Cualquier empresa automovilística sabe que la competición sirve para al menos dos cuestiones. La primera es su uso como banco de pruebas para nuevas tecnologías que acabarán en los vehículos de serie. La segunda es la creación de una imagen de marca solvente y desafiante. Por ello los coches de carreras no sólo son la joya de la corona en los planes de diseño, sino también el fruto de un decidido esfuerzo corporativo. En este sentido, modelos como el Lancia LC2 son un perfecto ejemplo de ello. Con FIAT coordinando los esfuerzos de Abarth, Lancia, Dallara Automobili y Ferrari para batir a los Porsche 956 en Le Mans.
Sin embargo, en otras ocasiones las marcas no han tenido tan claro entrar a la competición. Algo que no ha sido óbice para el ímpetu de algunos ingenieros. Tan convencidos de su idea que han llegado a desarrollarla a espaldas de los directivos hasta que éstos acabasen aceptándola como un hecho consumado. De esta forma, quizá el ejemplo más famoso sea el de Zora Arkus-Duntov y sus Corvette SS y Grand Sport. Ambos creados en secreto hasta ser descubiertos por los responsables de la marca, quienes finalmente acabaron transigiendo con los caprichos de uno de sus ingenieros estrella.
Un caso que acabó mal debido a los múltiples fallos mecánicos producidos por un desarrollo demasiado ligero. Justo lo contrario a lo ocurrido con el Talbot Sunbeam Lotus de 1979. El cual llegó a lo más alto de la competición a pesar de haber nacido a espaldas de la marca tras una primera negativa de la misma. Una historia de iniciativa y tesón en la que relucen los nombres de pilotos tan significativos como Henri Toivonen o Guy Fréquelin. Responsables junto a Des O’Dell -director de Chrysler Motorsport- del éxito de un modelo que logró hace cuatro décadas el Título de Constructores en el Campeonato Mundial de Rallyes.
TALBOT LOTUS. LA MEZCLA URDIDA POR DES O’DELL
Al igual que Porsche, Lotus debe buena parte de su facturación a los servicios como consultor tecnológico para múltiples empresas. De esta forma, la empresa fundada por Colin Chapman está detrás de prototipos de rallye como el Citroën Visa Lotus de 1982 o la berlina prestacional Opel-Lotus Omega de 1990. Modelos que nacieron de la colaboración decidida entre diferentes marcas y no de la labor solitaria y furtiva de un único hombre. Precisamente el caso que subyace tras el nacimiento del Talbot Sunbeam Lotus, el cual surgió como una apuesta personal de Des O’Dell.
Convencido de que el Sunbeam y su tracción trasera podrían poner fin al reinado del Ford Escort en el Rallye de Gran Bretaña, O D’ell concertó una reunión con los directivos de Chrysler para exponerles su idea. Todo ello para que finalmente fuera rechazada por la creencia en un alto coste de la misma. Motivo más que suficiente para una Talbot que atravesaba serios problemas económicos necesitando incluso ayudas del estado para poder conservar la plantilla. Aún así, este intrépido ingeniero y director deportivo decidió llevar a cabo su idea creando por su cuenta un Talbot Sumbeam con motor Lotus 907 de 250CV.
Sorprendido por el buen rendimiento del mismo, lo presentó ante los mismos directivos que habían rechazado su idea. Hombres de empresa que, esta vez, cayeron seducidos ante los encantos de un modelo con posibilidades reales de destronar a los Ford Escort en lo que sería una excelente campaña de publicidad. A partir de aquí, Lotus y O’Dell trabajaron juntos para la fabricación de los 400 ejemplares necesarios para la homologación en el Grupo 4 del Campeonato Mundial de Rallyes. Un proyecto que sobrevivió a la venta de Chrysler Europa a Peugeot en 1979 gracias a que la marca gala tomó el proyecto como propio adquiriendo así la denominación de Talbot.
DIRECTO AL CAMPEONATO MUNDIAL DE RALLYES
Desde 1972 Ford venía ganando sin interrupciones el Rallye de Gran Bretaña gracias a sus Escort RS1600 y RS1800. Un reinado que debía destronar el Talbot Sunbeam Lotus, el cual vivió su estreno en 1979 con el impetuoso Tony Pond al volante. Un piloto con excesiva tendencia a llevar el coche a sus límites. Acabando más veces empotrado fuera de la pista que puntuando tras cruzar la línea de meta. Por ello, para la temporada de 1980 Talbot prefirió confiar en Guy Fréquelin y un jovencísimo Henri Toivonen. El cual ganó con tan sólo 24 años el Rallye de Gran Bretaña de aquella temporada.
De esta forma -y también a diversas mejoras en chasis, frenos y financiación- el Talbot Sunbeam Lotus comenzó a ser un coche realmente competitivo. Tanto así que en 1981 logró el Título de Constructores del Campeonato Mundial de Rallyes a pesar de vérselas con modelos tan efectivos como el Toyota Celica 2000GT o el Audi Quattro. Además, Guy Fréquelin y su copiloto Jean Todt lograron quedar segundos en el campeonato de pilotos. Sólo superados por Ari Vatanen y su Escort RS1800 del del Rothmans Rally Team.
De esta forma, el Talbot Sunbeam Lotus pasó a las páginas de gloria del mundo de los rallyes. Quedando además como uno de los coches más sorprendentes e inesperados gracias al golpe de efecto que impuso ante sus consolidados rivales. Un modelo propulsado por un alegre y efectivo motor Lotus 911, el cual daba en la versión de calle unos 150CV a 5750 rpm mientras que en las pistas de tierra subía hasta los 250CV ya ofrecidos por la versión secretamente desarrollada por Des O’Dell. Y es que, aunque parezca mentira, diversos modelos estrella tuvieron que nacer a espaldas de la propia marca a la que posteriormente cubrirían de gloria.
Fotografías: Historics Auctioneers
P.D. La unidad usada para ilustrar este artículo es un Talbot Sunbeam Lotus de la segunda serie. Un modelo de serie, aunque afinado para dar las prestaciones similares a las del Campeonato Mundial de Rallyes. Fue subastada el pasado 2019 por Historics Auctioneers.