No es la primera vez que en La Escudería te hablamos de cómo Mercedes tomó para algunos de sus modelos mecánicas de la aviación nazi, pero sí la única en que esto se hizo con el apoyo del propio Hitler, la firma de Ferdinand Porsche y el objetivo de llegar a más de 700 km/h… ¡Sin dejar de pisar tierra firme!
Es el caso del Mercedes-Benz T80, una especie de bólido supersónico capaz de rodar sobre seis neumáticos en busca del récord mundial de velocidad sobre tierra. Un proyecto excesivo y grandilocuente relegado al apartado de “anécdotas de la Historia” por el estallido de los sueños imperiales de un III Reich, obsesionado con utilizar las hazañas deportivas y tecnológicas en clave de propaganda supremacista.
Pasados los años, tanto el T80 como el “Reich de los mil años” son sólo parte de una resaca bélica que por poco provoca el colapso de Occidente. Aunque eso sí, en descarga del audaz Mercedes diremos que tanto por su estética aerodinámica como por su mecánica de “altos vuelos” éste sí continúa fascinando a numerosos aficionados a la automoción.
Algunos de ellos han podido disfrutarlo hace tan sólo unos días en el Goodwood Festival of Speed; la única vez que este cazarrécords ha salido del Museo Mercedes-Benz en décadas.
LA LUCHA POR EL RÉCORD Y LA SUPREMACÍA TECNOLÓGICA
Para cualquier aficionado a la velocidad durante los años 30 era todo un placer asistir a la competición entre americanos, ingleses y alemanes a la hora de lograr el récord mundial de velocidad sobre tierra. Año a año aparecían nuevos modelos capaces de alcanzar gestas aún mayores que la anterior, una historia donde se engarzaron nombres tan míticos como Bluebird y Thunderbolt con cifras astronómicas familiarizadas con los 400 km/h o los 700 CV.
Sin embargo, todo esto en Alemania no tenía un simple propósito deportivo o de ensayo tecnológico. Para nada. La visión totalitaria de Hitler y su ministro de propaganda Goebbels ensalzaba la gesta deportiva y la máquina -muy en la línea futurista de los fascistas italianos admiradores de Marinetti- como parte de un programa de supremacismo racial. De repente, que un vehículo alemán fuera el ganador indiscutible del título de velocidad se convertía en una cuestión de estado amparada en el ideario del NSDAP.
En ese sentido fue el propio Hitler quien, a través del piloto Hans Stuck, avivó y financió la competición entre Auto Union y Mercedes de cara a desarrollar el bólido definitivo. Un desarrollo que se visualizaba año a año en las Rekordwoche: carreras de aceleración y velocidad punta que durante una semana utilizaban los trazados rectos de las recientes Autobahn intentando asentar cifras de más de 400 km/h, como cuando en 1938 Rudolf Caracciola alcanza los 432’69 km/h en un récord que aún no ha sido superado en carreteras convencionales.
No obstante… Aquello no era suficiente para Hitler. Éste deseaba un coche definitivo que casi doblara las velocidades alcanzadas por británicos y norteamericanos. Para ello se destinaron unos 600.000 marcos de la época a Daimler, la cual fichó a uno de los ingenieros de confianza del Führer -Ferdinand Porsche- a fin de liderar el proyecto “Pájaro Negro”.
MERCEDES-BENZ T80: EL PÁJARO NEGRO
Comúnmente se ha llamado a muchos de los deportivos alemanes “flechas de plata” debido a su característico color metalizado. Y a priori… El Mercedes T80 parece entrar dentro de esa categoría. Sin embargo su color se debe a que el proyecto nunca llegó a ser culminado, pues si esto hubiera ocurrido la idea del Reich era haberlo pintado de un negro que habría servido como fondo a toda la parafernalia nazi con la que se preveía “adornar” su carrocería.
De hecho el proyecto recibió el nombre de “Pájaro Negro” y la idea era que todo el mundo viera a través de la televisión la puesta de largo del mismo, en la que se preveía una velocidad de más de 725 km/h.
De no haber estallado la guerra en 1939 -justo unos meses antes de la culminación del proyecto-, ¿hubiera sido esto posible? Desde estas páginas no nos atrevemos a dar una opinión rotunda, pero lo cierto es que haciendo caso a los testimonios de numerosos expertos que aún a día de hoy siguen debatiendo sobre esto… Nos inclinamos a decir que sí.
Como principal pega vemos una más que probable pérdida de estabilidad, la cual a más de 700 km/h hubiera podido provocar un desastre instantáneo como el que mató a Bernd Rosemeyer en una de aquellas Rekordwoche. Para prevenir esto el T80 contaba con una estudiada aerodinámica propia de la aviación donde se incluían dos pequeñas “alas” laterales a fin de poder estabilizar sus 2.898 kilos y más de 8 metros de largo.
Un peso que, aunque pueda parecer excesivo, no lo es tanto si tenemos en cuenta lo enorme de un chasis al que se anclan tres ejes y un motor ¡de casi una tonelada! Y es que aquí es donde tierra y cielo se unen bajo la piel del Mercedes T80, el cual equipa un motor V12 DB-603 con 44’5 litros de cilindrada. El mismo ingenio de los Messerschmitt BF-109, capaz de entregar 1.750 CV, pero que, sobrealimentado para el T80, logra unos 3.000 CV a 3200 rpm. Apabullante.
Y además… Todo ello alimentado con una mezcla especial en el fuel estudiada por el jefe de la Oficina Técnica del Ministerio del Aire Ernest Udet. En suma, una verdadera locura truncada por la temprana invasión a Polonia pero que, de haber tenido unos meses más, quizá hubiera dado una de las mejores imágenes para el recuerdo en la historia del automovilismo. Eso sí, siempre bajo la sombra de una esas megalomanías suicidas que, por definición, sólo pueden acabar en desastre.
PD: Hasta donde sabemos esta bestia mecánica no ha sido encendida en Goodwood, sino tan sólo mostrada despojada de la carrocería para poder ver lo interesante de su estructura y motorización. De hecho, albergamos cierta convicción respecto a que la última vez que este motor haya notado el calor de la combustión fuera durante la II Guerra Mundial, cuando durante un tiempo fue extraído del T80 para servir a la hélice de un caza de combate.