Había un tiempo en el que tener una estrella de tres puntas coronando el frontal de un automóvil elevaba a su propietario sobre el resto de los automovilistas. Un Mercedes era más que una mera herramienta para desplazarse de un punto a otro, era la obra materializada de la mejor ingeniería alemana.
La familia de Javier Molina, propietaria del W115 protagonista, era conocedora de las virtudes de la marca alemana, aunque a decir verdad muchos eran quienes soñaban con tener uno de estos coches, pero tan solo unos pocos afortunados podían hacer de este deseo una realidad.
El pasado mes de octubre Javi y Laura vinieron desde Granada a buscar a un servidor a la capital para recorrer el norte de España, en lo que fue la excusa perfecta para conocer al Mercedes W115 a fondo y repasar también cómo ha sido su vida desde 1975.
MERCEDES W115, UNA CARROCERÍA MUY POPULAR
Antes de indagar en la historia de esta unidad en concreto, conviene hablar del desarrollo y evolución de las carrocerías W114 y W115 de Mercedes. Continuando con una estética de faros verticales, la nueva gama se presentó en 1968 y fue obra del legendario diseñador Paul Bracq.
Esta berlina de tres volúmenes bien definidos, era tan sobria en su diseño como elegante, y vinieron a sustituir a los Mercedes “Colas” de la carrocería W110 como nueva gama de acceso de la firma.
A lo largo de los años hubo varios cambios en el modelo, con las primeras series contando con un fino volante de baquelita y cambio en la columna de la dirección siendo sustituida al final de la producción por un volante más similar al de los W123 y con la palanca de cambios en el suelo.
La principal diferencia entre los W114 y los W115 era la mecánica, con los 114 montando motores de seis cilindros y los 115 empleando mecánicas de cuatro cilindros, reservándose los populares motores diésel para los últimos.
El resultado fue una gama de robustos y lujosos coches, de los cuales se fabricaron 1.919.056 unidades hasta 1976, convirtiéndolo en el Mercedes con el récord de mayor producción hasta entonces, una cifra que su sucesor, el W123, superaría.
MERCEDES 240 D 3.0, UNA NOMENCLATURA PECULIAR
Mercedes-Benz demostró desde el final de la II Guerra Mundial que sus turismos con mecánica diésel eran fiables y capaces de moverse con soltura por las carreteras de la época. Muestra de la popularidad de estos motores era que un importante porcentaje de los coches fabricados por la marca funcionaban con gasoil.
Para la década de los setenta, la firma alemana llevaba décadas de ventaja y experiencia con estos motores con respecto al resto de fabricantes. En el caso de las carrocerías W115, los acabados 200 D o 220 D, de 2 y 2,2 litros de cilindrada respectivamente, eran un poco justos en sus prestaciones.
Por esta razón los ingenieros de Mercedes se pusieron manos a la obra, y desarrollaron el primer motor diésel de cinco cilindros en línea equipado en un automóvil. Esta mecánica, que se llamó OM617, debutó en los W115 en 1974, cuando el modelo estaba llegando al final de su vida comercial.
Este motor era de tres litros de cilindrada, por lo que supuestamente el coche debería haber recibido la nomenclatura comercial de Mercedes 300 D, pero curiosamente el modelo fue designado como Mercedes 240 D 3.0, un nombre un tanto extraño teniendo en cuenta que ya había un 240 D en la gama del W115. Curiosamente estos Mercedes con mecánica de cinco cilindros vendidos en Estados Unidos se llamaron 300 D, un nombre que en Europa se vería por primera vez con los W123.
Este querido motor se empleó en distintos modelos de la marca entre 1974 y 1991, pero en su primera versión, la empleada en los W115, desarrollaba 79 CV de potencia. Dado que esta mecánica se usó en esta carrocería durante dos años tan solo se equipó en 53.690 unidades, convirtiendo al cinco cilindros en la motorización más escasa de la familia W114/W115.
Los OM617 se han ganado una tremenda reputación por ser uno de los motores más fiables fabricados en la historia del automóvil, y muchas unidades logran superar el millón de kilómetros con facilidad.
