Desde 1967 hasta 1995 Mazda fabricó una extensa sucesión de modelos bajo el futurista nombre de Cosmo. Obviamente dentro de una saga tan extensa en el tiempo hubo sus altos y sus bajos. Sin embargo las dos primeras evoluciones de la misma fueron tan rompedoras y visionarias como su nombre de ínfulas astronómicas hacía predecir: hablamos de las L10/A y L10/B del Mazda Cosmo Sport.
Fabricadas entre 1967 y 1972, estas series responden a una forma de entender la fabricación de un coche que ya siquiera se concebía en marcas tan exclusivas como Ferrari. ¿Por qué? Pues porque los Cosmo L10/A y L10/B se construían completamente a mano, hasta el punto de que el ritmo de producción del L10/A durante sus primeras semanas de fabricación fue de tan sólo una unidad al día.
Y en parte es lógico porque… ¿A que cuando recorres por vez primera un sendero en la montaña lo haces con mayor lentitud por la inseguridad que da lo desconocido? Los ingenieros y operarios de Mazda se encontraban en la misma situación, ya que en el Cosmo se montó el primer motor rotativo que la marca japonesa lanzaba en un modelo homologado para venta. Poner en marcha el sueño mecánico de Kenichi Yamamoto costó seis años de pruebas y más de tres millones de kilómetros. Un sueño que ahora sólo se encuentra en escasísimas ofertas de venta como ésta de una empresa británica de clásicos.
COSMO L10/B, LA VERSIÓN PERFECCIONADA DEL PRIMER ROTATIVO MAZDA
Aquel enorme trabajo de ingeniería cobró al fin sentido cuando en 1964 se presentaba en el Salón de Tokio el prototipo del Mazda Cosmo. Tres años después éste entró en una fase de producción y venta limitada tan sólo a Japón, entregando a sus escasos propietarios 110 CV de potencia gracias a su motor de doble rotor con casi 1000 cc (491 por cada ‘cilindro’).
Sin embargo, y a pesar de lo futurista del modelo tanto por el motor rotativo que estrenó como por su innovadora estética -llamativa más aún si tenemos en cuenta que con ella al fin los japoneses demostraban tener ideas propias sobre cómo diseñar una carrocería- Mazda lanzó una evolución perfeccionada del modelo tan sólo un año después, presentando en 1968 el Cosmo L10/B. A nivel mecánico éste incrementaba su potencia hasta los 128 CV, además de recibir una nueva caja de cambios manual de 5 relaciones.
No obstante el Cosmo y su motor rotativo seguían siendo un misterio fuera del archipiélago nipón. A ésto no contribuía una escasa producción que rebasó en poco las 1500 unidades, casi todas destinadas al mercado nacional -de hecho se calcula que a los EE.UU sólo se exportaron unas seis-. A fin de remediar ésto Mazda llevó dos Cosmo Sport 110S a una de las pruebas de resistencia más duras de Europa: las 84 Horas de Nürburgring de 1968.
Allí uno de los Cosmo logró una meritoria cuarta plaza, demostrando la fiabilidad de aquellos desconocidos motores rotativos que tras décadas de olvido llevaban a la realidad automovilística el sueño del alemán Félix Wankel… A través de la perseverancia y minuciosidad japonesas de Kenichi Yamamoto. Una curiosa unión de preclaras mentes de la ingeniería que paría lo que sigue siendo una seña de identidad para Mazda, con casi 2 millones de coches con motor rotativo vendidos hasta la fecha.
De todos modos, el éxito de los motores “Wankel” Mazda llegaría a su plenitud con los RX7 ya que, como le pasa a casi todos los pioneros, el Cosmo L10/B murió pronto y con una reputación que sólo sería reparada años más tarde.
REPUTACIÓN REPARADA. LA CHAPA… NO TANTO
Mientras el Cosmo L10/B se comercializaba contó con una pésima fama, tachado de ser demasiado caro para la potencia que ofrecía. En parte ésto puede estar detrás del escaso éxito comercial que tuvo fuera de Japón, factor que ahora -paradójicamente- juega a su favor en lo que se refiere a términos de revalorización.
Y es que… Piensa. Aquella mala fama que tuvo en la situación comercial del momento ha pasado a la historia, apareciendo ahora el Cosmo como un verdadero coche de culto debido a lo original y pionero de su motor rotativo, el carácter artesanal de su fabricación, lo escaso de su producción y el hecho de que la mayor parte de ellos se encuentran en el lejano Japón. A ésto le sumas que, con el tiempo, se demostró que su motor no es potente pero sí alegre y divertido de conducir.
Encontrar uno en venta es una tarea para íntrépidos, por lo que cuando ves un anuncio como éste… Aunque se avecine una buena labor de pintura por delante -estructuralmente no parece tener demasiados problemas- no te deja de parecer una mala oferta. ¡Y eso que estamos hablando de unos 40.000 euros al cambio!
Sólo tiene un problema serio: la oferta está publicada por un concesionario británico pero el coche se encuentra en Japón. Creemos que los gastos de transporte liquidarían el posible beneficio que podrías sacar a un coche tan extraño como lleno de potencial revalorizador. Eso sí, para un fanático de Mazda… Este coche es un diamante en bruto.