El Museo de la Ciencia y la Técnica de Terrassa es uno de los más completos que sobre este ámbito existen en nuestro país. Está ubicado en unas instalaciones que no pueden ser más apropiadas, pues además de su amplitud y belleza han servido para conservar una estereotípica factoría textil catalana de principios del Siglo XX, la “Aymerich, Amat i Jover”, inaugurada en 1909 y diseñada por el arquitecto Lluís Muncunill con un claro estilo modernista.
Estas amplias instalaciones de 22.000 metros cuadrados son además muy luminosas debido a sus características bóvedas de ladrillo y cristal en forma de dientes de sierra. Pero dejémonos de tanta arquitectura y pasemos a lo que realmente nos interesa: los automóviles clásicos.
De entre los varios museos dedicados a la cuestión científica que hay en nuestra geografía no hay ninguno que destine tanto espacio a la historia del transporte y la automoción como el de Terrassa.
Normalmente suele haber algún automóvil o moto clásica situada aquí o allá explicando su importancia técnica y social, pero no es normal encontrarse con una espaciosa y completa sección como la del museo que nos ocupa.
Situada en la antigua nave de producción, llena prácticamente un cuarto de su superficie total y, a excepción del transporte marítimo, reúne una buena muestra de lo que fue el parque móvil de nuestro país durante las décadas centrales del siglo pasado.
Empecemos por un singular Locomobile americano de alrededor a 1900 -de vapor, y el único de la muestra importado a España en época reciente- y sigamos con todo lo que fue típico o característico de nuestras carreteras durante más de cinco décadas.
1- Locomobile a vapor de aproximadamente 1900, importado recientemente
2-Durante los años 20 en todas las grandes ciudades españoles los taxis eran estos Citroen B14
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De todo un poco
Un Citroën Taxi de Barcelona de los años 20, microcoches españoles de los 50, una muestra con la práctica totalidad de modelos fabricados por Montesa, antiguos camiones de bomberos, ajadas camionetas usadas hasta la extenuación durante la dura posguerra y algún modelo único como
el AFA…
Este pequeño cochecito de líneas muy agradables nació gracias a la inquietud de Juan Aymerich, un personaje conocido durante los años 30 y 40 como fabricante de diversos aparatos motorizados de diferente índole. Quizá el más completo y estudiado de sus inventos es este automóvil, que contaba incluso con un pequeño motor de cuatro cilindros de diseño propio.
Fue presentado con todos los honores en la “Exposición Automovilística” que tuvo lugar en Villaverde (Madrid) el 10 de Julio de 1944, pero debido a la falta de apoyo oficial por parte de la Administración esta unidad quedó como prototipo único.
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Tras varios años desaparecido se localizaron la carrocería –por un lado- y el chasis –por otro- y se efectuó una completa restauración que nos permite contemplar hoy en día lo acertado de su planteamiento. Aunque también es cierto que genera cierta pena pensar lo que esta marca podría haber sido y no fue, como pasó tantas veces en España durante los años 40 y 50.
Siguiendo cronológicamente podremos ver varias unidades de la producción popular española de los años del desarrollismo, entre los que destacan las maquetas de preproducción del Seat Sport “Bocanegra” o un Seat 1400 A de 1956. ¿Y qué tiene de especial este último, se preguntarán ustedes? Pues que parece ser la primera unidad de su serie, ya que aún porta unas matrículas de fábrica que demuestran tal efeméride.
Hay algunos detalles que podrían desmontar esta «evidencia», pero aún así sigue pareciendo increíble que tanto este 1400 como las maquetas del “Bocanegra” no estén en manos de Seat en su famosa nave 122.
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1- Las maquetas del «Bocanegra» junto a un ejemplar real
2-La placa de fábrica de este 1400 afirma que es la primera unidad de su serie
Los que estaban, y los que no estaban
También hay que destacar que la exposición no es completamente estática, y de una visita a otra puede haber unidades que hayan sido reemplazadas por otras; por ejemplo, en el momento de las fotos faltaban la mayoría de clásicos industriales que normalmente se muestran al público.
No estaba un Ford-Simca Cargo de bomberos de los años 50, ni un viejo camión Ford AA de reparto de botellas de 1930, ni un bonito furgón cerrado Bedford de los 40… ni el más espectacular de todos, un Pegaso Mofletes 140cv Diésel, el único que se conserva actualmente de los de chasis largo.
Esperemos que todas estas ausencias se debieran a simples rotaciones y no a trabajos de restauración, pues dichos vehículos se encuentran primorosamente originales, con sus golpes, óxidos y rotulaciones antiguas, pero en un estado de conservación envidiable. Precisamente como el que muestra el único del grupo “no desaparecido” el día de nuestra visita, un Chevrolet de 1923 transformado a furgoneta durante la década de 1940.
Este Chevrolet de 1923 sin restaurar es una buenísima muestra de la historia automovilística española
La explicación más factible es que los metros necesitados para la exposición temporal de Abadal, de la que hablaremos a continuación, se hayan “comido” el espacio de todas estas grandes piezas. En todo caso, la visita al museo sigue mereciendo la pena para los aficionados a los coches clásicos.
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