Dentro de su historia más reciente, 1992 se alza como un año clave en la historia de Barcelona. Y es que, no en vano, la celebración de los Juegos Olímpicos supuso un cambio radical respecto a la forma en la que ésta se percibía. Así las cosas, la ciudad se abrió al mar a través de una severa reforma urbanística capaz de asentar nuevas zonas y espacios. De esta manera, más allá de las cuestionables estructuras inherentes a todo evento internacional, aquel lavado de cara conformó un cambio de era en la expansión urbana de la capital catalana. No obstante, por el camino de aquella transición se quedaron algunos flecos sueltos que, en el caso del Poblenou, tuvieron que ver con la destrucción de no poco patrimonio industrial.
Tradicionalmente menospreciado, éste resulta especialmente importante en la memoria colectiva de ciudades como Barcelona. Caracterizadas por una intensa actividad fabril durante los tiempos previos al actual dominio del sector servicios. Llegados a este punto, la construcción de la villa olímpica en la zona de la avenida Icària se llevó por delante no pocos edificios industriales. Muchos de ellos relativos al auge y caída del sector automotriz en la ciudad. De hecho, esto resulta especialmente visible en el caso del motociclismo. Muy presente en el Poblenou desde que Montesa tuviera allí su primera fábrica.
Asimismo, empresas como Ducati-Mototrans también se instalaron en la zona. Es más, ésta tenía su sede en la calle Almogàvers número 177. A tan sólo unos números de los talleres de Huracán Motors y su producción de furgonetas, motocarros y motocicletas. Sin embargo, a nivel de capacidad productiva aquellas cadenas de montaje quedaban muy atrás de lo mostrado por Ford Motor Ibérica. Dominada por su imponente entrada con paramento almohadillado, ésta se situaba en el número 149 de la avenida Icària. Justo donde, en 1992, se inauguraban los bloques de la villa olímpica sin tener en cuenta una posible recuperación y puesta en valor del patrimonio industrial.
Eso sí, más allá de estos actos siempre quedan las bibliotecas y hemerotecas. Lugares donde, aún habiendo pasado un siglo desde la llegada de Ford a Barcelona, resulta posible reconstruir los pormenores de aquella historia hoy físicamente desaparecida. No obstante, lo cierto es que narrar aquel hecho requiere irnos muy lejos de Cataluña. Concretamente hasta Cádiz. Ciudad en la que fueron instaladas las cadenas de montaje de Ford Motor Company S.A.E durante 1920.
Constituida con un capital de 500.000 pesetas, aquella iniciativa empresarial preveía “producir, montar y vender automóviles Ford, camiones y tractores, en España, Portugal, Islas, posesiones y protectorados portugueses y españoles, Gibraltar y Marruecos internacional”. Y es que, al fin y al cabo, la casa estadounidense estaba en plena expansión internacional. De hecho, en 1923 se instaló en Italia mientras en Argentina ya lo había hecho justo una década antes. Llegados a este punto, en Cádiz empezó el ensamblaje de los primeros Ford T españoles con piezas traídas desde los Estados Unidos.
No obstante, al poco empezaron dos tipos de problemas. Para empezar, la fábrica tuvo que enfrentarse a la falta de una industria auxiliar consolidada en las cercanías. Sin embargo, las verdaderas trabas llegaron desde el Ministerio de Haciendo en Madrid. Liderado por Francesc Cambó, éste decidió replantearse lo pactado con Ford en 1920 respecto a la fiscalidad prevista al instalarse en la zona franca del puerto gaditano.
Así las cosas, desde el gobierno central se pasó a reclamar a la filial del fabricante una cantidad de impuestos similar a la que habría de abonar si, en vez de fabricar en España sus vehículos, los importase desde la otra orilla del Atlántico. Ahora, ¿a qué se debió aquel cambio? Bueno, en un sentido estricto no existe una explicación contundente. Sin embargo, al mismo tiempo que las instalaciones gaditanas eran presionadas se prometía el mantenimiento de las condiciones firmadas en 1920 si Ford se trasladaba a Barcelona.
Un hecho que hace sospechar. Concretamente sobre las intenciones de Cambó y la burguesía catalana asentada en el gobierno de Madrid. De hecho, este político era uno de los hombres más ricos e influyentes en la España del momento. Es más, en 1936 fue uno de los principales valedores del golpe de estado frente al ordenamiento constitucional de la Segunda República, organizando una amplia red de financiación y apoyo al gobierno franquista tanto en Cataluña como en Francia. De todos modos, sea como fuese lo cierto es que Ford Motor Company S.A.E abandonó la ciudad andaluza en 1923. Tan sólo tres años después de instalarse en ella.
1923, FORD LLEGA A BARCELONA
Con la intención de ser menos dependiente de las piezas estadounidenses, Ford Motor Company S.A.E se instaló en Barcelona durante 1923 atraída por una industria auxiliar objetivamente más amplia que la vista en Cádiz. Además, el acoso por parte de Cambó y su círculo conservador -prolongado incluso después de haber dejado el Ministerio de Hacienda en 1922- cesó para alegría de los contables. De esta manera, la producción echó a andar mezclando modelos turismo con industriales entre los que se combinaban camiones e incluso tractores de marca Fordson.
De hecho, tan sólo seis años después la actividad había crecido tanto que fue necesaria una ampliación de capital. Llegados a este punto, la inversión inicial de 500.000 pesetas se acrecentó hasta los 15 millones fundándose así la sociedad por acciones Ford Motor Ibérica cotizando en las bolsas de Barcelona y Madrid. Sin duda, una de las grandes iniciativas automotrices en la Península Ibérica gracias a su capacidad de producir hasta 85 vehículos en cada turno de ocho horas. Un hecho esencial para entender que, mucho antes del Instituto Nacional de Industria con ENASA y SEAT, ya existía una evidente infraestructura automovilística en España.
P.D Sobre la controversia de Ford en Cádiz es de gran interés el artículo publicado por S. González Crespo y J.M Vázquez durante el pasado 2017, el cual ya mencionamos en nuestra propia publicación sobre el tema. Además, en referencia a la destrucción de patrimonio industrial en el Barrio de Icària existe un artículo de Francesc Caballé muy ilustrativo.