A pesar de que la década de los años treinta estuvo marcada por un periodo de enorme penuria económica conocido como la Gran Depresión, también fue una época de grandes excesos en el mundo del automóvil, en la que proliferaron mecánicas V12 y V16 entre los fabricantes más lujosos como Packard, Lincoln o Cadillac.
Por aquel entonces Studebaker era una de las compañías de automóviles más importantes de América, pero, aunque contaba con una gama muy amplia y diversa, no estaba al nivel de los más grandes de Detroit. Por esta razón, y en una época en la que la televisión era una tecnología prácticamente experimental, la mejor manera de publicitarse era con un evento a lo grande, motivo por el que esta marca de coches se propuso crear un automóvil gigante que iba a batir todos los récords.
1931: EL STUDEBAKER DE 50 PIES
Aunque el coche que crearon era ciertamente impresionante, la realidad era que su tamaño no alcanzaba una longitud de cincuenta pies, en su lugar de punta a punta el vehículo medía cuarenta y un pies, que equivale a casi doce metros y medio, con una distancia entre ejes de 8,2 metros. La altura era de 4,26 metros y la anchura de 4,5 metros.
El coche se construyó durante la primavera de 1930, su carrocería estaba fabricada casi íntegramente en madera de pino lo que hacía que el peso fuese de más de cinco toneladas y media. Otros datos interesantes son los neumáticos que Firestone fabricó por encargo y que medían más de dos metros de diámetro, o el gigantesco volante medía más de un metro de punta a punta.
La idea era crear una réplica exacta del Studebaker President Roadster de 1931, pero como el coche gigante se creó antes del lanzamiento del modelo, se puede decir que el coloso sobre ruedas se basó en uno de los prototipos de este automóvil, pues la única diferencia aparente era que llevaba la rueda de repuesto en la parte trasera, mientras que el modelo final que salió al mercado llevaba dos neumáticos en las aletas.
El gran Studebaker President estuvo varios años adornando las instalaciones de la compañía en South Bend, Indiana, y fue el protagonista de diversos anuncios en prensa, además de una película promocional creada por Studebaker en 1930 llamada “Wild Flowers”, en la que la orquesta de la marca toca dentro de este automóvil con espacio de sobra para los 22 veintidós miembros que formaban la misma.
1933: BATIENDO SU PROPIO RÉCORD
Tan solo dos años después Studebaker se propuso crear un automóvil de un tamaño todavía mayor que el anterior. Si bien el President de 1931 se creó sin ningún motivo aparente aparte de llamar la atención del público, la próxima réplica gigante de la marca tenía que ser un gran reclamo para la Feria Mundial de Chicago de 1933.
El modelo elegido esta vez era un Studebaker Land Cruiser de 1934, y el tamaño de éste doblaba al del coche que anteriormente albergó el récord mundial. La nueva réplica medía más de 24 metros de largo, 11 de alto y las ruedas medían más de 3,5 metros.
De nuevo la carrocería se fabricó en madera de pino, y la función que cumplía este coche era la de contar con el espacio suficiente para ochenta personas, ya que el interior del automóvil servía como una sala de proyecciones en las que se veía una película promocional de Studebaker. Después, y a modo de souvenir, se regalaba una pequeña maqueta del gigantesco Land Cruiser a todos los que habían decidido visitar el stand de Studebaker en la feria, y que fue uno de los que tuvo mayor afluencia de público.
Todo esto puede parecer un despropósito medioambiental para el que la marca tuvo que talar cientos y cientos de árboles, pero la última gran estrategia publicitaria de la compañía que recordamos en este artículo fue plantar un bosque de 5.000 pinos que forman la palabra Studebaker, y que queda como vestigio vivo de una compañía que desapareció hace casi sesenta años.
UN FINAL TRÁGICO PARA AMBOS COCHES
Uno pensaría que estos vehículos gigantescos se guardarían a buen recaudo simplemente por la importancia que tuvieron y el esfuerzo que costó construirlos, pero no fue así. En el caso del Roadster de 1931, estuvo a la intemperie durante varios años, algo que hizo mella en el vehículo especialmente si se tienen en cuenta las duras condiciones climáticas del norte de Estados Unidos.
Además, el coche fue un gran reclamo publicitario, pero con el pasar de los años llamó la atención de gente que se colaba en las instalaciones de Studebaker para vandalizar el coche gigantesco o llevarse algún recuerdo. Además, en esa época la industria americana tenía la costumbre de rediseñar los modelos de coche de manera prácticamente anual, por lo que el Studebaker President pasó a estar bastante anticuado en poco tiempo.
En mayo de 1936, al más puro estilo de las fallas valencianas, la compañía dio la orden de prenderle fuego, y en cuestión de treinta minutos el coloso pasó a ser ceniza. Por su parte el Land Cruiser de 1934 tuvo un final menos conocido, pero también se destruyó después de su presencia estelar en la Feria Mundial de Chicago.
Imágenes de Studebaker.