En estos días de electrificación más de un aficionado se lanza a gesticulaciones grandilocuentes tras conocer la aparición de algún nuevo deportivo híbrido o eléctrico. Caso también competente a Maserati, la cual lanzó hace tan sólo unos meses su nuevo GT: el Folgore. Alimentado con baterías para rendir el equivalente a 761 CV, su espectacular curva de par -marca de la casa en los eléctricos- lo catapulta de 0 a 100 en tan sólo 2,7 segundos con una punta de 320 km/h.
Cifras nada desdeñables más aún si las unimos a su autonomía rayana en los 500 km, lo cual no es suficiente para que los ardientes enfáticos en el uso de la gasolina realicen un simple análisis sosegado. Sin embargo, más allá de virtudes como la entrega inmediata de potencia o el buen centro de gravedad -posibilitado según se coloquen las baterías- nada parece satisfacer a quienes se hayan cerrado en banda al proceso de electrificación.
Algo que en verdad no es tan nuevo pues, a decir verdad, mientras Ferdinand Porsche ya había diseñado uno de los primeros híbridos antes de acabar el siglo XIX las primeras décadas del XX vieron la producción masiva de eléctricos para el día a día bajo la firma de marcas como Detroit Electric.
Una historia cada vez más conocida y que, a fin de cuentas, nos enseña a relativizar ciertos procesos actuales más allá de nuestras filias y fobias personales. Y es que, no en vano, desde BMW hasta Maserati han sido muchas las empresas enfocadas a lo automotriz con curiosas e interesantes diversificaciones en su oferta donde incluso poder encontrar arados, material de cocina o camionetas eléctricas. Es más, ¿sabía usted que Bultaco entró en el ámbito de los frigoríficos domésticos?
MASERATI, UNA HISTORIA FINANCIERA COMPLEJA
Si la trayectoria mecánica y deportiva de Maserati da para una extensa publicación por tomos, la financiera tampoco se queda muy atrás. Es más, desde sus mismos inicios la empresa fundada en Bolonia por los hermanos Maserati ha contado con todo tipo de vaivenes y cambios de propietario marcando unas mareantes piruetas contables con las cuales uno no acaba de creerse cómo finalmente aquello ha podido llegar de forma rentable hasta nuestros días.
De esta manera, en 1937 los fundadores se vieron obligados a vender su marca a la familia de industriales Orsi, la cual trasladó dos años más tarde los talleres de la misma desde Bolonia hasta Módena con el afán de hacer algo más rentable a la prestigiosa casa deportiva.
Eso sí, debido a la capacidad productiva reunida por las empresas de los Orsi la diversificación se convirtió en la bandera más importante, lo cual resultó más rentable de lo pensado gracias a que los propios automóviles Maserati eran los receptores de elementos eléctricos fabricados dentro del conglomerado empresarial.
FURGONETAS ELÉCTRICAS MASERATI
Los rigores inherentes a la Segunda Guerra Mundial obligaron a agudizar el ingenio en materia de combustibles. Una situación perfecta para la reaparición de la electrificación en la industria del automóvil, la cual tuvo durante este periodo -el cual se alargó en España debido a la extensa posguerra- muestras como el Pegaso Z-601 o el Peugeot VLV.
Dicho esto, lo que no es tan conocido es todo lo relativo a las pequeñas furgonetas urbanas eléctricas ensambladas por Maserati entre 1941 y 1942; un invento totalmente lógico dada la situación de la marca durante aquellos momentos, ya que la fabricación de baterías estaba entre los negocios más desarrollados y lucrativos de entre todos los firmados por la familia Orsi.
Es más, pasada la contienda se fundó la Candele Accumulatori Maserati a fin de reunir bajo su sello las actividades “electrificantes” del conglomerado con la venta de baterías, luces y bujías a la cabeza. De hecho, a comienzos de los años cincuenta era tal la producción de las empresas relativas a la familia que éstas acabaron divididas entre los hermanos Orsi: Candele Accumulatori Maserati para Ida, las fundiciones para Marcello y Maserati Automobili para Adolfo.
MOTOCICLETAS MASERATI, UN CAPÍTULO POCO CONOCIDO EN ESPAÑA
A pesar de que las actividades del grupo se dividieron claramente a comienzos de los años cincuenta, lo cierto es que todo aquello siguió estando teñido de una cierta confusión pues todas y cada una de las nuevas empresas resultantes utilizaron el emblema del tridente sin reparo alguno.
Debido a ello, cuando en 1953 Candele Accumulatori Maserati decidió lanzarse al lucrativo ámbito de las motocicletas y ciclomotores -en aquellos años aún eran muy pocos quienes podían permitirse la compra de un automóvil como tal- lo hizo bajo la misma imagen dispuesta en los monoplazas de F1 pilotados por Fangio o Ascari.
Eso sí, debido al desconocimiento de la empresa respecto al diseño y evolución de motocicletas ésta firmó su asociación con la veterana Italmoto, la cual trasladó sus actividades desde Bolonia hasta Módena -igual que lo realizado por la propia familia Orsi con Maserati en 1937- emprendiendo con gran éxito la venta de modelos con motores de dos y cuatro tiempos.
Unidos a las cilindradas más escuetas -los hasta 15 modelos listados por Registro Storico Moto Maserati Italia se mueven entre diversos motores con 50 cc y tan sólo un efímero ejemplo relativo al cuarto de litro-, estos lograron una incuestionable expansión comercial hasta 1960 llegando incluso a conocer su exportación a mercados europeos y americanos.
Una historia de éxito bruscamente interrumpida cuando el cambio de década pilló a las motocicletas Maserati con el pie cambiado, cada vez más atrapadas entre la creciente competencia deportiva ejercida por sus compatriotas y la sombra amenazante de unos japoneses lanzados a la fórmula de excelente relación calidad/precio con la cual dominarían los concesionarios e incluso el propio Mundial.
Imágenes: Bonhams