Además de ser útiles para su fin, los automóviles han de ser rentables. Eso sí, una gran marca puede medir la rentabilidad de ciertos modelos u operaciones no sólo a través de criterios puramente monetarios. Sino también mediante logros publicitarios que afiancen el prestigio y la imagen corporativa. No obstante, en algunas ocasiones esta fría visión mercadotécnica se ha mezclado con la ilusión de todo un país. De esta forma, la historia del automovilismo deportivo cuenta con no pocas gestas en las que el empeño de una escudería, marca o equipo ha terminado siendo el empeño de toda una nación en pugna por ganarse un puesto entre las mayores potencias deportivas.
Justo lo que ocurrió con la Misión Argentina de 1969. Coordinada por el preparador Oreste Berta y liderada por el mítico Juan Manuel Fangio. Sin duda alguna uno de los grandes nombres del automovilismo mundial, al tiempo que símbolo de Argentina unánimemente reconocido en Europa. Así las cosas, tenerlo al frente del equipo de mecánicos y pilotos responsables de manejar a los tres Torino 380 W protagonistas fue una bendición.
Básicamente porque sus contactos y prestigio fueron la palanca con la que unir a diferentes industrias, patrocinadores e intereses en un mismo impulso nacional. Todo con las 84 Horas de Nürburgring en la mirilla. Una carrera usada por las principales marcas europeas como banco de pruebas. Testando sus mecánicas más deportivas al rodar durante tres días y medio en el mismo circuito donde Fangio ganó en 1954, 1956 y 1957 con monoplazas Maserati y Ferrari.
Una competición basada en la resistencia y el trabajo en equipo. Debiendo coordinar una amplia infraestructura logística al tiempo que la labor de los diez pilotos dispuestos para los relevos. Además, como señalaba la revista Corsa en su número 165, la participación en esta prueba estaba condicionada por la aún escasa experiencia de la industria argentina en competiciones internacionales. Un punto que, lejos de ser inconveniente, actúo como elemento de superación para todo un país pegado a los transistores aquellos días de agosto en 1969.
IKA – RENAULT TORINO 380 W, EL TORO RAMPANTE ARGENTINO
Con un diseño ultimado por Pininfarina, el Ika Torino se presentó en 1966 como la mejor y más depurada creación deportiva de las Industrias Kaiser Argentina. Íntegramente fabricado en Argentina, sus avanzadas soluciones en materia de potencia y fiabilidad lo alzaron rápidamente al nivel de icono para el sector automovilístico nacional. No desprovisto de ideas, pero sí de una capitalización masiva que lo hiciese tan fuerte como para traspasar sus fronteras. De hecho, buscando esa mayor fortaleza financiera IKA se asoció en 1967 con Renault. Queriendo liderar un mercado donde General Motors y Ford se habían afianzado ampliamente.
Así las cosas, la gerencia de IKA estaba más interesada en asentar una gama de turismos para el mercado nacional que en protagonizar gestas deportivas en Europa. Sin embargo, que Fangio liderase la promoción de la llamada Misión Argentina acabó por unificar diversos intereses. Tanto que, a finales de 1966, el responsable de competición en Ika Carlos Lobbosco accedió a financiar la empresa. A partir de ahí, su labor de coordinación junto a la de Oreste Berta se enfocó en la preparación de tres unidades del recién estrenado Torino 380 W. Un punto esencial para comprender esta historia. Ya que, como señalábamos al comienzo de este artículo, el gasto en competición sirve como una inversión en imagen de marca.
De esta forma, IKA vio con buenos ojos competir en las 84 Horas de Nürburgring porque su sola participación daba prestigio al nuevo modelo. El cual cuadruplicó sus ventas tras la carrera. Y eso por no hablar de la imagen de liderazgo que transmitió en el sector automovilístico argentino. Bendecida por el propio Fangio e incluso animada y felicitada por su rival General Motors. Dando fe de que esta idea que poco a poco salía de lo corporativo para entrar a lo nacional. Siempre con el Torino como punta de lanza, preparado por el ingeniero Durwald Leeper a partir de su versión 380 W. La más potente de la gama con su motor de 3’7 litros, seis cilindros en línea y tres carburadores Weber para entregar 176CV en las unidades de serie.
LA MISIÓN ARGENTINA PONE RUMBO A NÜRBURGRING
Pasada la primavera de 1969 las pruebas sobre los Torino ya estaban perfiladas a pesar de contar con accidentes y ciertos problemas de coordinación entre pilotos. Siempre apaciguados por la respetada figura de Fangio. Quien se volcó plenamente en la llamada Misión Argentina como parte de su propia historia en las carreras. Respecto a las modificaciones, los Torino habían bajado de 1.407 a 1.365 kilos. Aumentado la potencia hasta los 250CV a 5.200 rpm con una punta de 230 kms/h. Cifras respetables si además se tenía en cuenta la buena resistencia de los mismos.
Por lo demás, los tres Torino llevados a pista no recibieron más cambios significativos a excepción del reglaje en las suspensiones y la incorporación de unos neumáticos más anchos. Llegados a este punto, fueron embarcados a Alemania donde al llegar a Nürburgring se marcaron con los números 1, 2 y 3. Sin duda fruto del enorme prestigio de Fangio en Europa. El cual abrió tantas puertas a los Torino que incluso Carlos Figueras -periodista director de Auto Test- señaló a ello como la explicación sobre porqué se creó una clase a medida para los vehículos de la Misión Argentina.
Caracterizados por una cilindrada mucho mayor a la media del resto, y por tanto cuestionados en lo referido a la reglamentación de la carrera. De hecho, finalmente el único Torino que acabó la prueba -el número 3 pilotado por Rodríguez Larreta, Eduardo Copello y Mauricio Franco- quedó en cuarta posición absoluta tras un Lancia Fulvia, un BMW y un Triumph pero campeón en la categoría con más de 3 litros. Eso sí, sólo una penalización por permanecer en boxes más tiempo del permitido en una reparación lo hizo no ser el vencedor. Hipótesis que viene corroborada por haber sido el vehículo que más vueltas dio al circuito en toda la carrera.
En fin, fuera como fuese lo cierto es que la alegría se desbordó entre la población argentina. Viviendo el éxito de la Misión Argentina como si se tratase de una gesta nacional. Y en gran parte así lo fue. Ya que más allá de los datos de carrera o las múltiples anécdotas como la de Fangio chivando instrucciones a ritmo de tango para burlar así el reglamento aquella carrera fue un asomar la cabeza al mundo para la industria argentina. Un éxito con sus luces y sombras que, al fin y al cabo, trascendió a IKA para ser patrimonio de todo el país.
Imágenes: Renault Classic / Museo Fangio