Ficha ténicna | Mercedes-Benz W115 240 D 3.0 (1975) |
Motor | Delantero longitudinal |
Cilindrada | 3.005 cm3 |
Cilindros | 5 en línea |
Diámetro x carrera | 91 x 92,4 mm |
Potencia máxima | 79 CV/4.000 rpm (DIN) |
Par máximo | 172 Nm/4.00 rpm |
Alimentación | Inyección Bosch diésel |
Compresión | 21:1 |
Combustible | Diésel |
Tracción | Trasera |
Caja de cambios | Manual de cuatro velocidades + m.a, |
Chasis | Monocasco |
Suspensión delantera | Muelles helicoidales, doble horquilla, barra antivuelco |
Suspensión trasera | Muelles helicoidales, brazo de arrastre, barra antivuelco |
Dirección | Por bolas recirculantes |
Frenos | Discos a las 4 ruedas |
Longitud/anchura/altura | 4.680/1.770/1.440 mm |
Vías | 1.448/1.440 mm |
Batalla | 2.750 mm |
Peso | 1.430 kg |
Llantas | 5,5 x 14” |
Neumáticos | 175 SR 14 |
Depósito | 65 litros |
Consumo promedio | 9,6 l/100 km |
Velocidad máxima | 148 km/h |
Año unidad probada | 1975 |
COMIENZA EL VIAJE
La idea de esta prueba surge a partir de un viaje que realicé con mis amigos Javi y Laura de Granada a principios del mes de octubre. Ellos llegaron de Andalucía sin ningún tipo de percance y continuamos con el norte como destino un lunes.
Al salir de la capital por la M-40 lo primero que pudimos comprobar es que la bocina funciona perfectamente, y que es lo suficientemente sonora como para que los conductores madrileños traten con el debido respeto a un Mercedes de casi cincuenta años.
Pasado Alcalá de Henares el tráfico se suavizó, mientras tanto intentamos operar la curiosa radio Blaupunkt que el coche montaba de serie, y que es una especie de módulo que se aloja junto al volante, con el dueño del coche siendo el único que sabe descifrar el funcionamiento de la misma.
Realizamos la primera parada en Medinaceli, un precioso y pequeño pueblo de la provincia de Soria. Fue aquí donde el coche repostó por primera vez tras los casi 600 kilómetros que separan el municipio de Granada, cifra que da fe del bajo consumo del coche que iba cargado con todo nuestro equipaje.
Con el Mercedes y sus ocupantes ya comidos, continuamos la marcha hacia Pamplona. Los trayectos durante estos días los realizamos en su mayor parte por carreteras nacionales y secundarias, pero gran parte del camino ese día se hizo por autopista.
AL VOLANTE
Así pues, fui yo el encargado de llevar el coche hasta Navarra. Habiendo ocupado el asiento del copiloto hasta ahora, la misma comodidad se traslada al puesto de conducción. Llama la atención el grueso volante, similar al de los más modernos W123, que desentona un poco con la estética tan clásica del modelo, pero sigue siendo muy agradable.
Para mover la dirección no se necesita ningún esfuerzo, pues el coche cuenta con dirección asistida. Esta unidad de 240 D 3.0 viene muy bien equipada, pues el abuelo de Javi, que compró el coche nuevo se encargó de encargar extras tan modernos para el momento como el cierre centralizado.
Y aunque no hizo falta en este viaje, el coche cuenta con aire acondicionado, un lujo casi necesario para un coche de los setenta que ha pasado la mayor parte de su vida en Granada, donde el calor veraniego no perdona.
Como anécdota recuerdo una concentración en verano en Guadix en la que los ocupantes del Mercedes llevaron su propio clásico, y aquella calurosa tarde el 127 y Renault 7 iban con las ventanillas bajadas y sus conductores fatigados, mientras que en el interior del W115 se viajaba cómodamente.
Enfilamos la autopista y lejos del estigma que uno pueda tener de un coche diésel con casi cincuenta años pueda tener el Mercedes se desenvuelve con gran soltura. Alcanzar los cien kilómetros hora se hace sin ningún esfuerzo, y sin abusar en exceso del pedal del acelerador.
A esta cualidad rutera del coche ayuda mucho su caja de cambios manual de cuatro velocidades, a la que no hace falta apurar mucho las marchas si se quiere avanzar a buen ritmo, pues el par que desarrolla el bloque pentacilíndrico hace que tenga muy buena respuesta hasta en bajas revoluciones.
Cierto es que el lugar más cómodo para el Mercedes es el carril derecho, no porque no pueda alcanzar la velocidad máxima legal en autopista, sino por el paso más que acelerado que llevan el resto de los conductores a día de hoy.
El coche viaja cómodamente a una media de 100 y 110 kilómetros por hora, adelantando a los camiones con facilidad, demostrando que este coche es la perfecta combinación entre comodidad y ahorro, pues el resto de los motores diésel de la gama se quedaban un poco justo, pues incluso ante los repechos el coche logra mantener su velocidad sin acelerar en exceso.
Pese a lo que pueda parecer, en el interior del coche apenas se perciben ruidos de un motor que se caracteriza por un sonido muy palmero. El vehículo está muy bien aislado y tan siquiera con las ventanillas bajadas se interrumpe la tranquilidad del habitáculo, muestra de ello es que hay tiempo para los pasajeros para echar una cabezada durante el trayecto.
