A principios del siglo XX el automóvil seguía siendo un invento muy reciente, y cautivados por esta nueva tecnología muchos emprendedores decidieron aportar su granito de arena a la historia del esta recién nacida industria. Por estas razones los albores de la automoción fueron una época similar al lejano oeste, puesto que no había normas sobre cómo tenía que ser un coche y es ahí cuando los fabricantes experimentaron con mecánicas de todo tipo.
No es para nada extraño oír hablar de motores de cilindrada insólita para los estándares actuales en los años anteriores a la I Guerra Mundial, como es el caso de la Bestia de Turín de Fiat que contaba con un bloque de cuatro cilindros de más de 28 litros, cifras que actualmente solo se ven en medios de transporte de mayor tamaño como barcos.
Esta obsesión por el gran cubicaje también se trasladó a vehículos producidos en serie como es el caso del Bugatti Royale, considerado erróneamente por muchos como el coche con el mayor motor de la historia con 12,7 litros, pero es que unos años antes la marca americana Pierce-Arrow creó un motor mayor y prácticamente olvidado.
PIERCE-ARROW, DEL LUJO A LA DESAPARICIÓN
La compañía estadounidense Pierce-Arrow nació como Heinz, Pierce and Munschauer en Buffalo, Nueva York, a mediados del siglo XIX, época anterior a la invención del automóvil y en la que su actividad principal era la fabricación de utensilios para el hogar. A principios del siglo XX dieron el salto a la fabricación de automóviles, y aunque los primeros coches fueron bastante modestos, en 1905 la marca hizo historia al ganar la carrera Glidden Tour, y en 1909 dos Pierce-Arrow se convirtieron en los primeros coches oficiales de la Casa Blanca.
En muy poco tiempo la marca se convirtió en un símbolo de estatus social dentro y fuera de Norteamérica, siendo el coche preferido de las primeras estrellas de Hollywood, algo que se reflejaba en sus precios que podían a llegar a ser veinte veces más caros que un Ford Modelo T. Aunque la compañía fue muy próspera, la Gran Depresión terminó por hundir a Pierce-Arrow, al igual que a otras de las marcas de coches más emblemáticas de la época.
PIERCE-ARROW MODEL 66, CABALLO GRANDE…
Para 1910 Pierce-Arrow introduce tres nuevos modelos en su catálogo, cuyos nombres se referían a la potencia de sus motores, que eran de seis cilindros en línea. El más pequeño de estos era el Model 38, que ya contaba con un descomunal cubicaje de 7,4 litros. A este le seguía el Model 48 de 11,7 litros y como tope de gama estaba el Model 66 con una cilindrada récord de 13,5 litros.
A nivel técnico, y aunque desde un punto de vista actual puedan parecer mecánicas muy poco eficientes, eran motores muy modernos y refinados para su época, tanto fue así que hasta 1929 la compañía solo ofreció coches con bloques de seis cilindros. Como peculiaridad técnica a partir de 1918 Pierce-Arrow fabricó motores de válvula lateral de tres bujías y cuatro válvulas por cilindro, creando uno de los únicos, sino el único, motor flathead con estas características.
Con un peso cercano a las dos toneladas la velocidad máxima era de unos 130 kilómetros por hora aproximadamente, muy superior al límite legal en la época y con una suavidad de marcha casi sin parangón. Para muchos los 66 CV de potencia que anunciaba la marca pueden parecer escasos y es que Pierce-Arrow calculaba el rendimiento multiplicando el diámetro por el número de cilindros, pero lo cierto es que el coche era mucho más potente, con los expertos situando el rendimiento del motor entre los 125 y 140 CV.
El coche se fabricó hasta 1919 con unas 1.250 unidades producidas, cifras sorprendentes para un coche con un precio cercano a los 7.200 dólares, el equivalente a unos 150.000 dólares en la actualidad. Este modelo se ofrecía en diversas carrocerías de las cuales la gran mayoría se hacían en las instalaciones de Pierce-Arrow, revolucionando la manera de fabricar coches al prescindir de carroceros externos, así como cambiar la forma de diseñar automóviles al instalar los faros sobre las aletas a partir del año 1914, elemento que convirtieron en seña de identidad.