Desde la Segunda Guerra Mundial han existido tres mercados básicos para el automovilismo: el europeo, el norteamericano y el japonés. Partiendo de esta base, se pueden ver interacciones y mutuas dependencias, pero especialmente un carácter individual muy marcado en cada uno de ellos. Algo que conocen empresas como Ford o General Motors, quienes al aterrizar en Europa lo han tenido que hacer con vehículos pensados en exclusiva para este mercado. Un buen ejemplo de ello es el Ford Capri de 1968. Adaptación del Mustang hecha por Ford Europa al mercado británico y continental usando componentes del Cortina.
Una mímesis con el mercado final que no se ha dado en el caso de las empresas europeas que han cruzado el Atlántico, ya que precisamente allí se valoran los coches ingleses, alemanes o italianos por sus características diametralmente opuestas a las de los locales. Muestra de ello es el éxito que tuvieron los Porsche 356 y 911. Ideales para un pilotaje revirado y definidos por su bajo peso. Sin embargo, ¿hacia dónde miraba el mercado japonés? ¿Conquistaría con un carácter propio o tendría que adaptarse a las condiciones de los nuevos mercados?
Para empezar, hasta los sesenta el automovilismo japonés sólo tenía como carácter propio una sobria sencillez fruto de la postguerra y la gran densidad demográfica en las ciudades. Es por ello que casi todo el panorama estaba dominado por los microches. Una tendencia que empezó a revertirse con la aparición de modelos dotados de una gran precisión tecnológica. Punto por el cual empezó a definirse una identidad que los japoneses han sabido explotar muy bien. Sin embargo, la calidad técnica no parecía ser suficiente para entrar en el mercado americano. Algo que demostró el caso del Mazda Cosmo y su motor rotativo en 1967.
Por ello, los fabricantes nipones comenzaron a diseñar coches a imitación de los de Detroit. Algo visto en el segmento de los deportivos, donde se inspiraron descaradamente en modelos como el Mustang. Fruto de ello fue el Toyota Celica Liftback. Un modelo muy popular que tuvo su precursor en el prototipo SV-1 presentado en el Salón de Tokio de 1971.
TOYOTA CELICA LIFTBACK. EL RESULTADO DEL PROTOTIPO SV-1
Fabricado desde 1970 hasta 2006, el Toyota Celica ha sido uno de los mayores éxitos de la marca. Un acierto sin paliativos que se prolongó a través de siete evoluciones, protagonista de dos títulos de constructores y cuatro de pilotos en el Campeonato Mundial de Rallyes. Todo ello partiendo de un planteamiento comercial dirigido a un público interesado en la deportividad pero con una economía no especialmente boyante. Característica que hizo del Celica un deportivo para las masas, combinando practicidad con una eficiente respuesta en curvas. En suma, un deportivo accesible capaz de conquistar cualquiera de los tres principales mercados automovilísticos.
No obstante, aunque las versiones ST/GT cubrían la parte más deportiva de la gama con su motor 1600 y su carrocería coupé fastback… Lo cierto es que Toyota necesitaba dotar al Celica de un punto extra para entrar con fuerza en el mercado americano. Para ello realizó un estudio de diseño materializado en el prototipo SV-1. Uno de los protagonistas del espacio de Toyota en el Salón de Tokio 1971, el cual compartió atenciones con el RV-1. El tanteo de la empresa con una fórmula conocida como vehículos recreativos, la cual se basó en camperizar sobre la base de un deportivo con las suspensiones alzadas. Porque sí, el RV-1 es un Celica pensado para ir por caminos con fines lúdicos. Algo así como un SUV potenciado, pero con dos puertas y cincuenta años atrás.
Obviamente, este concepto no llegó a la serie. Algo que para nada ocurrió con el SV-1, el cual fue inspiración directa para el Toyota Celica Liftback de 1973. Un coche que incorporaba su principal cambio en una trasera donde luneta y tapa de maletero se unían en una misma pieza formando una suave caída. Pero también un lateral más metálico y musculado, siendo así un vehículos visualmente homologable a los “muscle car”. Justo lo que pretendía Toyota. Una marca que, finalmente, había conseguido dar con un producto capaz de ofrecer las virtudes del Mustang a un precio más reducido.
UN TRIUNFADOR EN CARRERAS QUE TARDÓ EN SALIR FUERA DE JAPÓN
Del prototipo SV-1 al Toyota Celica Liftback sólo cambiaron dos elementos: el diseño de los pilotos traseros -descaradamente parecidos a los del Mustang en el coche de serie- y la posición de la tapa de la gasolina. Por lo demás, era básicamente el mismo coche. Incluso en la mecánica, ya que el Liftback tenía como base el 1600 de 115CV montado en el prototipo. Un motor capaz de dar victorias a la marca, como así lo demostró el Celica 1600 GT que ganó su clase en las 24 Horas de Spa 1973.
Además, ese año empezó a popularizarse el motor dos litros, base de la espectacular versión LB que ganó los 1000 kilómetros de Fuji ya con carrocería liftback. De esta forma, el Toyota Celica Liftback llegó al mercado nipón en cuatro versiones. Fruto de las cilindradas de 1’6 y 2 litros combinadas con los acabados ST o GT. No obstante, lo curioso de todo esto es que el modelo no salió a la exportación hasta 1976. Un momento tan tardío que incluso la gama Celica ya había recibido su primera actualización de diseño. Algo que lastró a las ventas, especialmente en los Estados Unidos, donde el modelo se ofreció en una única versión GT con motor de 2’2 litros.
De todos modos, en el mercado nacional ya se había amortizado bastante bien. Siendo además un campo de pruebas perfecto para afinar los productos que Toyota ofertaría en el norteamericano. Mercado en el acabó teniendo buenos resultados comerciales, en parte gracias a la adaptación que hizo a los gustos locales. Justo el punto clave del SV-1 de 1971. El prototipo que ahora cumple 50 años como precursor del Toyota Celica Liftback.
Fotografías: Toyota