La historia de Peugeot es una de las más extensas en todo el vasto campo automovilístico europeo. No en vano, esta empresa se fundó hace casi doscientos años. Englobando actividades tan dispares como la fabricación de molinillos de café o la producción de bicicletas. Entremezclando todo esto con una de las mayores producciones automovilísticas del siglo XX. Alternando modelos masivos con algunas leyendas de la competición como el 205 T16 del Grupo B o el 905 de Le Mans. Así las cosas, aunque hoy en día pueda ser difícil de creer lo cierto es que Peugeot exhibió justo antes de la Segunda Guerra Mundial una de las gamas altas más populares y solventes de entre todas las europeas.
Obviamente muy por debajo de los exquisitos Rolls-Royce, Hispano-Suiza o Isotta Fraschini del momento. Aunque al mismo tiempo significativamente por encima de las gamas generales ofertadas por sus compatriotas Renault o Citroën. De esta manera, hasta mediados de los años treinta Peugeot ofertó los amplios 401 y 601. Dos modelos no muy icónicos, pero al tiempo bastante eficaces en términos de espacio y velocidad de crucero. Además, ambos fueron sustituidos en 1935 por el 402. Un diseño claramente influenciado por la aerodinámica Streamline recién llegada de los Estados Unidos. Evidenciando así hasta qué punto Peugeot sabía combinar su carácter de fabricante generalista con el permitirse experimentar e innovar en las zonas más altas de su gama.
De hecho, en aquel mismo 1935 estrenó las versiones Eclipse. Ofertadas tanto en los últimos 601 como en todas las series del 402, éstas presentaban por primera vez el techo rígido retráctil. Toda una innovación para el momento, siendo recuperada para la gran serie por el Ford Fairlane 500 Skyliner en 1957. Además, la propia Peugeot recuperó este tipo de techo en 1999 para inaugurar su actual saga CC Coupé Cabriolet. Con todo ello, resultaría complejo presentar a la Peugeot de los años treinta como una empresa poco creativa. No obstante, la verdad es que sí se había perdido algo del prestigio ganado en competición durante los años diez y veinte. Habiendo ganado incluso las 24 Horas de Spa en 1926.
Así las cosas, desde 1936 hasta los meses previos al estallido de la Segunda Guerra Mundial Peugeot colaboró de forma oficial con el carrocero Portout de cara a las versiones Darl’mat. Sin duda, las más estilosas y prestacionales de entre todos los modelos Peugeot nacidos durante los años treinta. Es decir, los más deportivos hasta que, ya en los ochenta, la casa del león se enfocó de nuevo en la competición con la ayuda y dirección de Jean Todt.
DEL CONCESIONARIO A LA SOCIEDAD COMERCIAL
Hoy en día todas y cada una de las empresas automovilísticas cuentan con perfilados departamentos comerciales. Gracias a ellos, no sólo se idean las campañas de publicidad. Sino que también se realizan numerosos estudios de mercado con los que determinar si cualquier posible modelo podría lograr un nicho comercial rentable. No obstante, hace décadas esto no era así. De tal manera, la comunicación entre los concesionarios y la fábrica resultaba esencial a la hora de sondear al público potencial.
En ese sentido, uno de los mejores ejemplos es la biografía de Max Hoffman. El austriaco emigrado a Nueva York que se alzó como uno de los mayores importadores de vehículos europeos a los Estados Unidos. Pero no sólo eso. Dotado de un excelente instinto comercial, sus análisis estuvieron detrás del nacimiento de modelos como el BMW 507, el Mercedes 300SL o el Porsche 356 Speedster. Todo ello gracias a una inusitada habilidad para leer por dónde iban a ir las necesidades y gustos del mercado deportivo. Justo en la misma forma y manera que Lee Iacocca sabía interpretar las demandas del automovilismo masivo.
Pues bien, a finales de los años veinte el distribuidor Emilie Darl’mat mostró unas habilidades similares. Al fin y al cabo, además de comerciar con modelos Panhard, en su taller de París también vendía la gama toda la gama de Peugeot. De hecho, para comienzos de los años treinta se centró solo en ello haciendo una apuesta tan particular como a priori arriesgada. Ni más ni menos que montar versiones prestacionales y aerodinámicas de los populares 301. Así las cosas, en 1933 presentó en el Salón de París uno de estos vehículos revestido por Pourtout. La casa carrocera en la que trabajaba Georges Paulin. Precisamente el responsable de las interesantes versiones Eclipse mencionadas anteriormente.
PEUGEOT 402 DARL’MAT, UN ENCANTADOR MODELO DE PREGUERRA
Una marca generalista raras veces puede permitirse el hacer pequeñas series exclusivas. Y es lógico. Al fin y al cabo, éstas exigen una producción artesanal que no cuadra con los grandes números y el ritmo de producción en cadena. Dicho de otro modo. Es casi imposible para una empresa masiva adaptarse a la pequeña escala impuesta por la artesanía dominante en los modelos de alta gama en tirada corta. Sin embargo, lo que sí resulta más sencillo es colaborar con algún preparador o carrocero en el cual se externalice el ensamblaje de estos modelos exclusivos.
Ejemplo de ello es lo que hicieron tanto Renault como FIAT con Alpine y Abarth respectivamente. Al menos hasta que acabaron absorbiéndolas en la década de los setenta. De una forma similar, Peugeot comenzó a suministrar oficialmente de chasis y mecánicas a Emilie Darl’mat y su consorcio con el carrocero Pourtout desde 1936. En primer lugar, los chasis fueron los del 302. Pero después, esta actividad se centró en una versión del bastidor del 402 algo acortado en su batalla. Así las cosas, para 1938 comenzó la producción seriada de los Peugeot 402 Darl’mat Special.
Ancho, corto y ligero, el Peugeot 402 Darl’mat Special se construyó tanto en versión abierta como cerrada. Eso sí, siempre bajo las indicaciones de Georges Paulin. Quien firmó aquí el que posiblemente sea su mejor diseño antes de ser fusilado en 1942 por las tropas nazis. Prueba de ello son sus excelentes líneas aerodinámicas, combinadas con exquisitos detalles salidos de la moda Art Decó. Con una producción estimada en unas 105 unidades, el Peugeot 402 Darl’mat Special contaba con el bloque motor de 1.750 centímetros cúbicos extraído del modelo de gran serie.
Un propulsor que permitió la inscripción de tres unidades en Le Mans 1938 por parte del concesionario Darl’mat. Un dato más que interesante. Pues este modelo consiguió ganar la clase de dos litros quedando además quinto en la clasificación general. De esta manera, el Peugeot 402 Darl’mat Special no quedó ante la historia sólo como un hermoso modelo. Sino también como un efectivo coche de carreras que, por un momento, permitió a la casa del león volver a estar en las posiciones más privilegiadas de las carreras en Europa. Sin duda, un clásico de preguerra realmente excepcional. Del cual RM Sotheby’s subastará la unidad con la que hemos ilustrado este artículo el próximo agosto en Monterrey, California.
Fotografías: RM Sotheby’s