[dropcap]H[/dropcap]ay momentos en nuestra vida, en especial para los que amamos la investigación de la historia del automóvil y, en mi caso en particular, todo lo relacionado con la marca Lancia, en los que conocemos a personas cuya enorme sabiduría nos marcará para bien de por vida e incrementará hasta niveles inimaginables nuestra pasión.
Una de esas personas tan especiales fue Ramón Conesa, dotado de una gran personalidad y que sentía auténtica devoción, mejor dicho… amaba a Lancia.
Ramón, sin ningún tipo de dudas, atesoraba muchos conocimientos sobre la trayectoria de los Lancia que llegaron a España en la década de los años 40, ya que él, desde el año 1944 hasta 1949, estuvo trabajando en un taller especializado en la marca y, posteriormente, en el importador SADALE.
SADALE, acrónimo de Sociedad Anónima de Automóviles Lancia España, fue creada por Oscar Rava, antiguo ingeniero de origen judío de Lancia que, por razones obvias, abandonó con su familia a finales de la década de los años 30 la Italia fascista de Mussolini para establecerse en España, concretamente en Barcelona.
Volviendo al protagonista de nuestro homenaje, Ramón siempre recordaba con añoranza sus tiempos de mecánico, las reparaciones en modelos como el Lancia Aprilia, con su complicada técnica, a la que no estaban acostumbrados los mecánicos de la época; o como tenía que buscar soluciones muy ingeniosas para reparar las averías que se producían con los precarios medios de una España sumida en una dura posguerra.
Recuerdo perfectamente el día que conocí a Ramón y a su familia, cuando un servidor y un amigo, también apasionado a la historia y entresijos del automóvil, en especial de todo lo relacionado con SEAT, acudimos a una entrevista muy especial en una casa situada en un pequeño pueblo de la provincia de Tarragona. Pudimos concertarla gracias a Roger, nieto de Ramón y también lancista hasta la médula como su abuelo.
Durante toda una mañana nos sumergimos y escuchamos absortos las vivencias y peripecias de Ramón, así como también la historia de SADALE. Le prometí que redactaría un artículo sobre nuestra entrevista, pero por circunstancias del destino, que como saben todo los lectores es en ocasiones muy caprichoso, nunca lo acabé de terminar para publicarlo.
Finalmente decidí integrar ese artículo en un libro en el que llevo unos años trabajando, dedicado a la historia de Lancia en España, y donde yo consideraba Ramón tenía que aparecer por méritos propios, además de servir de justo homenaje y agradecimiento por compartir conmigo todos sus conocimientos. Lamentablemente nuestro protagonista falleció de forma inesperada y a mi me quedó el quemazón de no haber cumplido mi palabra.
Pero volvamos de nuevo al momento en el tiempo en el que realicé la entrevista, en el año 2008. Un mes antes, en Enero, junto a un compañero de afición y con la ayuda del presidente del Clàssic Motor Club del Bages, así como del resto de la junta directiva, creamos, dentro de ese club, la Sección Lancia Clásica.
Organizando la primera salida conocimos la existencia de un Lancia Astura del año 1937, posiblemente uno de los pocos supervivientes de este modelo en España, propiedad del coleccionista Josep Claret.
Enseguida me vino a la cabeza una gran idea, ¡la posibilidad de organizar con la familia de Ramón Conesa una sorpresa!, que consitiría en presentarnos en su casa con el Astura sin que él lo supiera.
¡Dicho y hecho! Llamo a Josep Claret por teléfono, y le explico el proyecto, mostrándose encantado de participar en el mismo. Es justo mencionar desde estas líneas que sin su generosidad y sensibilidad, esta maravillosa sorpresa no podría haberse realizado.
Después de unas semanas intentando coordinar las tres partes involucradas y elegir un Sábado que nos fuese bien a todos, seleccionamos finalmente el día 14 de Junio.
Una sorpresa en forma de Lancia Astura
Son las 11 en punto de la mañana. Tras un viaje tranquilo desde Lleida, junto a mi amigo, estamos esperando en la entrada del camping Stel, situado en la localidad Tarraconense de Roda de Bará, la llegada de Josep a bordo de su Astura.
Mientras, conversamos con Alfred Fortuny, también socio del club y propietario de un no menos fantástico Lancia Augusta Spider. Vendrá con nosotros.
Josep llega puntualmente al lugar del encuentro. El coche es precioso, es una máquina realmente elegante y refinada; qué decir también del sonido de su motor de 8 cilindros en V, ¡música para nuestros oídos! Una vez reunidos todos, ponemos rumbo hacia El Creixell, donde nos están esperando nuestros «compinches», Roger, su nieto, así como el resto de la familia.
