Muchos aficionados se llevaron las manos a la cabeza cuando, durante el pasado Goodwood Revival, el Ferrari 250 GTO que pilotaba el indio Karun Chandhok trompeaba envuelto en llamas. El ex conductor de HRT en Fórmula 1 consiguió controlar el coche y evitó que chocara con las vallas que delimitan el circuito. También los extintores hicieron su parte apagando rápidamente el fuego. Se trató de una avería de motor que además rompió el cárter, provocando que el aceite llegara a los escapes que a continuación se incendió.
Chandhok se bajó sin daños del coche, pero el Ferrari 250 GTO tiene una buena reparación mecánica por delante. Diferentes medios y las redes sociales se hicieron eco del hecho, la gran mayoría lamentando el destrozo en una máquina de más de 50 millones de dólares de valor. Llegado a este punto, arrancó el debate, siempre acalorado en la red, ya que algunos defendimos que posiblemente no fue una unidad original. Por supuesto, nos echaron a los leones ya que cómo iba a permitir Goodwood la presencia de réplicas, recreaciones y demás.
Pues efectivamente es así, en los grandes eventos de clásicos participan réplicas, recreaciones y clones. De hecho, el dueño del 250 GTO averiado tiene una unidad original, pero no es la primera vez que participa con una réplica que se hizo sobre un 250 GTE que está perfectamente documentada y la que incluso cambió de lado el volante para mayor comodidad. Todo apunta a que ésa fue el ejemplar que conducía Karun Chandhok en el Revival. Es complicado pensar que nadie cedería su GTO original a un piloto de Fórmula 1 para exprimirlo en una carrera. De hecho, muchas veces las unidades “pata negra” salen a las parade laps y se vuelven a boxes.
SOBRE CLONES Y RÉPLICAS
Además de las réplicas al uso, que no pretenden sustituir a ninguna unidad concreta, existen los clones, que son reproducciones exactas de un ejemplar determinado. Los encargan los propios dueños, de forma que participan en las carreras con una copia de su propio coche, al que se le han recreado incluso los golpes y defectos que luce. Incluso replican el número de chasis.
El precio de fabricar una reproducción de este estilo puede irse por encima de los uno o dos millones de euros, tal es la calidad de las mismas. Sólo se hacen de coches realmente valiosos, del estilo de los Ford GT40, Porsche 917 o los Ferrari 250 GTO. Los clones son más difíciles de detectar, pero en el paddock se sabe perfectamente quien corre con su unidad “pata negra” y que lleva un clon. Cuenta la leyenda que, en cierta ocasión, un piloto acabó tercero derrotado por dos máquinas idénticas y recibió una efusiva felicitación por ser el primero original.
Además, tenemos las recreaciones, que son unidades modernas hechas con especificaciones de época, algunas incluso construidas por las propias marcas, como los Jaguar E-Type “Reborn”. También se hizo una tirada de Lola T70, que llenaron las parrillas a inicios de los años 2010, e incluso ha habido quien se ha construido su propio Tyrrell P34 desde cero usando los planos originales de la época. Impresionante, sí, pero de dudoso interés histórico, es más, luce el número 5 en vez del 3 o el 4 porque el objetivo no es engañar a nadie. Por último, hay quien corre con su coche original, pero sustituyendo el motor por uno equivalente, de forma que la mecánica no sufra ni esté expuesta a roturas.
SU PRESENCIA ES POSITIVA
Aunque algunos os llevéis las manos a la cabeza leyendo este texto, hay que aclarar que la inmensa mayoría de los coches que participan en las carreras de clásicos son originales. Especialmente si hablamos de los F1 históricos, mucho más difíciles de construir por motivos obvios. Además, la presencia de algunas réplicas y clones no es negativa ni muchísimo menos, pues de otra forma sería imposible ver este tipo de máquinas en acción. Y no sólo eso, nos permiten ver carreras de verdad, luchas cuerpo a cuerpo con ejemplares que, de ser originales, irían de paseo, porque no es lo mismo tener un golpe con un automóvil de un millón de euros que con uno que supere la treintena. Por eso los pilotos arriesgan tanto y pelean de tú a tú y por eso los dueños ceden sus coches a pilotos de renombre.
Gracias a la presencia de algunas unidades no originales, podemos ver cómo eran las carreras en los años 50, 60 o 70, en las que los conductores siguen jugándose el pellejo. Porque, réplicas o no, están hechas a especificaciones de época, con lo que eso significa a nivel de seguridad activa y pasiva. Además, la alternativa serían parrillas mucho menos interesantes, con modelos de menor valor y, sobre todo, menos representativas de las competiciones de época, que es al final de lo que se trata.
Arena de otro costal son los concursos de elegancia, donde que el coche sea original y una unidad concreta forma parte fundamental de su interés. Evidentemente, ahí si está estrictamente vetada la participación de réplicas, aunque no es necesario, pues los dueños no tienen problemas en llevar sus coches porque no sufren como en un circuito.
Imagen de portada de Toby Parsons en Pixabay.