Las fronteras para que un vehículo sea o no “clásico” resultan bastante difusas pues al fin y al cabo éste es un calificativo sujeto a debate. ¿Cuál ha sido la trascendencia del modelo, qué innovaciones ha aportado, realmente representó un punto y aparte en la historia de su marca o segmento, es el Mercedes-Benz C36 AMG merecedor de este término?
Preguntas en cuya respuesta la afición tiende a enredarse -algunas veces con motivos, otras sin ellos- en eternas discusiones perfectas para dejar pasar el tiempo de ocio.
No obstante, en contraposición a semejante conjunto de subjetividades el carácter de “histórico” nos lo da la fría razón de ley, teniendo que haber pasado al menos tres décadas desde el lanzamiento del modelo en cuestión para que éste pueda contar con semejante apelativo diferenciador.
Un requisito ya cumplido por el primer proyecto colaborativo entre Mercedes-Benz y AMG, el cual salió al mercado durante el año 1993 bajo el nombre de C36 AMG. Una berlina compacta con garra deportiva que -siguiendo la estela más dinámica del antiguo “Baby Benz”- ponía al fin sobre el asfalto un broche oficial a la relación establecida desde los años setenta entre el fabricante germano y el preparador especializado en el mismo.
LA DEPORTIVIDAD SEGÚN MERCEDES-BENZ
Aunque la presentación del Mercedes-Benz C36 AMG se produjo hace poco más de tres décadas, lo cierto es que a fin de entender el sentido del mismo hemos de remontarnos hasta mucho antes. Concretamente hasta los años cincuenta, cuando la gama deportiva ofertada por la casa de la estrella quedó basada en los dispares 300SL y 190SL.
El primero con un motor derivado directamente de la competición para ser uno de los GT más veloces y técnicamente avanzados de su época; el segundo con una mecánica tan insuficiente como atractivas fueron sus líneas en caso de buscar un descapotable cómodo y elegante para su disfrute en exclusivas zonas de costa.
Asimismo, desde el terrible accidente acaecido en Le Mans 1955 -el peor en el mundo del automovilismo deportivo hasta la fecha- Mercedes había abandonado las carreras por completo incidiendo aún más en su carácter de marca unida a la calidad entendida como el epítome de los acabados, la fiabilidad, la seguridad y el confort.
Así las cosas, el concepto deportivo en la marca no fue más allá de lo visto en el W113 de 1963; a la postre síntesis y sustituto conjunto de los 300SL y 190SL gracias a su motor -el seis cilindros en línea con inyección Bosch pasó ligeramente de los 170CV- aunque, a decir verdad, ajustado a fin de funcionar sin nerviosismos ni brusquedades sobre una base donde la comodidad le ganaba ampliamente la partida al desempeño dinámico.
AMG, EL SENTIDO DE UN PREPARADOR
Llegados a 1971 el inicio de la exitosa saga R107 relevaba a los conocidos como “Pagoda” mejorando la idea en ellos expuesta: la de un automóvil potente pero no por ello pensado para ir rápido, biplaza aunque no necesariamente ligero, con posibles para llegar a un horizonte deportivo mas sin ninguna gana de hacerlo empleando nuevos ajustes.
Y es que el mercado objetivo de aquellos Mercedes-Benz era el estadounidense, el cual llegó a absorber hasta tres cuartas partes de la producción generando un auténtico éxito de ventas basado en la conducción tranquila de un coche enérgico concebido para el disfrute a cielo abierto en largos viajes.
Sin embargo, a pesar de esto también resultaba innegable la forma y manera en la cual los nuevos motores V8 a cargo de Mercedes-Benz contaban con un gran potencial deportivo en caso de prepararse adecuadamente. Justo el punto donde entraba a escena AMG, la cual no paró de crecer durante los años setenta gracias a la puesta a punto de modelos Mercedes-Benz tanto en circuitos como en homologaciones para calle.
Prueba de ello fue lo realizado con modelos como el 500SL, del cual llegó a realizar una tirada con el motor M117 ajustado en 5 litros para rendir hasta 276 CV. Todo ello con unos amortiguadores Bilstein del todo diferentes a los de fábrica así como diversos ajustes en la rigidez del chasis y otros apartados relacionados con la mejora del comportamiento dinámico.