El camino se hace muy corto, sobre todo observando por el espejo retrovisor de nuestro coche la reacción del resto de conductores y transeúntes al ver pasar el Astura camino de nuestro destino final. Llegamos al pueblo, y enfilamos las calles de la urbanización donde nos están esperando.
Poco antes de llegar llamo a Roger para que nos venga a buscar y así no perdernos y para que su abuelo pueda comenzar a sospechar. Para disfrutar directamente de la emoción del momento de la llegada a la casa donde está Ramón Conesa, decidimos mi amigo y yo subir al Astura como acompañantes de Josep.
Alfred Fortuny nos sigue con su coche y Roger nos guía hasta llegar a la casa. Mi primera impresión al montar en el Astura es indefinible: su suavidad, el empuje de su motor de 8 cilindros en V estrecha, el lujoso acabado interior, su interminable frontal, ¡es el sueño de cualquier lancista hecho realidad! Tenemos que pensar que se trata del modelo cumbre de la marca italiana en la década de los años 30, vestido generalmente por los grandes modistos, perdón… carroceros de la época y en numerosas veces destinado a ejercer como coche oficial.
Volvamos a la sorpresa. Son aproximadamente las 11:30 de la mañana, nuestro corazón palpita de la emoción, y aparecemos frente la casa de Ramón y familia, con la casualidad de que estaban todos en la calle, ya que estaban esperando la vuelta de Roger.
La expresión de la cara de Ramón al ver el Astura es indescriptible y sus palabras fueron las siguientes:
[su_quote] ¡Un Lancia!, ¡un Astura!, ¡si son los dos chicos periodistas de Lleida!, [/su_quote]
todo ello llevándose las dos manos a la cara y visiblemente emocionado. En ese momento una sensación de satisfacción nos embargaba a todos los presentes, ¡sabíamos que la sorpresa había sido todo un éxito!
Tras las correspondientes presentaciones de Josep y Alfred a todos los asistentes, Ramón enseguida quiso ver el motor del Astura y comenzó a recordar muchísimas anécdotas de su época en SADALE, así como los Lancia que reparaba en sus años mozos.
Después de un rato de animada charla, otra sorpresa más, una cajita, ¿pero cual era el contenido de la misma? Ramón la abre con mucha curiosidad y saca de su interior una placa de socio de nuestro club así como otro detalle que acaba por encandilarle totalmente: una gorra oficial de su marca predilecta, Lancia, un objeto que siempre había deseado y que luciría con pleno orgullo.
Pero aún quedaban más cosas para sorprenderle… Tras sufrir todas esas emociones, le digo a Ramón, «¿Que tal si damos un pequeño paseo con el Astura?», a lo que me responde que eso ya sería demasiado, que no hace falta, aunque en el fondo todos sabemos que lo está deseando. Vuelvo a insistir, llamo a Josep Claret y nos ponemos todos en marcha hasta la vecina localidad de Torredembarra.
Inmediatamente sube al Lancia, la cara de satisfacción es total, se ve claramente que está disfrutando como no lo había hecho en mucho tiempo, al igual que todos nosotros. De camino a Torredembarra, Ramón va escuchando los ruidos mecánicos del Astura y examinando su forma de andar, como nos suele pasar a todos los que nos dedicamos a la mecánica del automóvil. Mientras, en otro coche, vamos haciendo fotos del Lancia en movimiento.
Llegamos al punto elegido para tomar las mejores imágenes. El protagonista de nuestra sorpresa está maravillado del perfecto funcionamiento del Astura y de lo fina que va su mecánica, a excepción del ruido que emite el cambio de velocidades en primera, aconsejándole a Josep la utilización de un aceite más denso.
Una vez que Roger termina con las fotos, volvemos de nuevo al Creixell. Llegamos a la casa, y mi amigo y yo nos quedamos a comer con Ramón y familia hasta bien entrada la tarde; lamentablemente Alfred no se puede quedar y Josep tiene varios asuntos que atender por la tarde.
La jornada llega a su fin, han sido unas horas muy emocionantes y emotivas, no solo por el mero disfrute y contemplación del Astura, sino por ver la cara de felicidad de Ramón y de toda su familia, de poder recordar anécdotas que pertenecen a la historia del automóvil de nuestro país, a la historia de Lancia, y que no pueden ni deben quedar en el olvido.
Continúa en la Galería de Fotos…
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