Durante los años cincuenta el automovilismo norteamericano vivió su particular edad de oro. Una época asentada en el crecimiento económico de la posguerra. Sabiéndose una de las industrias más apreciadas y mimadas en un país que no sólo se había convertido en el centro de occidente, sino también en un territorio donde la movilidad se pensaba por y desde el automóvil privado. En este sentido, las industrias de Detroit actuaron como si no hubiera un mañana. Como si los recursos minerales y petrolíferos fueran inagotables para una economía en expansión a golpe de bases militares repartidas por todo el planeta.
Un optimismo estructural aún más intensificado con la carrera espacial. Llenando de estética futurista y sueños galácticos todos los elementos de la vida cotidiana. Incluidos los automóviles. Los cuales empezaron a lucir cromados, términos atómicos y volúmenes imposibles para la movilidad en una vericueta ciudad europea. Así las cosas, el ambiente era propicio a la recepción de ideas innovadoras respecto a las carrocerías. Aún por costosas y complejas que fuesen. Razón por la cual apareció en 1957 el Ford Fairlane 500 Skyliner.
Un enorme convertible con techo rígido capaz de consumir hasta 17 litros cada cien kilómetros. No obstante, su principal novedad radicaba en la capacidad del techo a la hora de meterse por sí solo en el maletero. Un automatismo que necesitaba de siete motores eléctricos, cuatro gatos elevadores y varios mecanismos de bloqueo para obrar algo que parecía de ciencia ficción.
La conversión de techado rígido a descapotable en tan sólo unos segundos. Sin duda todo un alarde que asienta al Skyliner como la gran referencia en lo que se refiere al inicio de los vehículos con techo rígido desmontable gracias a sus más de 13.000 unidades vendidas. Obviamente muchas más que las 79 del Peugeot Eclipse. Eso sí, el francés fue primer automóvil con este tipo de carrocería al presentarse en 1935. Más de veinte años antes que el Ford.
PEUGEOT ECLIPSE. UNA CARROCERÍA EXCLUSIVA
Fundada en 1925, Carrosserie Pourtout fue una de las mejores empresas carroceras en la Francia previa a la Segunda Guerra Mundial. De hecho, la mayor parte de sus trabajos fueron piezas únicas. Diseños tan elaborados como varias de las intervenciones que hizo sobre el Lancia Augusta -llamado Belna en Francia y con un novedoso V4 en ángulo estrecho- o los atractivos Peugeot 302 Darl’mat de carreras. Uno de los candidatos perfectos para hacer una versión de prestigio con la base del nuevo Peugeot 401. Un familiar de tamaño medio presentado en el Salón de París de 1934, el cual montaba un motor de 1’7 litros, cuatro cilindros y 44CV a 3.500 rpm.
Un éxito para la marca del león, llegando a vender 13.545 unidades en tan sólo sus dos años de producción. Posiblemente el mayor mérito del 401 de no haber sido por la variante Eclipse. Precisamente esa que se le encomendó a Pourtout de cara a crear un producto exclusivo y novedoso con impacto en los medios de comunicación. De esta forma, el proyecto de la carrocera no fue idear unas nuevas líneas sino introducir una invención con la que llevaban tiempo trabajando. Más concretamente su diseñador Georges Paulin.
Nombre clave en los primeros tiempos de la aerodinámica y autor de algunos diseños tan innovadores como el del Bentley Corniche I de 1939. Desgraciadamente muchos menos de los que podría haber realizado de no haber sido por su asesinato a cargo del nazismo en 1942. Hecho al que llegó tras ser traicionado mientras espiaba para los británicos como miembro de la resistencia francesa. Un final trágico, responsable de acabar con una brillante carrera en la que sus estudios aerodinámicos se combinaron con la creación del primer techo rígido convertible en el Peugeot Eclipse.
UN MODELO PARA PEUGEOT
El Peugeot Eclipse no sólo tiene el honor de ser el primer convertible de techo rígido fabricado en serie, sino también el de haber creado escuela dentro de su marca. Algo realmente interesante, ya que este tipo de carrocería permaneció olvidada durante décadas hasta su resurrección por el Mercedes SLK de 1996. Responsable de haber rescatado a los convertibles de techo rígido para la producción en grandes series. Sólo antecedido en lo más inmediato por algunos prototipos como el Alfa Romeo Proteo de Walter de’Silva, ensayo de lo que posteriormente serían los GTV y Spider.
En lo que respecta a Peugeot, ésta continuó la carrocería del Eclipse con variantes del 402 y del 602. Ambos coetáneos del 401 Eclipse, ya que mientras el primero fue su sustituto en la gama media el segundo fue el tope de gama producido hasta 1935. Mismo año de la construcción de las 79 unidades del primer Eclipse, tras el cual hubo que esperar hasta 1999 para la aparición de otro modelo convertible de techo rígido en la marca con el 206 cc. Un pequeño y simpático modelo que se vendió bastante bien gracias al carácter desenfadado de un coche que puso el conducir a cielo abierto al alcance de las masas. Y, lo que es más importante, sin renunciar a un ápice de practicidad.
Tras esta experiencia positiva Peugeot siempre ha ofrecido en los últimos años diversos modelos descapotables que siguen la estela del Eclipse de 1935. Entre ellos los actuales 207 cc y 308 cc. Protagonistas de una saga ya totalmente asentada en la marca francesa. La cual parte del ingenio creador de un judío que empezó como dentista, se desarrolló como diseñador de coches y acabó ante las balas del ejército nazi. Otra más entre las millones de historias desoladoras en una Europa desgarrada por la barbarie y el genocidio.
Fotografías: Ford / Peugeot