Justo el sentido de un buen preparador, capaz de hacer deportivo lo que a priori no lo era tal y como Gordini y Alpine hicieran con los utilitarios Renault o Abarth con los Fiat más escuetos y populares.
DE VUELTA A LA DEPORTIVIDAD, LA SOMBRA DE BMW Y AUDI
Lanzada la década de los setenta, Mercedes-Benz empezó a sentirse amenazada por la cada vez más amplia, sofisticada y optimista gama BMW. Es más, en relación a las berlinas de las gamas media-alta y alta la casa bávara estaba haciendo las cosas realmente bien, ganando en potencia para marcar así una identidad donde lo pausado y elegante no era óbice para lograr no ya una cierta deportividad pero sí al menos un evidente carácter prestacional.
Llegados a este punto, en Mercedes-Benz vieron cómo ya no era suficiente con insistir en ser la marca de mayor prestigio, la más señorial; también tenían que apostar por una imagen más dinámica -al menos en algunos modelos- al tiempo que necesitaban una opción de acceso con la cual abrir la gama por abajo con un precio de venta lo más popular posible.
Bajo este contexto, el lanzamiento del 190 en 1982 venía a satisfacer todas las expectativas. Compacto aun siendo todo un Mercedes-Benz, técnicamente avanzado, seguro, extremadamente fiable y además bendecido con una amplia oferta de motores donde la opción con inyección electrónica -el famoso 190E- destacaba frente a una competencia desprevenida.
Asimismo, tanto las posibilidades brindadas por aquellos motores -fácilmente ajustables a potencias muy superiores a las de serie- como la relativa ligereza del conjunto o el excelente carácter de su chasis hacían que todo en aquellos “Baby Benz” invitase a poner de nuevo el pie en la competición; opción bastante necesaria teniendo en cuenta el éxito de las rivales BMW y Audi en las pistas tanto de asfalto como de tierra.
MERCEDES-BENZ C36 AMG, AL FIN LLEGA UNA COLABORACIÓN OFICIAL
Consciente de las posibilidades deportivas brindadas por su 190, Mercedes-Benz regresó de lleno a los circuitos con elementos como la nueva culata con cuatro válvulas por cilindro encargada a Cosworth, la famosa carrera en la cual despuntó un jovencísimo Ayrton Senna y -claro está- la preparación de los EVO y EVO II a fin de batir a BMW en el DTM.
Una vuelta a la competición con resultados claros en el ámbito comercial, donde esa misma imagen más juvenil y dinámica se mezcló con la factura ligera de aquellos modelos de acceso para generar atractivos evidentes entre un público que antes -ni por imagen de marca ni por precios- hubiera puesto los anhelos de su adquisición en un Mercedes-Benz.
Una situación en la cual AMG ya no sólo aparecía como una empresa minoritaria destinada a nichos de mercado muy concretos, sino como un socio potencial y de prestigio de cara a crear toda una línea deportiva en la gama de fábrica. Debido a ello el estreno mismo del W202 en 1993 -primero de los actuales Clase C y a la sazón sustituto del 190- incluyó una versión afinada por AMG siendo ésta la primera vez que fabricante y preparador colaboraban de manera mutua y oficial en un producto de gran serie.
NACIDO CLÁSICO
Capaz de entregar hasta 280 CV con su motor de seis cilindros en línea y 3.2 litros, el Mercedes-Benz C36 AMG disfrutaba de una enorme entrega de par desde bajas vueltas para contar así con un motor extremadamente potente y progresivo unido al tren trasero por el árbol de transmisión.
Es más, tal era el empuje de dicha mecánica que se hubo de sustituir el cigüeñal y otras piezas; sólo unos apartados más dentro de la enorme lista de modificaciones en la cual incluso encontramos pistones desarrollados en específico para esta versión.
En fin, un modelo de lo más simbólico que -volviendo al inicio de este artículo- bien podríamos definir como “clásico” desde el momento mismo de su presentación. Es más, tal fue el éxito del mismo que seis años después de su lanzamiento Mercedes-Benz entró en el accionariado de AMG con la mitad del capital para finalmente absorberla por completo en 2005; se repetía lo ocurrido con Gordini, Alpine y Abarth.