TEXTO: MARTIN HORROCKS, J. ROMAGOSA / FOTOS: UNAI ONA
Stirling Moss (1929-2020) era todo un fenómeno, el prototipo de piloto profesional de la posguerra. Como tal, fue clave en la vanguardia que transformó a los pilotos británicos en ases de primera línea. Aparte de su increíble talento al volante, Stirling Moss era Mr. Motor Racing, siempre dispuesto a promocionar el automovilismo. Con su estilo de vida inserto en la jet set internacional de los años 50 y 60, era además una celebridad.
Hijo de un dentista acomodado que había corrido en Brooklands e Indianápolis antes de la II Guerra Mundial, Stirling Moss y su hermana Pat fueron dos estrellas adolescentes. Para hablar brevemente de ella, diremos tan sólo que condujo para los equipos oficiales de Austin-Healey, Lancia y Saab, y se casó con Erik Carsson, entre otras cosas. Era una verdadera reina de los rallyes.
En 1948, con la ayuda de su familia, Stirling Moss compró uno de los primeros Cooper-JAP de 500cc. Fue competitivo desde su primera carrera en cuesta en Prescott, comenzando y ganando asimismo su primera competencia en circuito en el aeródromo de Brough. Terminó la temporada con 11 victorias de 15 carreras, todo un debut.
Stirling Moss: Ascensión
Gracias a la experiencia acumulada, y a un nuevo Cooper, en 1949 subió un peldaño en el escalafón. Empezó a correr en eventos más importantes, como los celebrados en Goodwood, Silverstone, el lago de Garda en Italia o el circuito de Zandvoort en Holanda. Para 1950 ya estaba ganando en la clase de 500cc que acompañaba a los Grandes Premios de Reino Unido y Monaco. Estaba a punto de dar el gran salto.
Pronto llegó la primera victoria a los mandos de un coche propiamente dicho, como no un Jaguar XK120. Lo condujo a través de la lluvia para batir a los peces gordos del RAC tourist Trophy norirlandés, celebrado en carreteras convencionales. También lo hizo excelentemente bien en la F2 con un HWM; entre todo, ese año se mereció ganar la Estrella de Oro de la BRDC, premio al piloto más exitoso de la temporada.
Y así llegaron las carreras de primera categoría en coches sport, como parte del equipo oficial Jaguar. Stirling Moss corrió las 24 Horas, las Mil Millas, Reims… primeramente al volante de un Jaguar C entre 1951 1953, y después de un D en 1954. También condujo para el equipo oficial del Grupo Roots Sunbeam, consiguiendo tres estrellas de Oro consecutivas en los Rallies Alpinos de 1951-53. Todo esto no hacía más que demostrar la versatilidad y la ética del trabajo del joven piloto.
Aun con su juventud, ya estaba firmemente establecido como uno de los mejores profesionales de su tiempo, dispuesto a correr allí donde el coche y sus honorarios lo merecieran.
Paso a Maserati y Mercedes
Stirling Moss siempre prefirió correr con bólidos ingleses, pero los terribles BRM V16 (en sus propias palabras, la peor máquina que jamás había conducido), ERA G y los infrapotenciados Connaught de F1 le convencieron de que lo mejor para la temporada de 1954 era hacerse con un Maserati 250F. Lo compró de su bolsillo asumiendo un riesgo financiero importante.
Por fortuna, sus buenas posiciones en los GP de Bélgica y Alemania probaron que se trataba de una buena inversión. Tanto como para que Maserati le recomprase el coche y le contratase como piloto del equipo oficial para el resto de la temporada. Aunque la misma no fue especialmente buena, Mercedes se fijó en él y le ofreció un puesto para el año siguiente.
Hablar de Mercedes en la primera mitad de los años 50 es hacerlo de una fuerza colosal. Por supuesto, incluso después de la devastación de la guerra, dominaba las categorías F1 y sport. Y Moss entró como compañero de Fangio para conducir el legendario W196. Él primero podía igualar los tiempos del segundo, pero en carrera El Chueco era superior. Moss sólo pudo ganar al argentino en el GP británico, aunque siempre se ha sospechado que se trató de un generoso regalo entre grandes.
Aun llevándose 20 años, ambos se respetaron mucho durante toda su vida. Moss jugaba con cierta ventaja en coches sport, demostrándose imbatible en el 300 SLR. Junto con su copiloto Denis Jenkinson se convirtió en el primer y único inglés en ganar las Mil Millas. Este es considerado a día de hoy como su mayor logro.
Aventuras a los mandos de ingleses
Lamentablemente, la victoria en Le Mans se le escapó debido al horroroso accidente de su compañero Pierre Levegh, cuyo coche segó la vida de 84 personas y forzó la retirada de Mercedes de la competición. Pero justo antes de la retirada de la marca de la carrera en torno a las 2 de la madrugada, el 300 SLR de Moss/Fangio llevaba tres vueltas de ventaja. Es decir, es razonable pensar que hubieran ganado.
Con la marca de la estrella fuera de la competición, Stirling Moss pasó a formar parte de Vanwall, un nuevo equipo inglés muy bien financiado y con un coche de F1 excelente. Y en la categoría sport volvió a Maserati. Los resultados fueron variados: Los Vanwall eran muy prometedores pero a menudo todavía no eran más que eso. Respecto a los Maserati, eran rápidos pero no siempre fiables como los Ferrari, que eran ambas cosas.
