Tulsa, Oklahoma, viernes 14 de junio de 1957. Frente al Ayuntamiento, y en medio de una gran expectación, un flamante Plymouth Belvedere dorado y blanco va a ser depositado en el interior de un sarcófago de cemento, preparado incluso para soportar un ataque nuclear. Se trata de una urna del tiempo, creada especialmente para la conmemoración del cincuenta aniversario del nacimiento de ese estado norteamericano. El Plymouth permanecerá enterrado durante cincuenta años, y se abrirá con el siglo XXI recién arrancado.
En su maletero se ha dejado un depósito con 40 litros de gasolina -por si en el futuro este preciado elemento ya no existe-, un litro de aceite, una caja de cervezas Schlitz, discos, una Biblia junto a la historia de las iglesias de Tulsa, una bandera norteamericana, un ticket de parking sin pagar y una libreta de ahorro con 100 dólares. La cápsula también contiene postales de ciudadanos en las que se ha escrito el posible número de habitantes que pudiera tener la ciudad en 2007.
La persona -o su descendiente- que más se acerque al censo oficial de ese año ganará el coche y la cuenta corriente. En la guantera destinada al acompañante hay unas pinzas para el pelo, un bote de tranquilizantes, un paquete de cigarrillos y una fotografía de una sonriente novia de 20 años. Una vez depositado en el interior de la fosa, el Plymouth se cubre con un plástico y se encierra bajo una losa de varias toneladas que lo guardará en la oscuridad y en el silencio hasta el próximo milenio…
Tulsa, Oklahoma, 12 de junio de 2007. Dos días antes de la fecha prevista, los operarios ganan tiempo moviendo la gran losa que cubre a Mrs. Belvedere. Y cuando la retiran… ¡ni rastro del coche! Bueno, para ser más exactos, en el lugar donde debería estar hay 8.000 litros de aguas estancadas con, se supone, la joya automovilística del 57 en el interior de la devastadora piscina. La explicación es tan sencilla como sorprendentemente decepcionante: los técnicos construyeron un refugio a prueba de bombas nucleares… pero no de aguas subterráneas.
Dos días después, es decir, transcurridos cincuenta años de su entierro y tras bombear parcialmente el agua de la fosa, el Plymouth Belvedere, aún cubierto por lo que queda de su envoltorio de plástico, es sacado gracias a una enorme grúa, emergiendo por fin de su cripta. Todavía no se sabe qué ha pasado realmente en el interior de ese plástico que mantiene la silueta de un vehículo pero que puede que tan sólo sea eso, una forma sin contenido.
Lo que parece seguir siendo un Belvedere es trasladado al Centro de Convenciones de la ciudad. Allí, una vez despojado de los materiales protectores, los ciudadanos pueden apreciar que el esplendor del Plymouth ha quedado completamente arrasado. Salvo la estructura, nada queda de ese vehículo elegido para ir al futuro por ser «un producto genuino de la industria americana, que aún mantendrá su estilo dentro de 50 años».
Aunque corroído aún mantiene su estampa, y pese a su encierro bajo el agua los neumáticos todavía tienen en su interior el aire de Tulsa en el año 57. De su interior, restos y formas de lo que un día llegó a ser la preferencia de sus posibles compradores. El motor y demás componentes mecánicos no volverán a moverse nunca. Los cromados y emblemas de la marca son los que han resistido mejor el paso del tiempo: Ellos fueron los únicos que posteriormente recuperaron una mínima parte del lustre perdido.
¿Qué hay de nuevo Plymouth Belvedere?
Pero, tras volver de la tierra, ¿qué ha sido del Plymouth en estos seis años? Tras conocerse que su ganador, Raymond E. Humbertson, había fallecido en 1997, en un principio sus hermanas Levada, de 86 años de edad, y Catherine, de 95, se hicieron cargo del coche y decidieron dejarlo en manos de una empresa de New Jersey especializada en detener la corrosión de los metales. De no ser así, Mrs. Belvedere se hubiera deshecho literalmente en pocos meses, al entrar el metal oxidado en contacto con la atmósfera.
Tras su traslado al nuevo destino el actual responsable es Dwight Foster, propietario de Ultra One Corporation, empresa comercializadora de un químico denominado Safestrustremover. Foster evaluó el estado del vehículo y, durante un año y medio, aplicó su remedio.
Después de 18 meses de trabajo algunas partes del Plymouth mejoraron su aspecto -llegándose a sacar incluso los colores dorado y blanco originales- pero el conjunto sigue en un estado extremadamente delicado. «Es como si fuera un artefacto del Titanic», afirma Foster. «Hay que tener mucho cuidado con él. Es tan frágil como si fuera papel.»
El Belvedere tiene demasiados agujeros y desperfectos como para que el coche se restaure completamente y pueda volver a circular. De hecho, Foster no está seguro de que sea posible abrir las puertas sin riesgo de daño para la estructura del vehículo. «Debemos estabilizarlo, y preservarlo», añade.
A partir de esta decisión ahora las preguntas son otras, y la más importantes de todas es qué hacer en el futuro con Mrs Belvedere. La ciudad de Tulsa ha ofrecido a sus propietarias la cantidad de 10.000 dólares por el vehículo, con el fin de que las nuevas generaciones lo puedan ver en algún museo, o incluso lo puedan trasladar y exponer por distintos lugares del país con la ayuda de un patrocinador. Sin embargo, la familia ha declinado la oferta: argumentan que muchos museos podrían estar interesados en él, teniendo en cuenta que se trata de un coche único en el mundo.
O al menos por ahora. Como no podía ser de otra forma, en Tulsa se volvió a encapsular en 1998 otro Plymouth con el objetivo de conmemorar el centenario de esta ciudad, que se incorporó a Oklahoma en 1898. Esta vez el elegido fue el prototipo del Prowler, un modelo de aspecto futurista que se dejó de producir en serie en 2001 y que, si sobrevive a esta aventura en el tiempo, volverá a ver la luz dentro de 50 años cuando en 2048 se celebre la efeméride correspondiente.
La calidad de su refugio ha sido mejorada, situándolo por encima del nivel del suelo y sellándolo y presurizándolo. Una vez desencapsulado, el vehículo será devuelto a Chrysler, su legítimo propietario. Confiamos en que alguien pueda hacer la crónica de La Escudería de ese momento…
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Nota final: Sin embargo, los casos de enterramiento del Belvedere y del Prowler no son los únicos en el mundo. En España existen algunos ejemplos , de los que hablaremos en un futuro artículo que, a modo se segunda parte de éste, se publicará proximamente…