Miguel Sánchez
Durante el franquismo y hasta la plena incorporación de España a la Comunidad Económica Europea, los cupos de importación resultaban bastante escuetos. De esta manera se promovía la protección de la industria nacional, gravando seriamente a cualquier vehículo de importación traído de forma particular. Es más, la mezcla de burocracia e impuestos hacía de los automóviles foráneos unos productos con nula capacidad competitiva en el mercado local.
Así las cosas, los fabricantes nacionales crecieron al amparo de un evidente proteccionismo frente a la más eficiente y competitiva industria extranjera. En verdad, un arma de doble filo. Y es que, mientras en el automovilismo empresas como FIAT o FASA lograron continuidad hasta nuestros días gracias a contar con socios tecnológicos fuertes, en el caso del motociclismo todo fue bien distinto.
Es más, en cuanto el mercado español comenzó a liberalizarse, desde Montesa hasta Bultaco pasando por Sanglas todas y cada una de las marcas históricas del motociclismo local fueron cayendo. Un hecho que, neblinas de la nostalgia aparte, bien se se explica en base a la falta de calidad y atraso tecnológico de aquellos fabricantes. Ampliamente acomodados a un mercado donde, durante décadas, estuvieron aisladas de la competencia japonesa gracias a la acción del estado.
No obstante, en el rígido muro de aquellas medidas proteccionistas había algunas grietas por las que colarse. Para empezar, hemos de tener en cuenta ferias como la de Barcelona. Lugares donde, en pequeñas tandas, se podían importar y vender vehículos bajo condiciones muy especiales. De hecho, este ambiente fue la puerta de entrada a España para modelos únicos como el Peugeot 504 Break Riviera. Un prototipo firmado por Pininfarina que, tras ser adquirido por un comprador español en 1971, pasó décadas en nuestro país hasta su reciente salida a los Países Bajos.
Asimismo, dado su carácter insular muy apartado de la Península Ibérica, las Islas Canarias contaron con medidas ventajosas de cara a unos cupos de importación más relajados que en el resto del país. Gracias a ello, el actual panorama de clásicos en aquel territorio cuenta con sorpresas no previstas en lugares como Madrid o Barcelona. Sin duda, la herencia más clara sobre aquel antiguo mercado automovilístico bastante más liberalizado que en otros territorios españoles.
Un contexto bajo el cual, en 1970, se produjo la entrega de este Ferrari 365 GTB/4 Berlinetta. El “Daytona de Tenerife”.
EL DAYTONA DE TENERIFE, UN FERRARI RESTAURADO AL ESTADO ORIGINAL
Tras reinar en Le Mans durante seis años consecutivos, Ferrari cedió su reinado a Ford en la cita francesa tras la aparición de los GT40. No obstante, aquello no fue el final de la casa de Maranello en el Mundial de Marcas. Lejos de ello, la derrota en Le Mans tuvo una réplica evidente gracias al triplete cosechado por los Ferrari P3/4 y P4 en Daytona 1967. Una hazaña singular que, a la postre, acabó dando un sobrenombre popular al nuevo V12 lanzado por la casa italiana en 1968.
Concebido para ser el sustituto del 275 GTB/4, el 365 GTB/4 interpretó una eficaz mezcla de ruptura y continuidad. No en vano, mientras en lo estilístico Pininfarina apostaba por una línea musculosa marcada por el enorme capó, en lo técnico Ferrari seguía aferrada al motor delantero en contra de la tendencia al central-trasero ya asumida por Lamborghini. Con todo ello, el popularmente conocido como Daytona fue uno de los grandes Ferrari V12 antes de aparecer el BB con su motor central-trasero.
Además, su motor derivado directamente de los Sport Prototipo de Le Mans entregaba hasta 352 CV con una sinfonía digna de los mejores tiempos clásicos en Maranello. En suma, uno de los grandes deportivos de todos los tiempos, el cual presentó en esta unidad un aspecto realmente atractivo. No en vano, su combinación de blanco con motivos verdes -tanto en la carrocería como en los asientos- entrega a la vista una combinación cromática suave y tropical. Claro está, digna de las Islas Canarias. Algo en plena sintonía con el lugar donde fue entregado a su primer dueño: Tenerife.
Encargado a través de un concesionario local de Alfa Romeo, este Ferrari 365 GTB/4 contó con una especificación muy personal a capricho de quien lo había encargado. Todo ello a través de las gestiones realizadas por Antonio Vela Murillo; a la sazón responsable del mencionado concesionario. Tras esto, este Daytona transitó por diferentes propietarios y países, pasando de las Canarias a Suiza y de ahí a Mónaco para incluso pasar unos años en Japón.
Eso sí, en el 2016 una nueva venta propició un interés real por llevarlo a su estado original. Una feliz decisión que ha culminado con la recreación de su aspecto original. Algo tan perfectamente trabajado que ha merecido la certificación de Ferrari Classiche. Gracias a ello, el conocido como “Daytona de Tenerife” ha regresado al original esplendor de sus primeros días. Un seductor aspecto bajo el cual se ofrece ahora por el especialista Real Art on Wheels.
Imágenes: Real Art on Wheels
