La conexión entre la aviación y el automovilismo es algo evidente y muy prolífico. Especialmente cuando hablamos de los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial, con diseñadores como Gabriel Voisin marcando la hoja de ruta llevando a las cuatro ruedas su experiencia en los aires. De esta manera, elementos tan cotidianos en nuestros coches como pueden ser el turbocompresor o la inyección directa vieron en los aviones sus primeras aplicaciones prácticas. Con todo ello, resulta llamativa la cantidad de ingenieros automovilísticos curtidos en la fabricación de motores de aeronáuticos.
Así las cosas, mientras Alfa Romeo dejó atrás su división Avio hace no pocas décadas, empresas como Rolls-Royce siguen siendo un referente en el sector del aire. Además, para los anales de la mecánica quedan los motores de avión construidos por la Hispano-Suiza, la FIAT Aviazione o los Daimler-Benz DB 600 de los años treinta. No obstante, un dato más bien desconocido es la implicación de Renault en la aviación tanto civil como militar. Algo que tuvo su época más memorable durante la segunda mitad de los años treinta con el Renault 12R. Un motor V12 invertido construido en acero para rendir 730CV en las versiones más afinadas.
Responsable de equipar en su mayor cantidad de unidades a aviones de transporte, en los momentos previos a la Segunda Guerra Mundial logró cierta celebridad al equipar también a los cazas Cuadron C.712. Protagonistas de las fuerzas aéreas de Francia y Polonia, evidentemente muy por atrás del poderío tecnológico exhibido por los alemanes y británicos. No obstante, juzgando por su historial de aplicaciones así como los más de diez años en fabricación, el motor Renault 12R fue un verdadero hito tecnológico en el historial de la casa del rombo. Algo en lo que participó el ingeniero Marcel Riffard, quien también supo llevar su experiencia aérea al mundo de la competición automovilística.
RENAULT 4CV, BASE PARA LAS CARRERAS
Presentado en 1946 bajo la bandera de la victoria aliada, el Renault 4CV se mostró como la opción razonable de cara a motorizar un país al cual la contienda había dejado seriamente mermado. De hecho, Renault había sido nacionalizada por De Gaulle bajo acusaciones de colaboracionismo a Louis Renault. Así las cosas, la casa del rombo comenzaba una época totalmente nueva en la que sus vehículos habían de tener una clara y adecuada función social para las mayorías. Coordenadas en las que el asequible y robusto 4CV encajaba perfectamente.
No obstante, más allá de la dirección de Renault existían una gran cantidad de entusiastas deportivos organizados en multitud de equipos, talleres y escuderías. De esta forma, y al igual que en Italia había sucedido con los FIAT 1100, del 4CV aparecieron no pocas versiones de competición modificadas artesanalmente. Y no sólo en su mecánica, sino también completamente recarrozadas a fin de competir en multitud de pequeños trofeos desperdigados por toda Francia. Algo que también pudo verse en lo referido al Simca 8. Otro modelo sencillo, económico y fácilmente personalizable.
Llegados a este punto, a comienzos de los cincuenta la parisina Société d’Etude et de Recherches realizó dos modelos de competición basados en el Renault 4CV. Carrozados con paneles de aluminio y dotados de una caja de cambios con cinco velocidades acoplada al motor mejorado de un 4CV, se homologaron bajo el nombre de Guépard. Con todo ello, comenzaron su periplo en carreras añadiendo también un carburador Solex y una culata mejorada. No obstante, en 1954 una de aquellas dos unidades se estrella. Justo el momento en el que todos los factores se concitan para el nacimiento del Renault 4CV Riffard Tank.
LLEGA EL DISEÑO DE MARCEL RIFFARD
Ligado a la marca Renault desde los tiempos en los que trabajó en los aviones equipados con el motor 12R, Marcel Riffard también ideó diseños automovilísticos a pequeña escala. Gracias a ello, cuando el piloto Paul Bobet decide reconstruir su 4CV estrellado piensa en él para la realización de una carrocería aerodinámica. Y es que ahora la idea no era simplemente participar en trofeos nacionales. Sino cosechar todos los récord del mundo posibles en la categoría de los 750 centímetros cúbicos aprovechando los 743 en los que se quedaba el motor del 4CV.
Algo que logró en al menos tres registros. Ayudando a su escueto motor con una aerodinámica que parece honrar en su sencillez a la exhibida en los diferentes Bugatti Tank. Todo ello firmado por Riffard, quien había concebido una sencilla barquette de una sola plaza definida por sus carenados y bajo perfil. Perfecto para rodar en línea recta a la mayor velocidad posible. Aunque la falta de un alerón trasero para mejorar la carga aerodinámica seguramente tuvo que pasar factura al aplomo. Un detalle que se contemplaba poco en 1956, cuando este 4CV Riffard echó a andar rumbo a sus récords. Eso sí, pocos años después fue retirado a un desguace del que felizmente se retiró en 1969. Actualmente es parte de la colección oficial de Renault tras haber sido subastado en el 2018 por Artcurial.
Fotografías: Artcurial