FOTOS LEE IACOCCA: FORD / CHRYSLER
Cuando un personaje público está en el cénit de su carrera se siente tentado a hacer una autobiografía. En ese momento el lector puede echarse a temblar. ¿Por qué? Pues porque las más de las veces estos libros desprenden tufo a panfleto barato. A lágrima fácil y petulante autosatisfacción. Por fortuna hay excepciones asentadas en vidas cargadas de historia o tragedia.
Policarpo Díaz se permitió titular la suya ‘A Golpes con la Vida’. Es como subir al ring con él, la obra está justificada. Winston Churchill hizo con sus memorias de la Segunda Guerra Mundial un coloso de miles de páginas. Al comprar el último tomo deberían regalarte una estantería. Cada línea es intensa, todas las palabras valen su peso.
Lee Iacocca llamó a sus recuerdos ‘Autobiografía de un Triunfador’. Viniendo de otro este título sería una ampulosa exageración. Sin embargo, Iacocca tenía motivos para considerarse una figura victoriosa en la historia del motor. A su ingenio le debemos coches como el Mustang o el Víper, pero también serenos familiares como el Voyager.
Todos éxitos de ventas. Automóviles elevados a la categoría de mito que demuestran la enorme capacidad de Lee Iacocca para olfatear nuevos mercados. El ejemplo perfecto de que en la industria del automóvil no sólo hay que diseñar buenos coches, sino también hacer que se vendan. Aunque pueda parecer pretencioso, el título de su autobiografía está de sobra justificado.
UN INGENIERO AL SERVICIO DE LAS VENTAS
Nacido en Pensilvania en 1924, Lee Iacocca estudió ingeniería en la Universidad de Princeton. En 1946 llamó a las puertas de Ford con un buen expediente bajo el brazo. Éstas se abrieron para él, aunque al poco este joven ingeniero demostró más valía leyendo las necesidades del mercado que haciendo cálculos sobre una mesa. Lejos de ser un introvertido obrero de los números lo suyo era el marketing.
De hecho, unos diez años después de entrar a Ford Iacocca ya estaba plenamente asentado en el área de ventas. Estaba tan seguro de sus anuncios que incluso llegó a protagonizar varios de ellos bajo el lema “si puede comprar un coche mejor, cómprelo”. No obstante, su pericia estaba más allá de saber colocar el producto. También sabía qué iba a demandar el mercado.
Gracias a ese instinto olfateó lo que desearían los jóvenes del baby boom posterior a la Segunda Guerra Mundial. Estrenados los sesenta estos accedían a la conducción, demandando un coche práctico pero al tiempo deportivo. Algo más descarado y atractivo que los enormes automóviles de los cincuenta. Así nació en 1964 el Ford Mustang. Sin duda el mayor éxito de Iacocca.
DE FORD A CHRYSLER. DE LO DEPORTIVO A LO FAMILIAR
En una empresa no sólo hay que hacer las cosas bien. También hay que caer bien el jefe. Si no opinas así te vamos a contar el motivo por el cual Iacocca salió de Ford. Sencillamente Henry Ford II no tragaba a nuestro protagonista, así que lo despidió en 1978. Una decisión de la que posiblemente se arrepintió al ver los éxitos de Iacocca en Chrysler.
Estos éxitos ayudaron a salvar la empresa, la cual se encontraba con las ventas en caída libre hasta que apareció el monovolumen Voyager. Una idea nacida en la mente de Iacocca cuando tras la Crisis del Petróleo supo leer la necesidad de un familiar de bajo coste pero gran habitabilidad. Henry Ford II rechazó la idea en su momento. Quizá la considerase demasiado innovadora. Pero es que así eran las creaciones de Iacocca.
Años después fue uno de los hombres clave para comprender el nacimiento de uno de los deportivos americanos más auténticos: el Víper. Una verdadera bestia musculosa que traía a la actualidad el comportamiento salvaje de los AC Cobra. Otra apuesta extremadamente arriesgada que resultó ser un éxito. Y es que así era Iacocca: un hombre para el que la audacia era la norma.