Aunque el primer automóvil fabricado por Karl Benz allá por 1886, el Triciclo Benz, era de motor trasero, a medida que la técnica y la industria avanzaba la gran mayoría de fabricantes optaron por una configuración en la que la mecánica se situaba en la parte frontal del coche. Sin embargo, en la década de los años 30 hubo una tendencia para fabricar vehículos de nuevo de motor y propulsión trasera.
Inspirados por los diseños aerodinámicos de Edmund Rumpler para su Rumpler Tropfenwagen de 1921, Benz desarrolló, junto con Porsche, en 1923 un coche de carreras llamado también Tropfenwagen, que tenía forma de lágrima y situaba el motor en la parte trasera. Sobre el chasis de este moderno bólido Mercedes-Benz construiría en los años 30 un pequeño automóvil destinado al público general.
MERCEDES-BENZ 130, UN INTENTO DE “VOLKSWAGEN”
Diseñado por el ingeniero Hans Nibel, el Mercedes 130 (W23) salió al mercado en 1934, convirtiéndose en el primer automóvil fabricado en gran serie en contar con motor y propulsión trasera, puesto que el Tatra T77 se presentó al público solamente unos meses después. El Mercedes W23 tenía algunas cosas en común con el Tatra checoslovaco, principalmente en el diseño del chasis de tubo central y la suspensión independiente a las cuatro ruedas, que recordaban mucho al trabajo del brillante ingeniero Hans Ledwinka.
La idea de Mercedes-Benz era fabricar un coche popular, alejado de los lujosos y exclusivos automóviles que producían hasta entonces. Cabe recordar el contexto económico y social de la Alemania de los años treinta, envuelta en un periodo de hiperinflación que sumió en la miseria a miles de ciudadanos y que vio el ascenso de Hitler y el nacismo.
Previamente la firma alemana había trabajado en una serie de prototipos a los que llamaron W17 o 120 H, para los que llegaron a desarrollar mecánicas de cuatro cilindros tipo bóxer, que unidas al diseño de la carrocería hacían que el coche tuviese un gran parecido con los futuros Volkswagen Type 1, coche que vio su primer prototipo en 1935. La compañía también creó motores diésel de tres cilindros que fueron descartados.
El W23 contaba con un motor de cuatro cilindros en línea refrigerado por agua de 1.308 centímetros cúbicos que desarrollaba 25 CV de potencia con una velocidad máxima de 92 kilómetros por hora. Hasta 1936 se fabricaron 4.298 unidades de este cochecito tan particular, que lo convierte también en el Mercedes de motor trasero más vendido de la historia, pero la compañía planeaba continuar la saga de vehículos todo atrás.
MERCEDES-BENZ 150, EL DEPORTIVO
También en 1934 y con la deportividad en mente la marca presenta el 150 (W30) un modelo coupé y biplaza para participar en una carrera que recorría 2.000 kilómetros por toda Alemania y cuyas formas recuerdan aún más al Escarabajo. El coche se basaba en el Mercedes 130, solo que ahora equipaba un motor de 1.498 centímetros cúbicos y 55 CV de potencia que permitían a este automóvil alcanzar los 125 kilómetros por hora de velocidad máxima.
En 1935 Mercedes presenta la variante Sport Roadster del modelo 150, con un diseño en forma de lágrima estaba claramente inspirado en el ya mencionado Benz Tropfenwagen de 1923. Este automóvil era extremadamente caro y para nada práctico ya que carecía de espacio alguno para equipaje, razón por la cual se abandona su producción en 1936. Tan solo se fabricaron seis coupés y cinco roadster, de los cuales solo un 150 Sport Roadster sobrevive hoy en día.
MERCEDES-BENZ 170 H, EL MÁS PERFECCIONADO
En 1936 aparece el Mercedes 170 H (W28), modelo que venía a sustituir a los Mercedes 130 (W23), y con los cuales compartía muchas características. La H de la nomenclatura significaba “Heckmotor”, motor trasero en alemán, y que servía para distinguirlo del Mercedes 170 V de motor delantero, aunque curiosamente era más caro que éste, algo que quizá se explique al leer críticas de la época en las que se alababa al 170 H frente a su homólogo de mecánica frontal en cuanto a confort, suspensión y rendimiento.
Los 170 H contaban con un motor de 1.697 centímetros cúbicos y 38 CV de potencia capaz de alcanzar los 115 kilómetros por hora. Su elevado precio de compra, su maletero tan escaso y un manejo muy exigente con gran tendencia al subviraje, unidos a una apariencia poco habitual para un Mercedes-Benz hicieron que fueran un verdadero fracaso comercial, fabricando solamente 1.507 unidades hasta 1939, año en el que finalmente se presenta el Volkswagen Type 1, que terminaría vendiendo millones de coches por todo el mundo.
Por cerrar el artículo con enigma, en 1939 el ingeniero Karl Schlör, motivado por la búsqueda de las formas más aerodinámicas posibles montó sobre la base de un Mercedes 170 H un vehículo al que bautizó como Schlörwagen , que tenía un coeficiente aerodinámico de 0,113, cifra sorprendente aún hoy en día.
El coche era capaz de alcanzar los 135 kilómetros por hora con la mecánica de serie y su consumo bajaba hasta los 8 litros cada cien kilómetros, pero tras unas pruebas extensas bien documentadas en su época el Schlörwagen desapareció sin dejar rastro, y su paradero sigue siendo desconocido.