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SS 100 3.5, el canon de la deportividad británica

El SS 100 fue, ya antes de la Segunda Guerra Mundial, el modelo que mejor definió lo que habría de ser la deportividad inglesa a cielo abierto.

Aun con debates y excepciones, resulta innegable cómo cada una de las principales potencias automovilísticas cuenta con una innegable personalidad en sus creaciones. De esta manera, mientras los Estados Unidos se caracterizan por los grandes cubicajes, el exceso de peso y un diseño discutible en sus proporciones territorios como el Reino Unido optaron por todo lo contrario.

De hecho, si hay un automóvil capaz de representar a la perfección las esencias de su tradición deportiva ése es el Mazda MX-5. Vaya paradoja, ¿eh? Y es que, no se nos olvide, más allá del mundo occidental la industria japonesa exhibe desde los años sesenta una imbatible inteligencia en diseño, mecánica y eficacia a la hora de producir en gran serie.

De todos modos, sin contar lo polémico que pueda ser el hecho de que el mejor roadster británico es de factura nipona este modelo nos da muchas pistas sobre lo que deseamos expresar. Para empezar, su génesis se basa en el Lotus Elan S2. Pequeño, sencillo, ligero, apegado a la carretera… Ni más ni menos que la quintaesencia de la deportividad británica.

Y es que, como bien ejemplifican los descapotables ingleses de los años cincuenta y sesenta, no hace falta contar con un motor poderoso para lograr las máximas sensaciones al volante. Lejos de ello, afinar un simple bloque Ford -como en el caso de no pocos Lotus- puede dar unos resultados increíbles si se combina con un peso reducido y una posición de conducción cercana al asfalto.

En suma, no hablamos de potencia bruta sino de dinamismo al volante. Todo ello -claro está- mezclado con no pocas dosis de carácter desprendido en el estilo y, atención, un precio situado por debajo de la factura mostrada por opciones homologables con producción italiana o germana.

Un punto esencial para entender el éxito de modelos como el Jaguar XK120; equiparable en muchos aspectos a opciones de Porsche o Ferrari pero con precios mucho menores en su momento.

Con todo ello, vamos atando cabos a la hora de entender cómo y porqué los roadster de MG, Healy, Jaguar o Triumph representan la definición más clara de la deportividad inglesa si, obviamente, dejamos a un lado todo lo referido a los poderosos GT donde, a nuestro parecer, reinaría como máxima destilación el increíbles Aston Martin DP125.

SS 100 ROADSTER, LA PIEDRA DE TOQUE

Aunque su mecánica es claramente más generosa que la montada en la mayor parte de los roadster ingleses de la posguerra, resulta indudable pensar en el SS 100 como el inspirador o al menos modelo canónico para toda una forma de entender el automovilismo.

En este sentido, éste ha sido señalado en repetidas ocasiones como la mejor definición del estilo deportivo británico y, a decir verdad, bien podría ser una aseveración inapelable.

En primer lugar, tras acumular cierta experiencia modificando modelos de Austin el industrial William Lyons se lanzó a la producción de sus propios automóviles rodeándose de un equipo donde la capacidad técnica se mezclaba con el gusto por la innovación y el afán deportivo. Claramente, el inicio de una determinada forma de hacer las cosas.

Asimismo, para mediados de los años treinta logró hacerse con un motor suministrado por la Standard Motor Company capaz de lanzar a su empresa hasta cotas antes impensables. Y es que, no en vano, aquel bloque con seis cilindros en línea, 2.5 litros y 105 CV era capaz de propulsar a toda una nueva gama en la que cabían todo tipo de apuestas, tanto roadster como berlina. En suma, algo similar a lo que Rover tenía pensado para su V8 comprado a Buick en 1965.

Ese mismo que llegó al Range Rover o el SD-1 pero que, al mismo tiempo, también coqueteó incluso con la idea de introducirse en un diseño deportivo con motor central-trasero. Además, tan sólo dos años después los técnicos liderados por Willian Lyons lograban aumentar el cubicaje de aquel seis en línea hasta los 3.5 litros. Todo ello con una culata mejorada junto a nuevos colectores de escape así como un carburador doble.

Resultado de ello fue una potencia de 125 CV; los cuales, puestos encima del peso liviano marcado por un roadster SS 100 -poco menos de 1.200 kilos para una época en la que no se manejaba el aluminio ni mucho menos la fibra de vidrio- daba un comportamiento dinámico verdaderamente endiablado.

Por cierto, sin merma de una capacidad asombrosa para la velocidad punta. Es más, el 100 de su nomenclatura hace precisamente alusión a las 100 millas por hora que podía alcanzar según la empresa.

En fin, con todo ello resulta claro pensar en el SS 100 como el precedente más claro y definido de aquella deportividad británica con la que diversas marcas se hicieron internacionales pasada la Segunda Guerra Mundial.

Curioso que todo ese camino culminase con un coche de origen japonés. Pero en fin, no tienen más que ir al Reino Unido y analizar el panorama de Mazda Miata. Resulta interesante.

Imágenes: RM Sotheby’s

P.D Con Europa seriamente amenazada por la bota nazi, la empresa SS -Swallow Sidecar- cambió su nombre comercial al de Jaguar por motivos obvios. Y es que, a fin de cuentas, las siglas SS no traían una asociación de ideas agradable.

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Escrito por Miguel Sánchez

A través de las noticias de La Escudería, viajaremos por las sinuosas carreteras de Maranello escuchando el rugido de los V12 italianos; recorreremos la Ruta66 en busca de la potencia de los grandes motores americanos; nos perderemos por las estrechas sendas inglesas rastreando la elegancia de sus deportivos; apuraremos la frenada en las curvas del Rally de Montecarlo e, incluso, nos llenaremos de polvo en algún garaje rescatando joyas perdidas.

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