Etapa 5: Tazoulait-Tansikht (13-03-2014)
Amanece en Tazoulat, la noche ha sido dura, no ha parado de llover y hemos de recoger la tienda mojada y colocarla dentro del coche de la mejor manera posible. Nos esperan 281 kilómetros y los Pandas están bastante tocados. El nuestro en concreto consume agua y por un guardapolvo del palier del lado de la caja de cambios rezuma valvulina, veremos lo que aguanta.
La etapa transcurre entre las poblaciones de Alnif y Zagora y tenemos que llenar los depósitos a tope al principio de la etapa porque no encontraremos más gasolineras hasta el día siguiente. Repostamos pues en las gasolineras de Alnif. La organización, con buen criterio, distribuye a los equipos pares e impares en las dos gasolineras de la población, para evitar aglomeraciones.
En el kilómetro 35 comienza el tramo de regularidad. En el primer kilómetro atravesamos un oued que lleva agua, debido a las lluvias de la noche anterior. El agua salpicada por los coches a su paso hace aún más interesante la ruta que hoy transcurre sobre un camino plagado de piedras y rocas de aspecto lunar.
El camino continua zigzagueando, subiendo y bajando para sortear los oueds o atravesarlos. El cubrecarter y los bajos del coche se llevan la peor parte, los Pandas no son muy altos y cualquier piedra de mediano tamaño golpea en los bajos.
La etapa se suspende: Nos comunican que más adelante hay un oued que ha crecido mucho y se está buscando una ruta alternativa. Hasta un coche de la organización se ha quedado en medio del río. Algunos aprovechan para comer un poco, para reparar el coche o para tender la tienda mojada de la noche anterior. Nosotros las dos últimas cosas, ya que el cubrecarter ha recibido un impacto y se ha doblado hacia arriba, comprimiendo el tubo de escape de manera que roza con la barra de transmisión. Un apaño con la goma que sujeta el tubo y cuatro bridas lo mantendrán en su sitio.
Nos dejan seguir y llegamos al oued; el panorama que se abre ante nuestros ojos coincide con lo que hemos estado soñando estos últimos meses sobre el Panda Raid. El agua se abre paso entre las arenas del poco profundo río atrapando a algunos coches; otros han conseguido pasar, otros están ayudando a salir. Las ruedas del coche de la organización patinan en el barro con el agua hasta las puertas. Me bajo para explorar el terreno y lo único que consigo es llenarme de barro, el piso es muy muy blando.
Decidimos un sitio para pasar. Es probable que nos quedemos, sería más seguro hacia la izquierda pero lo intentaremos por aquí. Gas a tope, palanquita mágica de la tracción 4×4 y el coche salta sobre el agua y cruza 18 de los 20 metros para pararse entre los “oooooos” de los que nos estaban animando. Sin pensarlo salí del coche trepando por la rueda y, tumbado en el capó, anillé el grillete de la eslinga; luego la lancé a la orilla y unos compañeros nos sacaron del efímero río.
Arrancamos sin problemas y nos sacudimos el barro. Al otro lado del oued nos colocamos para ayudar a pasar a algunos Pandas que también se iban quedando. Poco a poco va pasando toda la caravana y continuamos ruta.
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¡Al taller!
Debido al esfuerzo, el guardapolvo pierde cada vez más aceite. La caja de cambios se está quedando seca, por lo que procuramos no tocar mucho las marchas. Seguimos el camino, ya nos habían advertido que en el siguiente punto obligado de paso se desviaría a los coches que no presentaran buen aspecto. Y éste era nuestro caso, la valvulina caía a chorros. En el kilómetro 190 de la etapa nos esperaban las asistencias de Mohamed «El Gordito», famoso taller de la bella población de Zagora. Les seguimos y llegamos a sus instalaciones.
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Casi no habíamos bajado del coche cuando el mecánico que nos atendía ya tenía una rueda en la mano. Allí coincidimos con el equipo de Mónaco, que tuvo problemas de todo tipo durante el viaje y que incluso se tuvo que quedar dos días más en Marruecos para encontrar una caja de cambios. También estaba allí un equipo del País Vasco al que se le calentaba la montura.
Hago aquí un inciso para hablar del SPOT, un sistema de emergencia y localización que llevábamos todos los vehículos, que emitía continuamente nuestra posición y que nos podía servir, pulsando el botón adecuado, de llamada de emergencia. Al mismo tiempo nuestra familia y amigos podían saber prácticamente en tiempo real donde estábamos a través de Internet.
Mientras esperábamos llamamos a casa, y nada más descolgar nos preguntan: «¿Qué hacéis delante del cuartel de la policía de Zagora?» Si, el taller de Mohamed «El Gordito» está justo enfrente.
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Durante las reparaciones conocimos a Soufian, un niño de unos doce años que ejercía de ayudante, muy simpático, que iba y venía corriendo con la herramienta adecuada y que nos regaló una pegatina del taller que pusimos con orgullo en la parte trasera de nuestro Panda. En una hora estaba cambiado el guardapolvo y rellenada la valvulina por 60 euros, aunque la dirección se había quedado desalineada al tocar el amortiguador.
Salimos de Zagora para recuperar la ruta marcada por la organización y llegamos a tiempo antes de que se cerrara el tramo. Por delante había muchos coches que ya habían arrivado al campamento, mientras que a nosotros nos quedaba el último obstáculo de la jornada, un puerto sobre una pista pedregosa en la que la velocidad recomendada era de 1 kilómetro por hora.
Puro trial, con la tracción a las 4 ruedas fue hasta divertido; duro pero divertido, muy lento pero fuimos subiendo poco a poco. Delante de nosotros un Panda remolcaba a otro con la caja de cambios rota, que se quedaría arriba esperando las asistencias.
Se nos hizo de noche en el camino -ya asfaltado- que nos quedaba hasta el campamento, y tuvimos que montar la tienda a oscuras pero con la ilusión de que era el último día de dormir al raso.
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Cerca de los palmerales se encuentran los pueblos de adobe marroquíes
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