No obstante, Stirling Moss estuvo a tris de ganar el campeonato del mundo de 1958, que finalmente se llevó Mike Howthorne. Fueron Tres victorias contra una pero Hawthorne fue más lineal y contó además con la ayuda de su compañero Phil Hill, que le permitió entrar segundo en el GP de Marruecos dándole el punto adicional que necesitaba para la victoria.
Resulta curioso como Stirling Moss defendió a su compatriota a raíz de la amenaza de ser descalificado en el GP de Portugal. Si Hawthorn no hubiera impuesto su criterio con su apoyo el resultado del campeonato hubiera podido ser otro. Pero Moss nunca se arrepintió de haber hecho lo correcto. Eran otros tiempos en los que la deportividad era lo primero.
En realidad, en aquel momento tuvo que hacer frente a cosas mucho peores. Su joven compañero de equipo Stuart Lewis-Evans murió en el ya mentado GP de Marruecos, con lo que perdió no solamente el campeonato, si no un buen amigo. Otro más.
Tras la muerte de Lewis-Evans Vanwall se deshizo, pero Moss continuó su carrera encuadrado en el equipo privado de Rob Walker (sí, de Johnny Walker), el cual era tremendamente competitivo entonces. La buena sintonía existía desde que nuestro protagonista hiciese ganar uno de los Cooper-Clix de Walker en el GP argentino (Vanwall no estaba pareparada para cruzar el charco así que le permitió conducir para otro).
El nuevo Cooper-Climax para 1959 era poco fiable, pero las mejoras durante la temporada hicieron llegar a Moss con posibilidades al último Gran Premio, celebrado en Sebring. El rival a batir era nada más y nada menos que Jack Brabham, que conducía para el equipo oficial Cooper. El Cooper-Climax no aguantó y, lamentablemente, la corona fue a parar a la cabeza del australiano.
Para 1960-61 Walker y Moss se pasaron a Lotus, concretamente a un 18. Aquellos fueron días de gloria, con la primera victoria de la innovadora marca británica en Monaco, pero la falta de fiabilidad debido al diseño frágil de sus coches (uno de sus pecados recurrentes en aquella época) comprometieron su éxito. Esto afectó de cerca a Moss, el cual sufrió un accidente en el GP de Bélgica que le dejó fuera de combate dos meses. Una vez más, Brabham se llevó el gato al agua.
Stirling Moss y su antipatía hacia Ferrari
Llegó 1961 y con éste un cambio de normativa que limitaba la cilindrada a 1,5 litros. Para Ferrari, con su sharknose, fue un paseo triunfal que coronó el americano Phil Hill. En parte fue debido a que los equipos británicos no tenían motores competitivos. La victoria supo a gloria a Enzo Ferrari, quien sintió que vencía por fin a los ‘garagiste’ que le habían obligado a abandonar su querida disposición mecánica delantera.
Desde la época de Mercedes Stirling Moss había conducido todo lo que merecía la pena. Ganó con Aston-Martin, Maserati, Jaguar, Lister, Austin-Healey, Porsche. El nombre que se echa de menos en la lista es precisamente Ferrari. No consiguió grandes logros con la marca de Maranello. Lo más destacable es un primer puesto a los mandos de un 250 GT SWB en el Tourist Trophy de Goodwood, al parecer mientras escuchaba la radio.
A lo largo de su carrera, Moss siempre quiso ganar a los cavallinos. ¿Cuál fue la razón de este enfrentamiento? Al parecer, en 1951, con 20 años, fue invitado por Enzo Ferrari a probar un F2 en el sur de Italia. Cuándo llegó al circuito Il Commendatore le comunicó que había cambiado de idea, que el coche era para Taruffi. Moss nunca olvidó este insulto.
El paso de los años mostraron su error a Ferrari, que finalmente decidió curar la herida con un gesto de su parte. Para la temporada de 1962 la fábrica construyó un 156 con librea de Rob Walker especialmente para Stirling Moss. Irónicamente, nunca llegó a conducirlo. Nuestro piloto tuvo un accidente muy grave durante la Semana Santa en Goodwood con un Lotus de F1 que le dejó en coma durante un mes. Moss salvó la vida, pero con secuelas de por vida.
El final de su carrera deportiva
Su carrera estaba a punto de terminar. Cuándo volvió a ponerse al volante un año después para probar un Lotus 19, de nuevo en Goodwood, creyó darse cuenta de que ya no era el mismo. Por tanto, eligió retirarse, aunque después pensó que quizá había tomado esta decisión demasiado a la ligera.
A los 32 años, Stirling Moss se embarcó en la nueva aventura de ser Stirling Moss. Fue una gran celebridad, una figura muy potente en prensa y publicidad y un grandísimo embajador del automovilismo deportivo en todo el mundo. Activo en carreras y eventos de clásicos, nombrado Sir en 2000, esta segunda carrera duró 56 años, hasta que contrajo la enfermedad que forzó su retirada de la vida pública a los 87 años de edad y su muerte a los 90.
Como piloto, nadie duda de que fue uno de los mejores; y sin duda el mejor no campeón del mundo. Aquellos que le conocieron recuerdan a una persona siempre activa, creativa y competitiva, y también cortés y profesional. Fue afortunado de haber sobrevivido a una larga carrera en un deporte que reclamó la vida de tantos compañeros y amigos, y de haber disfrutado de un sinnúmero de aventuras posteriores.
Su esposa le despidió con las palabras adecuadas: «It was one lap too many, he just closed his eyes.» D.E.P.