiaron en Zagato de cara a rebajar el peso o mejorar la aerodinámica.
Todo ello con la vista puesta en las numerosas carreras de turismos disputadas durante los años dorados del Mundial de Marcas. Una tendencia en la cual también participó Ferrari. Responsable de consignar al carrocero milanés 5 de los en torno a 77 Ferrari 250 GT Tour de France.
Llamado así gracias al éxito logrado por Alfonso de Portago en la edición de 1956 -mediante el cual Ferrari iniciaría un dominio de años en la ronda gala-, esta variante del 250 fue uno de los mejores GT de la época. Ahora, ¿se podía mejorar? Bueno, en opinión de la propia casa de Maranello parece ser que sí, por lo que confío a Zagato el dotarle de unas nuevas líneas donde la ligereza mejorase el desempeño de su característico motor V12.
Asimismo, ya que muchos clientes acostumbraban a alternar el uso regular de estos vehículos con su inscripción en todo tipo de carreras el trabajo de Zagato se antojaba realmente interesante. Prometiendo una estética elegante y personal junto a un buen desempeño en las pistas. En suma, la definición misma de aquellos tiempos en los que, todavía, los “gentelman racer” ocupaban un lugar destacado en las parrillas de salida.
Con todo ello, en la primavera de 1957 salió de los talleres de Zagato este Ferrari 250 GT Tour de France. Directo a competir en la Mille Miglia de aquel mismo año, donde logró la segunda posición en su clase así como la sexta en la clasificación general. Todo un logro que, además, cuenta con el fetiche de haberse producido en la última edición de aquella carrera. Por cierto, un final desencadenado por el accidente mortal de Alfonso de Portago en su Ferrari, llevándose por delante la vida de diez espectadores.
Uno de los momentos más crudos en las carreras de resistencia, marcando el final de una época en la que esta misma unidad quedó atrapada. Eso sí, a lo largo de las décadas se ha mantenido en un estado de conservación realmente asombroso. De hecho, este 250 GT contiene el motor, la transmisión y el eje trasero originales. De hecho, en su historial sólo destaca un cambio en la pintura que, afortunadamente, fue enmendado de cara a sustituir el bitono orginal aplicado por Zagato.
En suma, por su condición y originalidad estamos ante uno de los Ferrari más originales y deseados de todos los tiempos. Una obra maestra firmada por Zagato que, gracias a RM Sotheby’s, sale a subasta este mes de agosto en California. Seguramente, uno de los hitos para este campo de adquisiciones en los últimos años.
Fotografía: RM Sotheby’s
