Miguel Sánchez
Fotografías: Unai Ona
Los años veinte tuvieron ciertos hitos de importancia para el automovilismo deportivo en la Península Ibérica. No en vano, el Hispano-Suiza T45 de 1911 ya había sentado las bases para una mayor difusión de los autos de carreras, estableciendo un camino por el cual habrían de venir modelos como el Soriano-Pedroso de 1928. Propulsado por un motor forjado en aluminio con doble árbol de levas en cabeza, este modelo a caballo entre las calles y los circuitos se diseñó con la intención de competir en Le Mans. Un dato que, bien visto, nos empieza a dar ciertas pinceladas certeras sobre el estado del automovilismo español de alta gama durante aquellos años veinte.
Sin embargo, aunque los ingenieros e inversores responsables del Soriano-Pedroso eran aristócratas afincados en España, lo cierto es que este modelo se creó en la ciudad francesa de Biarritz. Algo que llama aún más la atención cuando examinamos la historia del lugar, carente de tradición industrial más allá de la pesca de la ballena. Actividad que desapareció ya a mediados del siglo XIX coincidiendo con el auge del turismo. Eso sí, no de cualquier tipo de turismo. Lejos de ser masivo y popular, éste se basó en balnearios de moda reclamados por las élites parisinas del momento. Es decir, al igual que la cercana ciudad de San Sebastián, Biarritz se convirtió en un lugar de cita y descanso para la gentes del poder político y financiero.
Así las cosas, no es de extrañar cómo a ambos lados de la frontera se creó una escena aristocrática en la que, durante los años veinte, aparecieron diversos eventos automovilísticos. Para empezar, la mencionada producción de algunos deportivos de alta gama. Pero especialmente la inauguración del Circuito de Lasarte en 1923. Con 18 kilómetros de trazado y, hasta su clausura en 1935, sede del GP de España durante diez ocasiones. Sin duda una referencia indiscutible para el mundo de las carreras. Propiciando el paso por San Sebastián de ases del volante como Rudolf Caracciola, Bernd Rosemeyer o Tazio Nuvolari.
Además, en Biarritz creció mientras tanto la concentración de vehículos de alta gama. Una excusa perfecta para que, en 1929, se convocase por primera vez un concurso de elegancia a la forma y manera de Mónaco o Villa d’Este. De hecho, este último empezó justo el mismo año. Sin embargo, el paso del tiempo hizo mella y desgaste. Provocando que el de Biarritz cayera en desgracia en 1958 para ser felizmente recuperado el pasado 2021. Una iniciativa que pone en valor a la zona dentro del panorama automovilístico. Sumando fechas de interés junto al San Sebastián Circuit Spirit o museos como el Torre Loizaga.
BIARRITZ 2022, NUEVA EDICIÓN PARA ESTE CONCURSO DE ELEGANCIA
Tras el éxito de la edición del 2021, el Concurso de Elegancia de Biarritz volvió a celebrarse los días 9, 10 y 11 del pasado mes de septiembre. Respecto a la ubicación ésta encontró un cambio, pasando a disfrutar del aire libre exponiendo los coches no en una nave sino en las instalaciones de un club de golf local. Sin duda un lugar perfecto para que los clásicos luzcan. Destacando al igual que el año pasado las unidades enviadas por el mencionado Museo Torre Loizaga.
Si bien el año pasado tuvieron a bien enviar el Phantom II S Coupe Continental ganador del concurso en 1958 -toda una pirueta del destino-, este 2022 se decantaron por un imponente Rolls-Royce Silver Ghost de 1923 que perteneció a un maharajá de la India. Usado con bastante más cabeza que el Cadillac 452A carrozado por Pininfarina en 1931 por encargo de otro de estos mandatarios locales. Aquel que, contra todo pronóstico, sobrevivió a las cacerías de tigres por campo abierto a las que fue sometido para haber aparecido en eventos como Peeble Beach 2018.
Además, el museo ubicado en las cercanías de Bilbao exhibió un Rolls-Royce Phantom I Coupé en color crema. Una verdadera celebración de aquellos tiempos dorados para el automovilismo de alta gama. Saltando a algo completamente distinto, uno de los modelos más llamativos de entre todos los expuestos en Biarritz fue un M1 de 1981. Todo un referente de estilo para el mundo de los superdeportivos. Además de representar una excelente conexión entre la casa bávara y Lamborghini. Cosas del mundo de los negocios y el poner a disposición de otras marcas la pericia técnica de uno mismo. Por cierto, esta unidad recibió un premio especial por su estado de conservación.
No obstante, en lo referido a premios el absoluto se lo llevó un Jaguar Type E 4.2 de 1965. En perfecto estado de conservación y con una apariencia digna del elogio dado por Enzo Ferrari. “El automóvil más hermoso jamás construido”. Al menos hasta 1962. Año en el que se cree el Commendatore expresó esta idea tan sólo un año después de la salida al mercado del modelo inglés.
De todos modos, yendo a un ámbito más ceñido a lo menos conocido destacó la presencia del Delahaye 135 MS CL de 1953. Una pieza única creada que, en el campo del diseño industrial francés, tiene mucho que decir respecto a la línea general de los Facel Vega posteriores. Otra de entre las muchas referencias listas para el espectador en el Concurso de Elegancia de Biarritz.
