FOTOS NIKI LAUDA: FERRARI
26 de mayo de 1991. El Boeing 767 de la compañía Lauda Air con destino Viena sufre un accidente en Tailandia. No hubo supervivientes. El director de la aerolínea, Niki Lauda, creyó desde el primer momento en la teoría del fallo mecánico y no en un error de los pilotos.
Empeñado en demostrar su tesis, retó a Boeing a hacer la misma maniobra con otro 767 pilotado por él mismo. Ante semejante órdago, el fabricante reconoció fallos en la activación del inversor de empuje. El accidente se debió a unos controles donde una incipiente y aún dudosa electrónica tenía demasiado protagonismo. El nombre de Niki Lauda quedó limpio gracias a su coraje y profesionalidad.
Italia, 1974. Tras tres años compitiendo contra viento y marea en escuderías menores de la F1 Niki Lauda llama la atención de Enzo Ferrari. La Scuderia lo cita para ofrecerle una prueba. A comienzos de los 70 los monoplazas Ferrari pertenecían a la mítica saga 312B. Cualquier otro piloto hubiera estado fascinado ante la situación. Sin embargo Niki Lauda no conocía límites en su afán de perfección.
Ni corto ni perezoso le espetó a los ingenieros un “su coche es una mierda”. Y es más, siquiera tener delante a Enzo Ferrari lo achantó a la hora de volver a repetir esas mismas palabras. El viejo italiano retó al joven austriaco. Si el coche es tan malo y tú tan bueno… ¿Serás capaz de mejorar el tiempo del monoplaza en Fiorano? Y lo hizo. Concretamente en unas ochos décimas que se debieron tanto a la pericia al volante como a la precisión en boxes.
PREMIOS QUE IBAN DIRECTOS AL LAVADERO
Fuera cual fuese la situación Niki Lauda actuaba de una forma racional y calculadora. De hecho, estas virtudes fueron en él tan excesivas que muchos vieron aquí su principal defecto. Era tan lógico, tan perfeccionista, que abrumaba. En referencia a las ayudas electrónicas a la conducción dijo que “los F1 actuales podría pilotarlos hasta un chimpancé”.
Y bueno, viniendo de él esta frase tan directa adquiere otro significado. Y es que a Niki Lauda no le hacía demasiada falta la electrónica, porque él mismo ya era como un ordenador con su meticulosidad y disciplina. Un estilo totalmente diferente al de su némesis en la pista: James Hunt. Éste pilotaba con el instinto y las tripas, lo cual sacaba de quicio a al metódico Niki Lauda.
En gran medida esta rivalidad espoleó un ir más allá materializado en un uno de los mejores palmarés de la F1. Tres veces Campeón del Mundo, 25 victorias, 54 podios, 24 poles, 24 vueltas rápidas… Y todo para acabar regalando los trofeos al hombre que le lavaba el coche. Curiosa manía que hablaba del carácter de un hombre cautivado por el proceso de las cosas más que por el resultado.
NIKI LAUDA: “EL MOTOR NO RAZONA, EL PILOTO SÍ”
Precisamente ese afán por el método fue lo que le salvó la vida. Tras su accidente en Nurburgring 1976 Ferrari estaba preparando el funeral. De hecho hasta llegó a recibir la extrema unción. Sin embargo, su frialdad a la hora de reconocer la situación y no dejarse llevar por el aturdimiento hizo que se aferrara a la vida.
Años después diría “sólo viví una sensación igual a la del accidente de Nurburgring una vez que fumé marihuana”. Y es que bajo su seriedad realmente se encontraba un tipo con buen humor. Incluso con humor negro. Como aquella vez que unos aficionados lo reconocieron paseando por el circuito de Nurburgring y él les contestó “estoy buscando mi oreja”.
Al fin y al cabo Niki Lauda podría tener raíces gallegas, y ya se sabe la retranca que gastan por allí… Viniera de donde viniera su estirpe lo cierto es que este icono de la F1 se ha ido para siempre. Con él muere otro personaje de la época dorada del automovilismo. Una época más mecánica y menos electrónica. Como él mismo decía “el motor no razona, el piloto sí”. Hasta siempre Sr. Lauda.