FOTOS CIRCUITO DE SEBRING: UNAI ONA
Al bombardero B17 lo llamaban “La Fortaleza Volante”. Casi 10 toneladas de acero propulsadas por cuatro motores Pratt & Whitney de hasta 1200CV cada uno. Según las versiones y la altura de vuelo, este ingenio sobrepasaba con facilidad los 500 kms/h. Todo con un alcance operativo fijado en más de 3.000 kilómetros aún portando hasta ocho toneladas de bombas. Y es que, desde su incorporación al ejército americano en 1938 hasta su cese de producción en 1945, el B17 y sus cargas explosivas fueron clave en multitud de operaciones, especialmente durante la Segunda Guerra Mundial.
Se construyeron casi 13.000, y uno de sus aeródromos base fue el de Sebring. No obstante, y a pesar de esta imponente historia enraizada en el mayor conflicto global del siglo XX, a esta base militar de Florida se la recuerda por las carreras de coches. Y es que sus pistas son parte del mítico trazado del Sebring International Raceway. Con más de ocho kilómetros, recortados en los ochenta a poco más de seis, éste es el circuito mixto más antiguo en los Estados Unidos. Todo un referente para las carreras de resistencia, ya que desde 1952 lleva acogiendo las 12 Horas de Sebring con 1974 como único año de ausencia.
En su historia encontramos ganadores como los Ferrari 250TR, Ford GT40, Porsche 907 o BMW 3.0 CSL. Monturas para pilotos entre los que cabe citar a Stirling Moss, Fangio, Phill Hill, Ken Miles, Mario Andretti, Bruce McLaren…
Una lista con dos nombres españoles muy recientes, ya que el ganador del 2010 fue Marc Gené, mientras que la vuelta rápida a Sebring la marcó Fernando Alonso el pasado 2019 con un Toyota TS050 híbrido. A todo este sabor hispano se le suma el objetivo de Unai Ona, el cual estuvo el pasado marzo durante la estupenda reunión de clásicos Sebring Vintage Classic, a Speed Tour Event.
SEBRING VINTAGE CLASSIC: VOLANDO A RAS DE SUELO
En todo deporte al aire libre la lluvia marca una enorme diferencia. Y es que, mientras los más se molestan y acongojan ante el peligro que ésta representa, unos pocos se crecen ante la adversidad mostrando una mezcla de habilidad y fe ciega en su propia suerte. En el ciclismo uno de los más destacados fue Paolo Savoldelli, tan temerario que se ganó el apodo de El Halcón por sus bajadas de infarto aún con el firme resbaladizo. En el automovilismo poco hay que comentar acerca de la transformación que Ayrton Senna experimentaba bajo las tormentas. Ahí está el GP de Mónaco en 1984 para demostrarlo.
Puestos a imaginar, la verdad es que nos hubiera encantado ver al brasileño compitiendo en un Sebring anegado por la lluvia. Lástima que el trazado sólo acogiera un gran premio de F1, concretamente el de 1959 con Jack Brabham entrando en cuarta posición empujando su coche en los últimos metros debido a un repentino gasto de combustible. Aún así, eso le permitió sumar los puntos necesarios para ganar el campeonato ese mismo día. Cosas de un reglamento donde nadie había previsto que el coche también se pudiera mover por la fuerza del piloto.
Reglas aparte, lo cierto es que cuando la lluvia hace acto de presencia en Sebring es ella quien dicta las normas. Y es que, debido a que gran parte del trazado se asienta sobre un aeródromo, el asfalto no cuenta con peraltes para asegurar su drenaje. La mayor parte del firme es de cemento, y estrictamente horizontal para dar los menos sustos posibles a los aviones en despegue. ¿Resultado? Una absoluta inundación cuando las tormentas tropicales que suelen descargar en Florida hacen su aparición. Y sino, sólo hay que recordar la tremenda piscina sobre la que se disputaron las 12 Horas de Sebring en 1965.
SUNSET CURVE: HACIENDO FRENTE A LAS FUERZAS G
Más allá de lo que ocurre cuando aparecen las nubes sobre Sebring, este circuito es uno de los más complejos en el calendario de resistencia por dos cuestiones más. La primera es su desastroso firme. Completamente bacheado por el desgate del cemento, las imperfecciones hacen de las suyas cuando cruzas la pista a unos 300 kms/h. Además, y por si los sustos en estabilidad y dirección no fueran suficientes, los pilotos han de enfrentarse a otro problema en Sebring: su trazado. Sí, y es que la alternancia de rectas rápidas con curvas en las que cerrarse pero sin tener que reducir del todo es apabullante.
Algo que se ve, especialmente, cuando se toman curvas como la 1 o la 17, curiosamente las primera y última del circuito. Recordando las 12 Horas de Sebring de 1970, Mario Andretti aseguró haber tomado la primera sin frenar. Una proeza sólo a la altura de ases del volante, quienes saben bien cómo regular el acelerador para usar el freno sólo lo justo. Eso sí, viniendo de una larga recta de salida con velocidades de en torno a 300 kms/h, tomar así una curva cerrada pero no tanto como una chicane provoca unas fuerzas G que sitúan el coche al punto de un constante derrape.
Controlar eso es uno de los mayores retos en Sebring, algo que Andretti hizo en aquella edición como uno de los tres pilotos que lograron la victoria para Scuderia Ferrari. Una habilidad que también necesitas al tomar la curva de Sunset, donde tras la recta Ullman -ubicada en una larga pista de despegue- has de reducir lo justo para aprovechar la amplitud del giro no perdiendo velocidad. En suma, todo un laberinto para pilotos habilidosos y automóviles tan rápidos como resistentes. No en vano, aún bacheado y dotado de un entorno poco favorecido, el trazado de Sebring lleva décadas siendo una de las leyendas en el automovilismo deportivo americano.