Hablar de modelos sobrealimentados por turbocompresión durante los años setenta es tanto como mencionar deportivos dotados de un nervio a veces muy brusco. Sin embargo toda norma suele tener su excepción, siendo en este caso el Saab 99 Turbo presentado en 1977. Uno de los vehículos más avanzados de su época y, a la postre, cimiento para la aparición del mucho más conocido 900 Turbo.
Así las cosas, lo mejor será ir por partes a fin de descubrir las claves de nuestro protagonista; no sólo trascendental a la hora de analizar cómo la turbocompresión aterrizó en el ámbito de los compactos sino también heredero de una tradición de eficiencia y seguridad basada en los propios inicios del Saab 99 en torno a una década antes.
Para empezar lo primero a tener en cuenta es lo heterodoxo de la gama Saab relativa a los años cincuenta y sesenta. Basada en sus 92, 93, 95 y 96 ésta portó durante la mayor parte del tiempo en cadena de producción escuetos bicilíndricos o tricilíndricos con ciclo de dos tiempos siempre con tracción delantera. Una serie de soluciones algo heterodoxas aunque, a decir verdad, especialmente eficientes para un clima donde las carreteras permanecen heladas una buena parte del año.
Es más, de la excelente motricidad exhibida por aquellos Saab dan buena cuenta sus éxitos en los rallyes de invierno, en los cuales la nieve no sólo exigía un control mesurado de la potencia sino también una fiabilidad de la cual se hizo gala en pruebas africanas como el Rallye Safari. No obstante el paso del tiempo fue exigiendo una mayor escalada en materia de potencia, incorporándose así a la familia de motores un V4 procedente del Ford Taunus.
ENTRAR CON PIE FIRME A LOS NUEVOS TIEMPOS
Aunque durante dos décadas Saab había demostrado una adaptación exquisita a las particularidades de su mercado local lo cierto es que para finales de los años sesenta su gama pedía una profunda adaptación. Asimismo esto resultaba necesario para el crecimiento de las exportaciones, ya experimentadas con éxito desde años atrás en especial cuando observamos las cifras relativas a los Estados Unidos.
Llegados a este punto el futuro Saab 99 presentado en 1967 partió de una hoja en blanco con un pliego de condiciones donde destacaba ante todo la seguridad. Gracias a ello este compacto disponible en carrocería berlina, coupé o combi-coupé -cuasi un «shooting brake» gracias al buen acceso dado al espacio de carga- presentó innovaciones muy interesantes aún aplicadas en nuestros días.
En este sentido seguramente ustedes conozcan la peculiaridad dada en los bóxer de Subaru, los cuales se descuelgan con una gran facilidad en caso de un impacto contundente. Todo ello con la intención de disipar menos energía al tiempo que la mecánica no acabe incrustándose en el habitáculo con unas consecuencias funestas para los cuerpos de los ocupantes.
Pues bien, el Saab 99 ya incluía este avance de una forma bastante novedosa. Además se integraron en las puertas barras de refuerzo anti-intrusión muy efectivas en caso de impacto lateral. Y sí, estamos hablando de un modelo estrenado a finales de los años sesenta; aproximadamente unas dos décadas antes de que marcas germanas como Audi anunciaran este mismo elemento de seguridad como algo exclusivo de las mismas.
SAAB 99, INICIOS CON MOTOR TRIUMPH
Como vemos la mayor parte de las innovaciones en seguridad presentadas por el Saab 99 repercutían en la creación de un habitáculo concebido a modo de celda de seguridad. Es más, el techo y sus pilares pasaron severas pruebas buscando la mayor rigidez posible -en las reviradas carreteras nevadas de Suecia puede ser fácil volcar- al tiempo que el capó se diseñó para deformarse en su parte central en caso de choque delantero.
