Antes de nada, una aclaración de conceptos. Y es que, mientras el concepto de “histórico” cuenta con desarrollo administrativo, el de “clásico” va adherido a todo tipo de debates, preferencias e interpretaciones.
Es decir, un “histórico” es “histórico” porque al haber cumplido treinta años desde su fabricación -o primera matriculación- puede iniciar los trámites dispuestos para lograr la matrícula que así lo acredite. Eso sí, siempre y cuando preserve en líneas generales su estado original.
En contraste a esto, la consideración de “clásico” pertenece más al ámbito de la afición que al de la administración pública. De esta manera, en su definición entran criterios discutibles como la aportación del vehículo a la historia de la automoción, su valor simbólico o el nivel de diseño e ingeniería.
Todo ello por no hablar, claro está, de la particular historia emocional de cada persona. En fin, si bien está claro cuándo un vehículo puede o no puede ser histórico, su categorización como clásico depende más de un cierto estado de opinión.
Algo especialmente visible con la presencia -cada vez más acusada- de modelos de los años ochenta en las publicaciones sobre vehículos históricos. Interesante, pero muy sobredimensionada si la comparamos con el tratamiento dado a modelos de épocas anteriores.
Y es que, algún día, deberemos hablar sobre hasta qué punto hay una afición enciclopédica a la historia del automovilismo o, más bien, un gusto creciente por ver, una y otra vez, sin cambios ni retoques, textos cada vez más menguantes sobre automóviles archiconocidos.
Dicho esto, lo cierto es que a parte de la afición le puede resultar chocante tratar al Citroën BX como clásico. Sin embargo, el tiempo pasa para todos y a decir verdad es que, a pesar de haber sido un vehículo masivo hasta hace más bien poco, sus primeras unidades salieron de fábrica en 1982. Es más, las últimas lo hicieron en 1994; hace ya casi tres décadas.
Así las cosas, guste más o menos no cabe duda sobre cómo el BX ya está saliendo del limbo de “coche viejo” para entrar por pleno derecho al de los coleccionables.
CITROËN BX SPORT, UNA VERSIÓN A TENER EN CUENTA
Asimismo, el tiempo está resaltando cualidades muy interesantes; entre ellas la suspensión hidroneumática. Otrora denostada por multitud de mecánicos -hay que tener conocimientos específicos para trabajar con ella- aunque ahora justamente reconocida como una delicia tecnológica digna de plena admiración. Más allá de este hecho, el Citroën BX incluye la posibilidad de ser utilizado como un “daily classic” dada su practicidad. Especialmente notoria cuando hablamos de ella en términos de habitabilidad o consumos.
Aun con esto, y siendo sinceros, resulta entendible cómo algunos pueden seguir encontrando muy poco interesante todo lo relacionado con este modelo. Sin embargo, el Citroën BX tiene una baza a su favor en relación a su carácter coleccionable. En primer lugar, es un Citroën. Afirmación ésta que, cierto es, hemos de situar en el contexto relativo a décadas anteriores y no en el de su gama presente.
No obstante, aunque cuando se desarrolló el BX la marca ya había caído bajo la gestión de PSA, lo cierto es que todavía conserva algunos detalles propios del tiempo en el que Citroën era tan innovadora como lo había sido Lancia. En fin, ahí están las suspensiones hidroneumáticas y sus líneas firmadas por Marcello Gandini para demostrarlo. Todo ello aderezado -y aquí viene la principal baza a favor- con una interesante panoplia de versiones potenciadas.
Y no, no hace falta irse a los específicos 4TC para encontrar algo digno de interés. De hecho, en segmentos inferiores podemos encontrar variantes como la Sport. Dotada con un comportamiento agradable y solvente para viajar sin preocupaciones, su motor con cuatro cilindros y 1.9 litros es capaz de rendir 126 CV a 5.800 rpm alimentándose con dos carburadores Solex de doble cuerpo. Esto empieza a cambiar la percepción sobre el BX, ¿verdad? En fin, estamos hablando de un familiar práctico que, no por ello, reniega de un cierto empuje aderezado con todo el encanto aromático de la carburación.
Además, visualmente destaca a la primera gracias a su kit. Y bueno, como último argumento a favor de su carácter coleccionable está su producción; mucho más escasa de lo que se pudiera pensar. De hecho, incluso con un éxito comercial rotundo -sólo se iba a hacer una pequeña serie y finalmente se acabaron entregando tres- la cifra total de unidades se sitúa en unas 7.000. Si a esto le sumamos la forma y manera en la que muchas de ellas acabaron en el desguace -ese tiempo de “coche viejo” al que sobreviven pocos modelos- tenemos al Citroën BX Sport como un coche realmente difícil de ver y, por tanto, deseable.
Pero en fin, será mejor que nos lo cuente Guillermo García García en su canal; donde podemos encontrar un reciente e interesante vídeo sobre este modelo. Disfruten de ello.
Imágenes: PowerArt / Citroën