A principios de la década de los años cincuenta y tras la victoria en la II Guerra Mundial, la fabricación de automóviles en Estados Unidos experimentó un increíble crecimiento. La filosofía que imperaba en el país con respecto a lo que un coche debía ser era la de “Bigger is better”, que aplicado al castellano podría ser aquello de caballo grande ande o no ande. Pero gracias a la popularización de mecánicas V8 y otros avances tecnológicos muchos de estos vehículos eran de lo mejor que se fabricaba a nivel mundial.
Por eso la apuesta de fabricar un vehículo compacto y económico en América en aquellos tiempos de bonanza económica era algo bastante arriesgado. No sería la primera vez que en el país se producía un coche de tamaño reducido; American Bantam ya había fabricado su propia versión del Austin Seven y otra compañía, Crosley, fabricó automóviles muy austeros que tuvieron bastante popularidad durante los años de la más inmediata posguerra, pero la marca terminó desapareciendo en la década de los cincuenta.
En este contexto la compañía estadounidense Nash nació la idea de producir un utilitario que sería perfecto para desplazamientos urbanos. Es importante mencionar que en aquella época General Motors, Ford Motor Company y Chrysler Corporation dominaban la industria del automóvil, por lo que otras compañías más pequeñas terminaron por desaparecer, y con unos presupuestos mucho más ajustados terminaban por desarrollar vehículos que los diferenciase de la competencia.
METROPOLITAN: UN COCHECITO EN UN MUNDO DE GIGANTES
Para 1950 Nash ya tenía preparado un prototipo llamado el NXI en el que se veían reflejados muchos de los trazos que se terminarían plasmando en el modelo de producción final y que curiosamente se había basado sobre un Fiat 500 Topolino. El Nash NXI recorrió Estados Unidos en una gira promocional en la que despertó el interés del público por este pequeño automóvil, algo que hizo que dieran luz verde al proyecto.
En octubre de 1953 comenzó la producción del Metropolitan, originalmente conocido como NKI (Nash-Kelvinator International). La producción de este vehículo se llevó a cabo íntegramente en Birmingham, Reino Unido. De las carrocerías se encargaban en Fisher & Ludlow Ltd, y el apartado mecánico estaba a cargo de Austin.
Había varios motivos para esta colaboración internacional. El primero de ellos era que Nash tenía una buena relación con los ejecutivos ingleses, en concreto con Don Healey, con el que fabricaron el Nash Healey, un deportivo americano que se adelantó al Corvette y con una carrocería firmada por Pininfarina. Por otra parte, las factorías estadounidenses no estaban preparadas para la producción de un automóvil de dimensiones tan reducidas, por lo que era el trabajo perfecto para los ingleses.
El Metropolitan compartió inicialmente un motor de cuatro cilindros y 1.200 centímetros cúbicos con los Austin A40, y posteriormente equipó una mecánica de 1.489 centímetros cúbicos muy similar a la del MG A, pero con menos potencia. Los primeros coches llegaron a América en diciembre de 1953, y se ofreció como coupé hardtop y descapotable, que tenían espacio para dos adultos y unas plazas traseras diminutas en las que podrían ir dos niños muy pequeños. Como curiosidad estos coches no tenían un acceso al maletero al uso, en su lugar había que abatir hacia delante los asientos traseros para poder acceder a éste, algo que restaba en cuanto a usabilidad se refiere.
COCHE PEQUEÑO Y GRANDES PROBLEMAS
El mercado en la década de los cincuenta estaba controlado por las tres grandes compañías americanas, y el resto de las empresas luchaban por sobrevivir como bien podían. Una de las soluciones más habituales era fusionarse, algo que ocurrió con Nash y Hudson en 1954, dando así lugar a American Motors Corporation o AMC. Desde este momento pasó a ofrecerse el Metropolitan también en el catálogo de Hudson, con apenas ninguna diferencia más allá de los anagramas.
A principios de 1956 el coche recibe una gran actualización que añade llamativas pinturas bitono, un nuevo diseño para la calandra además de empezar a incorporar el motor de 1.500 centímetros cúbicos de los Austin A50 y muy similar al de los MG A. Durante esta época Reino Unido consiguió un acuerdo para comercializar el coche en su país, evidentemente con volante a la derecha. Erróneamente se cree que el vehículo se vendió como Austin Metropolitan, pero realmente su nomenclatura oficial era la de Metropolitan a secas.
Algo parecido ocurrió en Estados Unidos a partir de 1957, pues el vehículo pasó a venderse también como el Metropolitan, pues los nombres Nash y Hudson iban quedando en el olvido, y para aquel año solo se comercializaban bajo esas marcas los Nash Ambassador y los Hudson Hornet. Curiosamente el nombre AMC no empezaría a ganar popularidad hasta la década de los sesenta.
La fabricación del Metropolitan continuó hasta 1961, aunque las últimas unidades se vendieron en 1962, con unas 95.000 unidades producidas para el mercado americano y otras 9.500 que no salieron de Reino Unido. Poco tiempo antes del cese de producción se presentó un prototipo de Metropolitan familiar que nunca llegó a la serie.
Aunque el Metropolitan no se vendió en grandes cifras en comparación con los coches de compañías rivales, fue una parte muy importante para asegurar el futuro de AMC. Eso sí, el negocio fue redondo para los ingleses, que lograron conseguir 35 millones de libras en los cinco primeros años de fabricación del modelo, con unos costes de fabricación que no superaron las 800.000 libras.
Tal vez el Metropolitan fue un vehículo que, aunque fuese muy sencillo, era un adelantado a su tiempo, pues en la década de los cincuenta el interés del público no estaba centrado en coches tan pequeños, pero en los años sesenta comenzaron a proliferar los modelos compactos de importación que terminaron rivalizando con las más grandes marcas de Estados Unidos.
Imágenes: Nash y Javier Ramiro