Todo ello con la vista puesta en que adquiriese un pliego en forma de cuña elevada tras el cual parapetarse el parabrisas; en verdad una idea muy práctica cuando -recordemos, hablamos de Suecia- atropellar a un enorme reno es algo relativamente habitual y absolutamente peligroso.
En fin, podríamos estar más líneas hablando sobre la seguridad del Saab 99 -aún quedan elementos como el inhibidor de arranque o los paragolpes deformables- pero, en líneas generales, pensamos que ha quedado bastante claro cómo la casa sueca hizo una disruptiva apuesta de futuro con el lanzamiento de este modelo familiar.
Respecto al motor éste se confió a Triumph, la cual proveyó del mismo bloque con cuatro cilindros -y esta vez sí, cuatro tiempos- visto en el Dolomite. Más que suficiente con sus en torno a 87 CV. Eso sí, cuando en 1972 Saab y Scania se fusionaron la marca de camiones empezó a trabajar en un nuevo y más sólido bloque motor para los automóviles turismo; algo a lo cual sumar la aparición por aquellas mismas fechas de la inyección directa en la gama de Saab.
LA BASE PERFECTA PARA MONTAR UN MOTOR MÁS POTENTE
Resulta interesante descubrir la evolución mecánica del Saab 99 pues gracias a la experiencia acumulada por Scania en sus camiones el motor Triumph original fue constantemente revisado y mejorado -especialmente en fiabilidad- hasta generar algo completamente nuevo.
Es más, en 1973 la aparición de la versión EMS -Electronic Manual Special- daba un primer paso adelante en clave deportiva al entregar 110 CV gracias a la suma de la inyección directa así como una cilindrada aumentada hasta los 1.981 cc.
No obstante los ingenieros de Saab siguieron pensando en la posibilidad de presentar un 99 aun más potenciado. Y es que, no en vano, la excelente rigidez de la cual hablábamos al reseñar la seguridad del modelo daba alas a un chasis capaz de asumir un motor con una respuesta mucho más contundente.
Así las cosas primero se pensó -obvio- en recurrir al V8 con 2.5 litros instalado por Triumph en su descapotable Stag. Sin embargo Scania contaba con una gran experiencia sobrealimentando a sus camiones mediante la turbocompresión, por lo que ya en los años setenta Saab decidió unirse a un escueto club al cual sólo habían entrado competidores como BMW con su 2002 Turbo pensado para el rendimiento en los circuitos.
SAAB 99 TURBO, POTENCIA SUAVE
Aunque el turbocompresor se ha demostrado a la larga como un magnífico aliado para la eficiencia en el consumo, lo cierto es que su aplicación masiva al ámbito del automovilismo europeo desde finales de los años setenta y comienzos de los ochenta va de la mano de la deportividad.
Algo explicado -en parte- no sólo por el aumento prestacional dado a partir de cierto régimen de giro sino también por su respuesta algo brusca durante aquellos tiempos iniciáticos. Dicho esto llama la atención cómo el Saab 99 Turbo de 1977 logró una respuesta cómoda y progresiva -sin llegar a ser la de un atmosférico claro está- a pesar de ser uno de los protagonistas de aquella primera hornada “turbo”.
Y es que la casa sueca no quiso crear para nada un modelo deportivo en un sentido enérgico. Lejos de ello buscaba simplemente el dotar con más potencia -llegó hasta los 145 CV, más de un 44% de lo entregado por las versiones sin turbocompresor- al seguro y cómodo 99; un coche distinguido tanto por diseño como por acabados y precio al cual le vino realmente bien una variante más prestacional en términos de prestigio e imagen de marca.
Con todo ello el sobreprecio a pagar en caso de adquirir un Saab 99 en vez de un Lancia Beta HPE o un BMW 323i podía justificarse mejor gracias a la incorporación de la sobrealimentación. En suma, aquí se ven las semillas que terminaron creando el Saab 900 Turbo años más tarde; y es que en la casa sueca las versiones Turbo eran sinónimo de potencia entregada con mesura y comodidad.