El Gran Premio de España, o también conocido inicialmente como el Gran Premio del RACE, fue una carrera disputada en el Circuito de Guadarrama, un trazado de poco más de 300 kilómetros. Discurría por vías públicas y que pasaba por tramos tan complicados como los puertos de montaña de Guadarrama y Navacerrada y se celebró por primera vez en 1913.
Esta primera prueba la organizaba Carlos de Salamanca, que compitió en la misma al haberse convertido recientemente en un vendedor para Rolls-Royce en España. Como principal promotor del evento contaban con Alfonso XIII, gran aficionado al mundo del motor.
UN TRIUNFO PARA ROLLS-ROYCE
Desde sus orígenes, Rolls-Royce vio en el mundo de la competición un escaparate perfecto para mostrar sus coches a su selecta clientela, y para 1913 ya acumulaban una envidiable lista de récords, victorias y hazañas automovilísticas.
El Gran Premio de España celebrado el 15 de junio de 1913 era el evento perfecto para la marca, pues era una prueba perfecta para demostrar lo fiables que resultaban los coches de Rolls-Royce en una dura carrera de resistencia, para la cual participarían con el modelo Silver Ghost.
El que quedó primero fue pilotado por el propio Carlos de Salamanca, con un impresionante tiempo de poco más de tres horas y media y una velocidad media de 86 kilómetros por hora, cifras increíbles para hace más de un siglo y un vehículo de 70 CV de potencia en un recorrido de carreteras de montaña. Tercero quedó George Eric Platford, solamente cinco minutos y cuarenta y cuatro segundos por detrás del primer coche.
Pese a que se llevó a cabo en la Sierra de Madrid, la carrera tuvo lugar a temperaturas de más de 30 grados centígrados. Los Rolls-Royce contaban con el capó sellado y no se les podía añadir refrigerante una vez iniciada la carrera, lo que hace el triunfo aún más reseñable.
PLATFORD CEDIÓ LA VICTORIA
Cuando la prueba llegó a las tres horas Platford iba en cabeza y tenía una ventaja de más de veinte minutos. En ese momento, y siguiendo estrictas directrices por parte de la marca, decidió dejar sus intereses personales a un lado para beneficiar la estrategia comercial de Rolls-Royce.
La generosa maniobra hizo que Don Carlos de Salamanca alzarse con la victoria, permitiendo que este agente comercial de Rolls-Royce ganase el primer gran premio de su país. Por desgracia para Platford, su generosidad provocó que uno de los pilotos rivales, César Pérez, el Marqués de Aulencia, a los mandos de un Lorraine-Dietrich arrebatase el segundo puesto al piloto inglés. Llegó a apenas tres minutos por detrás del vencedor y con una diferencia parecida con respecto al tercer puesto.
El desinteresado gesto de Platford fue recompensado generosamente. El entonces director gerente de Rolls-Royce, Claude Johnson, envió un telegrama de felicitación al piloto tras la carrera. Por otra parte, le pagaron unas vacaciones a Venecia donde pudo descansar y alejarse de la prensa por un tiempo. También recibió dos relojes de oro, uno regalado por la marca y otro como obsequio de parte de Don Carlos de Salamanca, como muestra de agradecimiento.
Una historia que merece ser recordada 110 años después, en un evento que fue tan importante para el automovilismo español como para Rolls-Royce, que consiguió que su modelo Silver Ghost fuese llamado por la prensa como “el mejor coche del mundo”.