Pasamos de autovía a carretera nacional para desviarnos hacia Navarra. El asfalto es más irregular que en las vías del siglo XXI, pero la fabulosa suspensión del coche elimina los resaltos y hendiduras en el suelo, asegurando la comodidad. En cuanto al manejo es muy firme, con un ligero balanceo propio de los coches de esta época en las curvas más cerradas.
Tras un par de paradas para estirar las piernas llegamos a Pamplona, y por no ser porque estaba atardeciendo para nada hubiese pensado que me había pasado conduciendo cientos de kilómetros.
El veredicto es que el W115 240 3.0 D tiene poco que envidiarle a un coche moderno, convirtiendo cada viaje en un placer, y otorgando a conductor y acompañantes una experiencia que ningún coche que no tenga una estrella de tres puntas sobre el capó pueda igualar.
TODA UNA VIDA EN LA MISMA FAMILIA
Antes decíamos que el coche ha pasado la mayor parte de su vida en Granada, pero los apenas 190.000 kilómetros con los que cuenta el coche se han recorrido por varias partes de España. Tras una parada para comprar en Pamplona nos dirigimos a nuestro destino para esa noche, Ituren, un remoto y encantador pueblo navarro inmerso en plena naturaleza muy cercano a la frontera con Francia.
Con la tercera generación de propietario ahora al volante, Javi nos habla de los que cuidaron su coche antes que él, pues es inevitable que los recuerdos formen parte de un viaje con un Mercedes que es un miembro más de la familia.
Y resulta que el paisaje navarro no es ninguna novedad para el W115, pues ya en los noventa el padre de Javi participó en un rally con este coche por la comunidad foral.
Otra de las cosas que llama la atención es la matrícula ceutí del coche, que rebela algún tipo de relación con la ciudad española al otro lado del Estrecho de Gibraltar. La razón no es otra que la misma por la que otros tantos Mercedes-Benz se matricularon en las ciudades autónomas, cuyos impuestos permitían un significativo ahorro para los compradores de estos exclusivos coches.
La anécdota de que el coche acabase en la familia la protagoniza la abuela de Javi, pues fue su abuelo quien ya tenía apalabrado un Mercedes carrocería W108 en Ceuta, pero su mujer, al ver el coche en el concesionario se enamoró al instante, y no quedó más remedio que renegociar lo acordado.
Y no es para nada de extrañar que la mujer quedase prendida del encanto del W115, pues la combinación de exterior blanco con interior azul oscuro es muy atractiva. Otro detalle es que esa tapicería y salpicadero siguen siendo los mismos que en 1975, algo que demuestra el cariño con el que se ha tratado el coche desde nuevo, y que también sirve para mostrar la calidad con la que Mercedes fabricaba sus vehículos.
Otra historia relacionada con los coches de la familia es que el Mercedes W115 venía a sustituir a un Mercedes 220 S Pontón que el abuelo de Javi había comprado nuevo en 1958. El plan en un inicio era entregar el coche al concesionario Mercedes a cambio de un descuento en el importe, pero fue su hijo, movido por los sentimientos y con apenas la mayoría de edad, quien se opuso a la decisión de su padre.
El coche se guardó con la condición de que le pagase lo que el concesionario de ofrecía por el Pontón, y de esta manera, y ahorrando durante los años de universidad, el padre de Javi logró que los dos Mercedes pudiesen escribir una vida juntos, siendo éstos dos importantes pilares de una familia “mercedista” hasta la médula.
Tras el fallecimiento del abuelo, fueron los propios hermanos quienes decidieron que el W115 continuase en manos del hijo más aficionado a los coches, y así se siguió usando en viajes en verano a Almuñécar hasta que empezó a asistir a sus primeras concentraciones con la categoría de coche clásico.
Casi cincuenta años en los que el coche ha sido testigo de infinidad de cambios, de bodas, vacaciones, y de amargas despedidas, pero tiene la suerte de contar con un propietario que valora tanto al Mercedes como ya lo hicieron su padre y su abuelo.
Un modelo incombustible como es el W115 al que aún le quedan muchas historias por contar, como es el caso de esta experiencia en la que el Mercedes no se quejó ni un momento, y que con mucho gusto y orgullo os he podido contar. Un viaje por Navarra, País Vasco, Cantabria y gran parte de Castilla y León en el que he podido disfrutar de lo que es un gran coche ayer y hoy y junto a dos excelentes personas que al igual que el “Merche”, sé que van a estar ahí siempre. ¡Gracias!
Fotografías: Javier Ramiro, Familia Javier Molina, Mercedes-Benz