Para los buscadores de vehículos históricos, las fincas agrícolas representan una indudable promesa. No en vano, dentro de sus almacenes y casonas aún habitan una gran cantidad de automóviles reseñables. Escasamente tenidos en cuenta por los herederos del comprador original, muchos de estos han pasado décadas olvidados en puntos aislados de provincias poco habitadas. Así las cosas, las monturas de aquellos viejos aristócratas han ido saliendo a la luz poco a poco.
Debido a ello, de repente se subasta en Londres un magnífico Mercedes de los años veinte celosamente guardado en un pueblo de Soria. Aparece un Hispano-Suiza custodiado en una bodega de Cádiz o, incluso, según algunas fuentes ciertos Bugatti de competición podrían encontrarse en una finca cordobesa. Sin embargo, no pocos de aquellos vehículos dieron con el olvido al poco tiempo de fabricarse.
Lejos de ello, después de la Segunda Guerra Mundial diversas unidades fabricadas antes de la contienda recibieron nuevas y más prácticas carrocerías. Un asunto relacionado con la idea de poder alargar su vida útil. Hecho éste especialmente visible si repasamos la historia de Hispano-Suiza.
No en vano, en ella contemplamos diversos recarrozados interesantes pertenecientes a los años cuarenta. Una década en la que, gracias a incipientes diseños masivos como el Pontón de Mercedes, los pasos de rueda ya no irían más como elementos exentos al volumen de la carrocería.
Dicho esto, la verdad es que nuestra unidad protagonista no fue ningún hallazgo en algún granero. Lejos de ello, su historial se encuentra perfectamente registrado, siendo hoy en día una pieza de museo en la prestigiosa colección Mullin. Sin embargo, su estilo ranchera con paneles de madera -adquirido en 1948- nos lleva a unas indudables coordenadas rurales. Y es que, al fin y al cabo, éste fue implantado con la idea de poder sacar más partido al automóvil, reconfigurándolo como un vehículo práctico y usable en el día a día de una finca.
Además, seguramente este Hispano-Suiza esté recordando las antiguas “rubias” a cierta cuota de la afición. Llamadas así por el colo de su madera, éstas fueron muy populares en la España previa a los años cincuenta, donde los trabajos de recarrozado solían hacerse en madera dada la facilidad de manejo y adquisición ofrecida por semejante material. Y vaya, en este sentido la unidad presente es toda una rareza, siendo la única realizada sobre un chasis Hispano-Suiza.
Concretamente el de un K6, presentado en 1934 para tener en la gama una opción más accesible que la representada por el espectacular J12. De hecho, en vez de montar un motor con 12 cilindros éste optó por uno mucho más modesto con tan sólo seis para algo más de cinco litros. Obviamente, las más de las unidades fueron carrozadas en Francia -algún día hemos de hablar sobre la nacionalidad efectiva de Hispano-Suiza- en forma de berlina.
Es más, ésta no fue una excepción. Sin embargo, en 1948 el taller Franay le dotó del aspecto que ahora estás viendo. Práctico pero, al tiempo, realmente elegante. En fin, todo un ejercicio de originalidad actualmente expuesto en los Estados Unidos.
Fotografías: Mullin Museum / RM Sotheby’s