A la hora de abordar la génesis del Renault 40 -uno de los prototipos menos conocidos en toda la historia de la casa francesa- lo mejor será situarse unos diez años antes de su presentación. Así las cosas, comenzaremos nuestro relato allá por 1960. Año en el cual se descontinuó la producción del Frégate -berlina responsable de cubrir el segmento D desde 1951- mientras al fin se materializaba la unión con IKA comenzando la fabricación del Dauphine en Argentina.
Dicho esto, lo cierto es que aquel fin de producción estaba dando no pocos problemas a la dirección de Renault. Para empezar, la Frégate no podía haber sobrevivido más años en el mercado europeo debido a su ya vetusta concepción en todos los sentidos. Es decir, siquiera un retoque cosmético podría haber alargado su vida comercial. Menos aún cuando tanto en Alemania como en Italia estaban apareciendo nuevas apuestas para el ámbito de los tres volúmenes.
Pero por si esto no fuera poco, Renault tardó la friolera de cinco años en presentar un sustituto hasta que al fin lo hizo con el R16. Un vehículo magnífico para su definición aunque, al mismo tiempo, alejado en lo visual de las berlinas al contar con su espacioso portón trasero. En suma, efectivo aunque -quizás- demasiado heterodoxo.
Llegados a este punto, el final de la década de los sesenta sorprendió a Renault sin un vehículo capaz de representar su tope de gama con una visión avanzada en lo técnico y clasicista en la estética. Todo un problema pues, no se nos olvide, justo en 1968 se había liberalizado el comercio entre los socios fundadores de la Comunidad Económica Europea.
Un hecho histórico a todas luces prometedor aunque, a decir verdad, había pillado a los fabricantes franceses totalmente desprovistos de berlinas capaces de competir frente a las provenientes de Alemania. Es más, el prototipo H -una suerte de modelo innovador con Peugeot como socia tecnológica- nunca llegaría a serie y, por lo demás, Citroën y sus DS e ID estaban muy desactualizados tanto en seguridad como motorizaciones.
RENAULT 40, LA APUESTA QUE PUDO HABER LLEGADO DE ARGENTINA
Al tiempo que Renault no acababa de dar con la tecla del segmento D en Europa, en Argentina su alianza con IKA debía renovarse con un nuevo modelo de alta gama local. Asimismo, éste debería sustituir al Torino para, al fin, crear una suerte de Renault plenamente argento a fin de introducir aún más a la marca en aquel mercado sudamericano.
Ahora, por qué no dar a aquello una dimensión más global. Por qué no usarlo como base para una hipotética berlina europea que, además y al igual que el Torino, habría de contar con una llamativa versión coupé. Con todo ello, la dirección central de la Régie Nationale asumió como propia la apuesta de sustituir al Torino encomendando su aspecto al diseñador de su centro de estilo Robert Broyer.
Fruto de aquello fue la presentación de un primer modelo en barro a comienzos de 1972. Moldeado en los talleres del carrocero italiano Coggiola, éste presentó dos puertas en el lado izquierda y sólo una en el derecho. Y no, que nadie piense en llamativas heterodoxias pues la finalidad de aquello estaba en exhibir, mediante un único modelo, tanto las líneas de la berlina como las del coupé. Obvia y curiosamente, dotadas con una zaga idéntica.
Además, en el frontal se intercambiaban unos faros en vertical -destinados al modelo Argentino, con un cierto toque americanizante- con cuatro redondos como vendría a ser recurrente en Renault. Dicho esto, los planes relativos a desdoblar el proyecto a ambos lados del Atlántico no se ocultaron en absoluto, mostrándose claramente el logo de la argentina IKA en este modelo de barro.
Respecto al desarrollo mecánico, éste se dejó en manos de los responsables argentinos quienes, con un talante prudente, optaron por afinar la gama de motores ya vista en el Torino con bloques de seis cilindros y hasta 3.8 litros. Todo ello incluyendo inyección directa a fin de cumplir con mejores estándares tanto en las emisiones como en los consumos y el rendimiento.
Sin embargo, la llegada de la Crisis del Petróleo en 1973 puso el proyecto del Renault 40 contra las cuerdas. En primer lugar, aquello había golpeado al sector automovilístico como nada lo había hecho en décadas.
Y, además, dejaba al menos por un tiempo fuera de combate a los vehículos más generosos en sus cilindradas. En suma, nada estaba a favor de arriesgar con un modelo como el que se estaba preparando.
Bajo este contexto, mientras en Francia decidían continuar al R16 con el R30 en Argentina apostaron por ampliar la vida del Torino hasta 1981 ni más ni menos. Obviamente, un cúmulo de circunstancias entre las cuales desapareció el proyecto del Renault 40.
Es más, de los cuatro prototipos operativos usados por IKA sólo sobrevivió uno y, en lo referido a los archivos, casi toda la documentación fue destruida. Motivos más que suficientes para entender a nuestro protagonista como uno de los prototipos más curiosos y desconocidos en la historia de la casa francesa.
Imágenes: Renault