SF Edge Trophy en Goodwood
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S.F. Edge Trophy en Goodwood: Clásicos Centenarios

FOTOS S.F. EDGE TROPHY: GOODWOOD ROAD & RACING

Cerrando los ojos mientras ves el vídeo del Trofeo S.F. Edge en Goodwood Members Meeting, es fácil pensar que se trata de una carrera de aviones. Son coches deportivos y de record, ¡algunos de hasta casi 30 litros y 300CV! Pero lo cierto es que no estamos ante motores que desprendan el típico sonido de los grandes GT sesenteros o los sport prototipo de Le Mans. Esta vez se trata de algo diferente, quizá más especial.

Y es que esta categoría abierta en las carreras de Goodwood reúne vehículos con más de un siglo de historia. De ahí el sonido. Enormes motores sobre endebles chasis entre los cuales se encuentran vehículos punteros en su mayoría anteriores a 1914. Sinceramente, es lo más parecido que se nos ocurre a un museo de joyas históricas sobre ruedas, con una cronología que va desde 1885 hasta 1919.

Como puedes ver sólo hay un requisito fundamental para participar en el Trofeo S.F. Edge: que tu coche tenga al menos un siglo. Eso sí, se trata de una competición algo desigual. ¿Por qué? Pues porque justo en esa época se dio el tránsito de la etapa primitiva del motor a una… Digamos semimoderna.

Una carrera fundamental para ver coches en algunos casos tan legendarios como los que corrieron la trágica París-Madrid de 1903.

LA CARRERA DE LOS MONSTRUOS EDUARDIANOS

Los de Goodwood son únicos para la ambientación. Más allá de juntar en la finca del Duque de Richmond los mejores clásicos que te puedas imaginar, aquí las carreras siempre cuentan con una serie de atractivos extra. Entre ellos están el especial mimo que ponen la hora de revivir la época de los coches participantes. Por ello no es raro ver a gente disfrazada de época, así como multitud de mercadillos llenos de objetos antiguos.

La edición del S.F. Edge no iba a ser menos, por lo que se ambientó en la estética de la Época Eduardiana. Así se conoce en el Reino Unido a los primeros años del siglo XX. Una época en la que los desajustes sociales de la industrialización desgarraban una sociedad gobernada por una aristocracia que se enteraba poco de lo que pasaba en los barrios de clases menos acomodadas.

Precisamente esos desajustes sociales son los que explican el automovilismo de la época. Rozando el límite de la miseria las clases populares no podían acceder al automóvil. Al contrario que en los Estados Unidos -donde el modelo de producción fordista empezaba a popularizar el transporte privado- en Europa sólo los adinerados podían acceder a los coches.

¿Resultado? Una proliferación de marcas exclusivas como Rolls-Royce o Hispano-Suiza junto a talleres artesanales para la fabricación de bólidos. Bólidos lujosos y deportivos para los “gentleman drivers” por supuesto. Ese tipo de gente -que va desde los Bentley Boys hasta Alfonso de Portago- dada a arriesgar su vida en eventos caballerescos relacionados con la velocidad.

BESTIAS QUE ESCUPEN FUEGO CON MOTORES DE AVIACIÓN

El listado de vehículos en el S.F. Edge es de los que quita el hipo. El primero que reconocimos fue el Sunbeam de cola apuntada Indianapolis 1916. Este seis cilindros de 4’9 litros sufrió un susto incendiario antes de la clasificación en el Goodwood Members Meeting del 2016.

Sin embargo luego consiguió la pole, demostrando que estos coches son duros como pedernales. Eso sí, también exigen de pilotos igual de duros, ya que otro de los participantes fue La Bestia de Turín.

Producto de una época en la que se competía a base de meter más cubicaje, este FIAT S76 de 1911 tiene cuatro cilindros, eso sí, de 7’1 litros cada uno. El resultado es un motor de 28’5 litros y 300CV. Un dragón que escupe fuego por los laterales de uno de los coches que parece tener el peor centro de gravedad de la historia. Eso sí, resulta apasionante.

Absolutamente maravilloso el Isotta Frascini de 1905 motorizado por FIAT. Uno de esos coches con los cuales no puedes dar crédito a lo que estás viendo. La tremenda longitud del chasis viene marcada por el hecho de que sobre él se pretendían instalar dos motores. Uno detrás del otro. Sin embargo los cambios en las normativas hicieron al parecer que se abandonara el proyecto.

Abandonado durante décadas el armazón fue rescatado por un entusiasta en el Reino Unido, quien dotó al coche de un motor de avión militar Isotta-Frascini de 16’5 litros y seis cilindros en línea. Genera unos 250CV pero ojo porque tiene un par de 1.150. Una fuerza descomunal que has de controlar con la endeble ayuda de unos frenos únicamente traseros y una dirección poco precisa.

LA POTENCIA SIN CONTROL NO SIRVE DE NADA

La verdad es que el lema de aquella campaña de Pirelli con Carl Lewis en tacones ya está muy usado. Sin embargo no por ello deja de tener sentido. En esta carrera del S.F. Edge con deportivos de más de un siglo había potencia y cilindrada por doquier. Las bestias que te hemos comentado antes… Un Vauxhall Viper Special de 1913… Un Lorraine De Dietrich 1909 de 16’5 litros… ¿Y quién ganó?

Pues ni más ni menos que un coche que en realidad es más un cyclecar que otra cosa. Un pequeñuelo basado en la marca GN, la cual fabricó ciclocoches entre 1910 y 1925 a las afueras de Londres. Por cierto, uno de sus dos fundadores fue Archibald Frazer Nash. Seguro que aquí se curtió bien para luego fundar su propia empresa de deportivos.

Si bien es cierto que no se trata de un vehículo de serie sino de una reconstrucción muy personalizada uniendo componentes de la marca y la época… Este deportivo cuenta con todo el sabor de los GN de competición propulsado por un motor en V de la empresa de aviación JAP.

Una verdadera locura artesanal que gracias a su bajo peso y buen agarre pudo vencer a las bestias de alto tonelaje y enorme cilindrada. En suma, espectáculo asegurado en el S.F. Edge de Goodwood. Un trofeo al que seguiremos la pista el próximo año en busca de más leyendas de los tiempos arcanos del automovilismo deportivo.

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Escrito por Miguel Sánchez

A través de las noticias de La Escudería, viajaremos por las sinuosas carreteras de Maranello escuchando el rugido de los V12 italianos; recorreremos la Ruta66 en busca de la potencia de los grandes motores americanos; nos perderemos por las estrechas sendas inglesas rastreando la elegancia de sus deportivos; apuraremos la frenada en las curvas del Rally de Montecarlo e, incluso, nos llenaremos de polvo en algún garaje rescatando joyas perdidas.

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