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Panda Raid, al desierto

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Etapa 1: Tánger – Ifrane (9-3-2014)

Los cerca de 150 equipos inscritos fueron tomando posiciones a primera hora de la mañana en el puerto de Algeciras, para partir hacia el puerto de Tánger-Med. De las dos horas que dura la travesía nos pasamos una haciendo cola dentro del barco para pasar los correspondientes trámites de la aduana. Después los participantes empezamos a relajarnos, a conocernos y a charlar entre nosotros, y a estudiar el roadbook de la primera etapa.

Una vez en Tánger y pasados más trámites de la aduana tuvimos el briefing y el comienzo de la primera etapa que nos llevaría por autopista, donde algunos ya tuvieron problemas mecánicos, hasta el primer y deseado tramo de tierra a la altura del kilómetro 230. Allí nos esperaban unos 30 kilómetros de prueba de regularidad por recorridos de arena y pista entre alcornoques, atravesando el bosque Mamora.

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Pe de foto
En carretera, antes de entrar en el primer tramo de tierra

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Aquí comenzamos a notar la utilidad del cubre-carter, las piedras golpeaban los bajos del coche sin cesar y a veces rozábamos en las crestas que los camiones y vehículos más grandes dibujaban en las pistas y que obligaban a los Pandas a circular con una rueda fuera del camino y otra por encima de la cresta central.

También empezamos a sentir la tensión de los tramos de regularidad, donde piloto y copiloto dejan, por un momento, de ser “amigos”. Al final había un recorrido de arena blanda que los coches trataban de sortear entre los árboles; algunos tuvieron que ser rescatados.

El resto de la etapa transcurrió sin novedad por pista de asfalto hasta el hotel en Ifrane, donde nos esperaba el camión-taller que nos acompañó durante todo el viaje y que colaboró en la reparación de gran parte de los Pandas.

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Cóctel de montañas nevadas y desierto, hacia Ifrane

Etapa 2: Ifrane – Maadid (10-3-2014)

La segunda etapa, de más de 380 kilómetros, tenía dos sectores de pista diferentes: Para llegar al primer tramo de regularidad tuvimos que atravesar un bosque de cedros en el Atlas medio y después de unos 100 kilómetros por asfalto comenzó la prueba de regularidad por tierra. Salíamos con una diferencia de 30 segundos y en seguida algunos participantes comenzaron a agruparse.

De repente vemos un coche parado y le preguntamos si necesita algo. «¿Tenéis un parabrisas?», fue la respuesta. Alguna piedra les salto al cristal delantero haciéndolo literalmente mil pedazos. Les ofrecimos unas mascarillas de quirófano que junto a las gafas de sol que llevaban les permitieron seguir; no volvimos a saber de ellos, pero seguramente pudieron poner otro cristal gracias al camión-taller.

Al intentar reemprender la marcha el coche no arrancaba. El motor de arranque, sencillamente, no daba señales de vida. La batería: Pensamos que se había descargado o estropeado debido al convertidor de 220 voltios que llevábamos para alimentar los móviles que nos decían donde estábamos y a donde íbamos. Probamos con la que traíamos de repuesto y arrancó perfectamente, así que pusimos la gastada en su sitio y seguimos camino, acumulando retraso y perdiendo puntos en el tramo de regularidad.

Pie de foto
El equipo de Mohammed «El Gordito» en acción

Más adelante continuaron los problemas, algo rozaba contra algo provocando un sonido agudo y estridente que se oía en todo el valle. Que si de la rueda delantera, que si de la trasera, que si la caja de cambios… En fin, paramos, desmontamos la rueda delantera, probamos y nada, ya no escuchábamos el sonido. En eso unos compañeros que pasaban por allí se pararon y nos dijeron que no tenían ni idea de mecánica, pero que tenían unas cervecitas bien frías. Hicimos un alto y degustamos la milenaria bebida en medio del desierto, lo que nos animó bastante.

