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Opinión: Así qué la culpa es del automóvil, ¿verdad?

¿Ustedes habían oído hablar del volcán Hunga Tonga-Hunga Ha’apai? Si les digo la verdad, yo, por casualidad, sí que había leído la noticia. Y las implicaciones de la misma son de aúpa.

Conocí la historia en un artículo aparecido nada menos que en la revista National Geographic el 28 de julio del pasado año 2022. En ella se dice, literalmente, que los efectos del volcán de Tonga en la atmósfera podrían durar hasta 5 años. Y ahora tengo una pregunta: ¿es esto exactamente lo que intentan combatir nuestros políticos cobrándonos la sarta de impuestos verdes, ecotasas, gravámenes medioambientales, cánones por emisiones, arbitrios contra el cambio climático y demás menudencias con los que pretenden hacernos creer que los humanos somos los culpables de lo que hace el planeta?

Les recomiendo la lectura completa del texto, pero yo les resumo los grandes titulares que contiene. Miren, lo esencial es que el 15 de enero de 2022 este volcán produjo la mayor explosión en la Tierra de la Era Moderna. ¡Anda!, ¿y en las noticias no han encontrado un hueco para comentar algo al respecto? Se lo repito, la mayor explosión de la Era Moderna y una de las más poderosas jamás sucedidas en toda la Historia.

Es un evento de dimensiones incalculables y que demuestra lo que es la fuerza de la naturaleza, frente a la que nosotros, los humanos, poco más podemos hacer que ser meros espectadores.

LA EXPLOSIÓN, IMPRESIONA

By Japan Meteorological Agency, CC BY 4.0, Link

Les sigo dando datos, las ondas de gravedad atmosférica producidas por la explosión dieron cuatro veces la vuelta al mundo y se produjeron meteotsunamis. Se trata de un efecto que, en Menorca, recibe el nombre de rissaga, por el que durante unas horas la altura del mar varía frente a su situación normal. Algo que precisamente sucedió en el Mediterráneo, en las antípodas casi, tras esta explosión.

El volcán también provocó ondas de choque en nuestra atmósfera que reverberaron alrededor del planeta al menos seis veces. Además, estuvieron cerca de sus velocidades máximas teóricas, las más rápidas jamás observadas en la atmósfera terrestre, 320 metros por segundo. Alcanzaron el borde del espacio, llegando a los 100 kilómetros en la ionósfera. Todo esto lo relata el profesor Corwin Wright, investigador de la Royal Society, con sede en el Centro de Ciencias Espaciales, Atmosféricas y Oceánicas de la Universidad de Bath.

Oigan, pero es que el petardazo lanzó escombros a una altura de 50 kilómetros, lo que nunca se había registrado antes por la ciencia. Y ahora viene lo gordo, envió 146.000 millones de litros de vapor de agua, equivalentes al 10 % del vapor de agua contenido a esa altura, y que, según se señala en el artículo, es un gas de efecto invernadero que puede tardar hasta cinco años en volver a caer a la Tierra afectando a la temperatura media global.

¿LA CULPA ES DEL AUTOMÓVIL?

Bueno, pues creo que tenemos casi todos los elementos necesarios encima de la mesa. Sin necesidad de que ninguno de nosotros seamos sesudos científicos climatólogos, podemos preguntarnos si puede ser posible que un evento de estas características haya provocado las alteraciones del clima que hemos vivido, por ejemplo, a finales del año pasado. Llámenme lanzado, pero me atrevería a decir que igual sí, no lo sé. Lo mismo eso ha afectado más que el hecho de que mi vecino haya seguido usando un Opel Corsa diésel fabricado en el 2003. Para escándalo de quien quiera escandalizarse por eso.

Yo voy a volver a insistirles, es la mayor explosión registrada en la Tierra en la Era Moderna, ¿no debería haber abierto telediarios un día sí y otro también durante una temporadita? Sólo me lo pregunto. Perdonen, y si no es por una casualidad, yo no me hubiera ni enterado.

Automóvil y ecología

Ahora vuelvo a las ecotasas y continúo preguntándome. Si pagamos esos tributos que nos piden para combatir el cambio climático, ¿qué van a hacer con ellos? ¿Llevarán una excavadora a Hunga Tonga y le taparán la caldera al volcán?

A veces los humanos nos creemos los más importantes, capaces de todo, hasta de cambiar el clima, el centro del universo. Pero Galileo Galilei ya nos demostró hace cuatrocientos años que no es así. Somos unos minúsculos puntos que viajamos en un planeta que, el día que le molestemos lo suficiente, nos borrará del mapa como ha hecho en tantas otras ocasiones con otras especies que ni siquiera llegaron a plantearse nunca que ellos sí que eran capaces de cambiar el clima.

Gaia moverá el meñique y habremos desaparecido para siempre, por muchos impuestos verdes que pagásemos.

Fotografías Frank J. Aleksandrowicz (National Archive) y Newspress España

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Escrito por Jaime Queralt-Lortzing Beckmann

La voz inglesa freaky la hemos trasladado al español como friqui y creo que define bastante acertadamente mi desmedida afición por esos clásicos que, por una razón u otra, puedan ser considerados raros, como series de unidades limitadas, con soluciones tecnológicas excéntricas o esos prototipos desconocidos. Empecé organizando, junto con un grupo de entusiastas, el campeonato TRECE de regularidad para clásicos y tengo el placer de formar parte del equipo que fundó la extinta revista Coches Clásicos, en la que hemos tenido la ocasión de escribir desde hace dieciocho años. Sigo considerándome piloto de rallies y trato de preservar una pequeña colección de esas rarezas.

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