Como ya comentábamos en la crónica sobre Goodwood Revival, las dimensiones y cifras que se manejan son superlativas. Tanto la cantidad de público asistente –cientos de miles de personas- como el número de coches reunidos, así como las cifras barajadas en ventas o subastas… todo impresiona.
Y es que, como comentábamos, aparte de las carreras hay mucho que ver en Goodwood, quizá demasiado. Sólo en el “parking para clásicos” se podrían pasar horas y horas observando la variadísima fauna que sin ningún orden concreto se aparca a lo largo y ancho de varias hectáreas de típica pradera británica.
Tan pronto nos cruzamos con un pequeño Ford 100E Popular de finales de los 50 regularmente “tuneado” con llantas modernas y llamas pintadas en los laterales como con un señorial Austin Tipo 18 de 1910. Así como no hay distinción de edad o condición, tampoco hay distinción por valor o importancia, pudiéndose encontrar cosas verdaderamente curiosas.
Por ejemplo, nos encontramos un impresionante Ferrari 250 TDF aparcado entre vehículos “populares”, y no podemos sino preguntarnos ¿Será original? En este caso su precio sería de varios millones de euros. ¿Y si es así, porqué no está compitiendo? Cosas de los ingleses.
De esta guisa veíamos en un rincón dos espectaculares Vauxhall y Bentley de los años 20, que también se merecerían entrar en pista… o un precioso Frazer Nash XML 675 de 1952 con un extenso pedigrí en competición (había competido en las 12 horas de Sebring, según indicaba un cartelito colocado en el parabrisas).
Y todos ellos bastante alejados del circuito, como el MG Ashley de 1963, una versión del Sprite creada expresamente para competición… que también estaba en el parking como mero visitante.
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Diversidad británica
Parece mentira que la industria automovilística inglesa, tan potente en el pasado, haya desaparecido casi por completo en nuestros días. Para convencerse del glorioso pasado automotriz británico bastaba con seguir paseando por el parking, donde uno se podía encontrar con tal variedad de marcas como para perderse.
Deportivos como los Talbot, HRG o Invicta de los años 30, extraños productos de los años 70 como los Reliant Smicitar con carrocería de fibra o la asombrosa cantidad de Bristol presentes, desde modelos únicos como el 401 Cabriolet de 1949 carrozado en Italia por Touring hasta modelos difícilmente reconocibles como el 603 de 1977.
Tampoco importa el estado o el grado de originalidad. En un escaso radio de metros se encontraban un Morris 8 de 1935 con una horrible carrocería moderna artesanal de aluminio, un majestuoso y enorme Daimler DE 36 de 1948 perfectamente restaurado o un Hot Rod Ford con elementos de los años 30, 40 y 50.
Como no puede ser menos por aquellas tierras, también asombraba el número de Bentley y Rolls Royce de todas las épocas y modelos. Es difícil destacar alguno entre los cientos de unidades reunidas, pero merecen una mención especial el exótico Bentley R Type de 1955 carrozado por Facel Metallon en Francia o el imponente Rolls Royce Phantom III Cabriolet Vanvooren de 1937 que venía de participar en el prestigioso concurso de Peeble Beach.
Raros entre los raros estaban un AC 428 roadster de 1967, un Bean Twelve Tourer de 1923 y un Reliant Sabre Six roadster de 1963, siendo este último la versión inglesa del primer coche deportivo fabricado en Israel, el Sabra Sports, con carrocería de fibra de vidrio.
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Fibra y otras réplicas
Dentro de este “submundo” del plástico también había donde elegir. Entre las varias rarezas había un Bond Equipe GT45 de los 60, basado en el Triumph Herald, un Fiberfab Bonanza GT con mecánica Volkswagen e incluso una burda réplica de Ferrari GTO basado muy probablemente en un barato deportivo japonés.
Los ingleses tampoco “se cortan” en esto de las réplicas, y las había en cantidad… y diferentes calidades. Había tantos Jaguar C en el parking que su número superaba a la producción real de los años 50, aunque estas réplicas eran de gran calidad. No tan logrados, también había varios Teal con mecánicas MG y falso aspecto de Bugatti que suelen escandalizar a los más entendidos.
Y entre lo original y la réplica había “mejunjes” como el Austin Healey de los 60 que había perdido su carrocería original a favor de una especie de copia de una de los años 30, o el Ockelbo de los años 60, que ya entonces era una especie de réplica fabricada en Suecia de los Ferrari y Jaguar de los años 50.
Dentro del recinto
Una vez escudriñado el parking, en el interior también encontrábamos rarezas de todo tipo. En el recinto del Goodwood Motorshow –estático, y a cubierto- se podían ver prototipos únicos como el Maserati Medici de 1976 o el Triumph Stag “Experimental Coupe” de 1971, este último basado en un modelo de gran serie.
Otros podían ser considerados igualmente exóticos para el gran público a pesar de no ser tan extraños, como era el caso del Gordon Keeble. Esta marca tan solo produjo 100 unidades entre 1964 y 1967, y eso que la carrocería estaba firmada por Bertone y la mecánica procedía de los Chevrolet Corvette.
En cuanto a los vehículos de competición propiamente dichos no nos vamos a extender dado el resumen que ya hicimos en la crónica, pero merece la pena mencionar a los Tojeiro, Rochdale, Ginetta o Tornado Talisman, marcas que en nuestro país apenas son conocidas por un puñado de aficionados.
E incluso sin irse a marcas desconocidas, algunos ejemplares de fabricantes más “populares” también son casi imposibles de ver si no es en un lugar como Goodwood. Por poner algunos ejemplos, el Marcos GT Xylon de 1960 con el que debutó en las carreras el mítico Jackie Stewart, el Lotus 11 “Breadvan” o incluso el BRM-Rover de los 60 impulsado por una revolucionaria turbina de gas.
Y además, industriales
Para terminar, y como no podía ser menos en Inglaterra –país pionero en la llamada “preservación” del patrimonio sobre ruedas- los clásicos “pesados” podían verse casi en cada esquina. Por ejemplo la organización fleta un servicio de buses clásicos para transportar al público que acude en transporte público desde la estación más cercana hasta el circuito, pudiéndose así disfrutar de joyas como los Bedford OB o el AEC Reliance, un diseño que fue revolucionario en los años 50.
Luego están las varias furgonetas del público asistente, del servicio a los equipos que compiten o los típicos puestos de comida rápida, que llegan a un nivel de detalle inimaginable y en algunos casos incluso venden comida envuelta en ficticios periódicos antiguos.
En la parada militar también había mucho material “típico” del que se suele ver en cualquier película o recreación, pero además se veían rarezas como los míticos Scamell británicos de 6 ruedas motrices que eran utilizados como grúas o para arrastrar cargas pesadas por terrenos difíciles.
Ya lo dijimos al principio, con tanto material ¡lo normal es no llegar a verlo todo!
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