Como ya íbamos los últimos de la caravana nos cazó el coche escoba encargado de resolver los problemas de los participantes. «¿Qué os pasa?» Un ruido espantoso. «Vamos a dar una vuelta.» Hiiiiiiii. Para. El equipo de Mohammed «El Gordito» levanta el coche y se mete debajo. Ponen la tracción a las 4 ruedas. Las ruedas giran y el sonido se reproduce, ahora sí; una piedra está alojada entre la barra de la transmisión a las ruedas traseras y la protección de dicha barra. Si lo piensas es lógico, por aquí sólo hay piedras y polvo.

Acabamos el tramo de tierra y nos incorporamos de nuevo a las pista de asfalto que nos llevaría a la ciudad de Midelt; detrás de nosotros ya sólo vienen los coches de la organización. Por el camino adelantamos a algún Panda que se había parado a descansar. En una de esas, al tocar la bocina para saludar noto que no funciona, la batería se descarga nuevamente…

Pie de foto
A vueltas con la batería, aunque quizá no era esa la causa del problema

La avería no era de la batería anterior sino del alternador, que no cargaba. Aún no se si el piloto indicador no funcionaba o si debido a la poca potencia de las lamparitas no lo vi, el caso es que el coche se iba a parar de un momento a otro -estos coches con centralita se paran si no reciben alimentación suficiente.

Efectivamente, al llegar al pueblo de Midelt las luces de freno en un Stop acabaron de agotar la pila. Nos quedamos parados y empujamos el coche a un lado para apartarlo del bullicioso tráfico de esta población. Si tienes que elegir un pueblo en Marruecos para quedarte tirado la verdad es que Midelt es el mejor, ya que está plagado de talleres mecánicos; o sea, que dentro de nuestra mala suerte tuvimos fortuna. Vimos a un par de Pandas que ya habían comenzado las reparaciones en uno de estos establecimientos.

En unos cinco minutos llegaron las asistencias y se metieron literalmente dentro del capó del Panda a desmontar el alternador. Mientras, y con ayuda de uno de los mecánicos que hablaba un poco de español, nos acercamos a un taller a buscar un alternador de repuesto, que para otro año no debe de faltar en el equipaje. 500 dirhams, unos 50 euros por un alternador de segunda mano que funcionaba pero con un ruidito sospechoso en el rodamiento. Al final se quedó en 450.

Pie de foto
Tras todos los contratiempos, menos mal que al día siguiente nos esperaba un poco de descanso

Las asistencias lo cambiaron en un periquete, pero al sacar el malo se cargaron un cable del relé de la bomba de gasolina. Un empalme y listo. Al final habíamos perdido dos horas y el siguiente tramo obligado de paso quedaba a unos 170 kilómetros de Midelt. El tiempo era muy justo pero ya que estábamos en el juego, seguiríamos jugando.

El control de paso se cerró a las 16:30 y llegamos a las 16:40. Penalización. Y nos dejaban pasar, pero por nuestra cuenta y riesgo. Sin apoyo y tal como nos había ido el día mejor iríamos por carretera hasta el campamento. Como habíamos ido muy deprisa y no nos habíamos parado a repostar en las gasolineras indicadas en el roadbook utilizamos un jerrycan de 5 litros que teníamos hasta llegar a la siguiente estación de servicio.

A estas alturas del raid el coche apenas se veía del polvo que acumulaba, y fue precisamente el polvo el que nos impidió abrir el tapón del depósito de gasolina. Estuvimos un rato haciendo fuerza con unas alicates y al final un tercer operario de la gasolinera lo logró. Menos mal que de esto sí que llevaba repuesto.

Llegamos al campamento e instalamos la tienda mientras anochecía. Como precaución llevé el alternador roto al personal del camión taller, que en una horita le cambió las escobillas por las de otro que se había bloqueado y así llevaríamos repuesto.

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Uno de los objetivos del Panda raid es surtir de material escolar a escuelas como la de Blaghma
 

Continúa en la Página 3…

Escrito por Miguel Ángel Menéndez

Miguel Ángel Menéndez, aficionado a la aventura, nos cuenta qué tal le ha ido en el Panda Raid de este año.

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