Ahora son clásicos, históricos, antiguos o, simplemente, viejos cacharros. Pero hubo una vez en que fueron “el coche recién estrenado”, automóviles que salían de los concesionarios en medio de un ritual que, por otra parte, no ha variado sustancialmente en la actualidad. O sí: Hoy, comprar un vehículo nuevo es un proceso muy medido que no siempre está exento de algún problema; pero hace treinta años, podían sucederse una serie de situaciones dignas de un guión que haría las delicias del mismísimo Berlanga.
En esta serie de historias no se trata de señalar con el dedo a unas marcas más que a otras, ni de poner en el disparadero a concesionarios que, en muchos casos, aún siguen existiendo. Ni por lo más remoto; sin embargo, sirven para darnos cuenta de que, hace tres décadas, la compra de un coche nuevo se podía convertir en una auténtica pesadilla.
Es importante que el lector sepa que las rocambolescas situaciones que se van a ir recogiendo aquí SON ABSOLUTAMENTE REALES. Sus protagonistas -con nombres y apellidos a los que habría que dedicar un monumento- han contado sus casos al autor que firma estas líneas de una manera directa. No hay intermediarios. Y sobre todo y primordial: No hay imaginación humana capaz de inventarse estas historias. Después del Bocananegra más caro del mundo, vamos con el Ronda que nunca existió…
EL RONDA CLX QUE NUNCA EXISTIÓ
La casualidad ha hecho que esta historia, al igual que la anteriormente publicada, suceda en la misma década. Pero, tal y como se podrá comprobar en otros casos que iremos desvelando en el futuro, no todo ocurrió durante los pícaros años 80.
La compra de un Ronda se prometía feliz para D. Juan Manuel Rodríguez Urbina; como ya se ha dicho, corría el año 1985 y había llegado el momento de ‘jubilar’ a su anterior vehículo. Con el dinero en la mano, y una vez entregada hasta la última peseta acordada para el modelo más alto de la gama, el flamante Ronda aparecía por fin ante los ojos del feliz propietario. Color negro, todos los extras pero… Cuando lo va a recoger comienzan los problemas.
«Oiga, que esto no es un CLX, sino un CL, una versión inferior del coche que yo he pagado. Es decir, que este no es mi coche, yo he comprado un CLX y eso es otra cosa». El vendedor se apresura a afirmar lleno de razón: «Ya, pero entienda que no hay otro, así que no hay alternativa» (¡!).
Tras la marciana respuesta y un diálogo estéril repetido hasta la saciedad, finalmente el dúo comprador-vendedor llega a un principio de acuerdo. Con unas infinitas ganas de estrenar ya de una vez el nuevo coche, éste sale del concesionario con destino a una plaza de garaje alquilada donde reposará quietecito hasta que las reclamaciones comiencen a dar su fruto. Y es que hay que pedir que se reembolse el importe abonado extra por la versión de lujo.
LA COSA SE ALARGA
Lo que en principio iba a demorarse algunos meses terminó por «recluir» al Ronda por espacio de cinco largos años, lo que obligó a su legal propietario a comprar la plaza y, además, un SEAT 133 hecho polvo con el que moverse el tiempo suficiente hasta encontrar una salida… Hay que tener la paciencia del santo Job y el valor de un espartano para hacer esto, teniendo un vehículo nuevecito esperándote.
Durante todo ese eterno periodo de tiempo el caso se puso en manos de unos abogados que, tras las gestiones legales y un importante desembolso económico realizado, abrieron un expediente que pasó al Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA), estamento encargado de hacer un estudio del vehículo para determinar que no era un CLX sino un CL. Pero la sorpresa final estaba por llegar, ya que no solo no era un CLX, ¡es que tampoco era un CL! Se trataba de una versión denominada GLX, que para más inri era una variante aún no homologado para circular en España.
UNA RECLAMACIÓN KAMIKAZE
Ante la nueva situación, el propietario de un vehículo nuevo pero cada vez más viejo, y usuario diario de un cacharro todavía más vetusto, decide indagar en profundidad, y encarga a los abogados (previo desembolso de más honorarios…) una investigación completa, para conocer la procedencia exacta del automóvil.
Y con la investigación, como era de esperar, llegan más sorpresas: el Ronda estuvo almacenado en el puerto de Barcelona, al sol, el tiempo suficiente como para que se le decolorara la tapicería, por lo que SEAT le cambió los asientos por unos nuevos antes de su venta.
Pero claro, alguien llegó a inteligente conclusión de que, si había un GLX ilegal, seguro que había más. ¡Bingo! Los registros de vehículos indicaban que existían más modelos GLX circulando en situación ilegal por las carreteras españolas. Spain is different…
Pero aquí no acaba todo. Llegamos a la guinda del pastel: el propietario, trabajador de la compañía aérea Iberia, recibió por carta una queja del Instituto Nacional de Industria (INI) en unos términos muy parecidos a los siguientes: “¿Cómo es posible que usted denuncie a una empresa automovilística estatal, cuando trabaja en otra, también estatal? ¡Pero hombre, que se está echando piedras en su propio tejado!”.
D. Juan Manuel se quedó sin palabras. Aunque nosotros vamos a poner unas cuantas más para conocer el final de toda esta locura kafkiana. Todo termina diez años después, es decir, en 1995, con unos papeles ya legales que le permitieron al vehículo pasar anualmente las inspecciones técnicas reglamentarias, hasta que el pobre Ronda acabó su vida en un desguace con 60.000 kilómetros y un dueño con ganas de viajar, en lo sucesivo, en autobús. Textual.
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