Para empezar a hablar del Trabant hay que dar primero una pequeña lección de historia a modo de repaso. Tras la II Guerra Mundial el territorio de Alemania quedó dividido en cuatro partes, quedando aislada la zona de Berlín Oriental, bajo el control soviético, de la zona tutelada por el resto de las fuerzas aliadas.
Entre el aislamiento a la Unión Soviética y el inicio de la Guerra Fría surge en 1957 en la República Democrática Alemana una marca que se llama Trabant, que significa satélite en alemán, haciendo muestra por aquel entonces del poderío espacial soviético, cuyo ingenio había puesto el primer objeto humano en órbita aquel mismo año, el Sputnik.
El primer modelo presentado fue el P50, que para su época y los recursos de la RDA era relativamente avanzado, si bien su motor era un bicilíndrico de dos tiempos refrigerado por aire, era de tracción delantera, una tecnología que hasta entonces pocos coches populares habían adaptado.
De esta mecánica Trabant hizo su seña de identidad en los siguientes modelos presentados, siendo el 601 el más exitoso y longevo en cuanto a su producción se refiere, fabricándose entre 1963 y 1989 con una producción millonaria en cifras y exportaciones al resto de mercados del bloque soviético.
Dadas las condiciones para comprar un automóvil en la Unión Soviética y el complicado proceso burocrático, los tiempos de espera para recibir un Trabant excedían en muchos casos los dos años, razones por las que era más caro comprar uno de estos coches de segunda mano que uno nuevo.
Como curiosidad estos coches se fabricaban de un curioso material llamado «duroplast«, que era una resina de plástico hecha a partir de restos de algodón, siendo técnicamente un coche con una carrocería creada con materiales reciclados, pues se dice que se empleaban antiguos uniformes militares para hacer «duroplast«. El problema era que el posterior reciclaje de los propios coches una vez cumplían su utilidad era extremadamente contaminante.
Llega 1989, y termina cayendo el muro de Berlín, una frontera que significaba más que una simple alambrada. Finalmente, Alemania estaba unificada, y los alemanes del este pudieron ver en su mayoría cómo era el lado occidental de su ciudad, y ver también el panorama automovilístico germano, que para finales de los ochenta estaba a años luz de los Trabant y Wartburg producidos en el este.
TRABANT 1.1, EL COCHE QUE COLAPSÓ CON LA URSS
En este punto de la historia los vetustos Trabant 601 eran un símbolo más del atraso tecnológico de la Unión Soviética. Con la caída del muro fueron miles de estos coches los que abandonaron la frontera por primera vez, y muchos, obsoletos en comparación con los coches del momento fueron abandonados, y su precio en el mercado de segunda mano era ridículo.
Además, la mecánica de dos tiempos de estos coches era cuatro veces más contaminante que la que establecía la normativa de la Alemania Occidental, por lo que se requería un permiso especial si que quería conducir estos coches por este territorio.
Gracias a subsidios del gobierno se pudo alargar brevemente la vida de los Trabant, cuya producción era sorprendentemente laboriosa. Ya desde 1988 hubo acuerdos comerciales entre la RDA y la RFA, motivo por el cual se empezó a trabajar en un prototipo para un nuevo Trabant.
Las primeras unidades estarían listas para 1989, pero su producción no comenzó hasta mayo de 1990, momento para el cual las dos partes de Alemania se habían unificado.
El coche resultante fue el Trabant 1.1, que empleaba motores de cuatro cilindros en línea de 45 CV compartidos con el Volkswagen Polo. Estéticamente era muy similar al 601, distinguiéndose principalmente por una nueva calandra.
El modelo se siguió ofertando en las mismas carrocerías que su antecesor, como berlina de dos puertas, rancheras de tres puertas, y un descapotable conocido como el Tramp. Curiosamente el Trabant 601 Tramp sí se llegó a comercializar en España, anunciándose como el descapotable más barato del país.
Finalmente, este experimento duró poco. Para abril de 1991 ya había dejado de fabricarse el Trabant 1.1, y a finales de ese mismo año la Unión Soviética colapsó tras casi setenta años de historia. La fábrica situada en Zwickau pasó a ser parte de Volkswagen, mientras que la empresa que producía estos coches, HQM Sachsenring GmbH, logró sobrevivir fabricando piezas para la marca de Wolfsburgo.
El motivo del fracaso, más allá del diseño desfasado y los ideales caducos que representaba el coche, era un precio que en la época se consideraba muy alto, con la mayoría de las unidades vendiéndose en Hungría y Polonia.
Solamente se fabricaron 39.474 unidades del que fue el último coche de Trabant, elevando el cómputo total a más de 3,7 millones, cifras más que respetables y que lo convirtieron también en un icono de la Guerra Fría y de un país que anhelaba unificarse.
Fotografías: Trabant