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Una apuesta para sustituir al Stratos, el Lancia Sibilo

En 1978 Lancia dejó de fabricar el Stratos en el marco de una reorientación de los coches de rallye en el Grupo FIAT hacia el 131 Abarth y, posteriormente, el 037. No obstante, Bertone pensó que sería posible darle una continuidad, por lo que pensó en un diseño tan rupturista y llamativo como el del Staros Zero para inspirar las líneas de las unidades de serie necesarias para la homologación en el Grupo 4. El fruto de todo aquello fue el Lancia Sibilo

De 1973 a 1978 Lancia fabricó al Stratos como uno de los modelos deportivos más icónicos en la historia del Campeonato Mundial de Rallyes. Además, también fue uno de los diseños más significativos de su era. No sólo por el exotismo de sus líneas creadas por Marcello Gandini sino, especialmente, por ser uno de los pocos ejemplos derivados del “diseño en cuña” llevados a serie. Y es que justo ésa fue una de las grandes paradojas de la revolución estilística liderada entre 1968 y 1970 por modelos como el Alfa Romeo Carabo, el Ferrari Modulo o el Porsche Tapiro. Creaciones de Marcello Gandini, Paolo Martin y Giorgetto Giugiaro trabajando para Bertone, Pininfarina e Italdesign respectivamente. El ser clave en la historia del diseño pero al tiempo no llegar a serie.

Y bueno, es normal que así fuera. Al fin y al cabo, estos modelos fueron osados ejercicios de estilo que hubieran presentado multitud de problemas en materia de fabricación en cadena y homologaciones. No obstante, aún así configuran uno de los fenómenos más influyentes en toda la historia del diseño automovilístico. Lo primero porque consagraron la línea recta y los volúmenes geométricos tras las curvas y redondeces de los sesenta. Y lo segundo porque incidieron en una forma más aplanada, con un centro de gravedad muy bajo apostando por el motor central-trasero. Justo las coordenadas en las que habría de moverse los superdeportivos a partir de aquel momento.

La prueba de ella fue el lanzamiento en 1971 del primer prototipo del Countach antes de su salida definitiva al mercado tres años más tarde. Posiblemente el mejor y más difundido fruto del “diseño en cuña” si nos quedamos sólo con los modelos que llegaron a serie. Sin embargo, lo cierto es que el Lancia Stratos también tenía mucho que decir en este sentido. Obviamente su altura al suelo era mayor que la ofrecida por el Lamborghini dado que iba destinado a los rallyes. Pero, al fin y al cabo, sus líneas fueron inspiradas por el Stratos Zero de 1970. Sin duda la más refinada expresión del concepto de cuña en el automovilismo.

Así las cosas, ya nos estamos moviendo entre un conjunto de diseños donde todos comparten el estar firmados por Marcello Gandini. Algo de lo cual también participa el Lancia Sibilo. Un prototipo que continuó aquella tradición estilística intentando subsanar los problemas que encontró en materia de seguridad.

LA SUSTITUCIÓN DEL STRATOS EN EL GRUPO FIAT

Dentro del mundo de los prototipos podemos diferenciar muchos tipos. En ese sentido, uno de los más llamativos es el de los ejercicios de estilo. Creaciones que, por múltiples razones, serían utópicas para la producción en serie, quedando como meros ensayos destinados a inspirar y producir el debate. Una definición que bien se podría aplicar al Lancia Stratos Zero de 1970. Siendo sin duda uno de los automóviles más fascinantes de la historia. Eso sí, ejecutado como una escultura rodante donde las limitaciones impuestas por un diseño que deba ser producido en serie quedan fuera de lugar.

De esta manera, el Stratos Zero impresionó tanto a los directivos de Lancia que enseguida quisieron un derivado del mismo para el Campeonato del Mundo de Rallyes. Sin duda una pirueta intelectual bastante interesante, aunque efectiva. No en vano, tan sólo tres años después nacía el Lancia Stratos con el honor de ser el primer coche diseñado desde cero por y para la máxima categoría de las carreras de tierra. A partir de ahí, sus éxitos en la competición hablan por sí solos. Todo ello aupado con su motor V6 de procedencia Dino-Ferrari.

No obstante, lo cierto es que para 1978 el Stratos ya estaba demandando un sustituto. Algo que tuvo al menos en el mundo de los rallyes, ya que en 1982 Lancia presentó al 037. El último coche con propulsión trasera en ganar un título mundial -constructores, en 1983- antes de la hegemonía de los tracción total encabezados por el Audi Quattro. Además, desde finales de los setenta hasta la llegada del 037, el 131 Abarth fue el encargado de cosechar victorias para el Gupo FIAT en el Mundial. Una reorganización de los coches de competición sobre tierra en el conglomerado de los Agnelli donde se perdió la posibilidad de un modelo capaz de continuar la senda futurista del Stratos.

LANCIA SIBILO, ARREGLANDO LOS PROBLEMAS DEL DISEÑO EN CUÑA

En la masiva FIAT de finales de los setenta ya no tenía demasiado sentido crear un modelo futurista y altamente prestacional para Lancia. Lejos de ello, los derroteros iban más por el uso de las carreras como promoción de los modelos de calle. Un camino donde el 131 y especialmente los Delta se beneficiaron intensamente para desgracia de Bertone. Y es que la carrocera de la cual era jefe de diseño Marcello Gandini seguía apostando por crear un modelo espectacular para las homologaciones del Grupo 4. En suma, un sustituto del Stratos con sus mismo planteamientos básicos.

Para ello presentaron en el Salón de Turín de 1978 al Lancia Sibilo. Heredero evidente del “diseño en cuña”, aunque pasado por la pátina del aprendizaje adquirido durante los años setenta. Y es que durante aquellos años los requisitos en materia de seguridad se volvieron más exigentes. De esta manera, ya resultaba del todo imposible bajar el morro hasta el punto de hacer cuasi inexistentes los paragolpes. Lejos de ello, estos debían soportar determinadas cargas sin apenas deformarse, especialmente en el caso de las leyes aprobadas en los Estados Unidos.

Hecho éste que influyó a prototipos como el Alfa Romeo Navajo de 1976. Un estudio firmado por Bertone sobre la base de un 33 Stradale desafiando a los líneas más convencionales con su aspecto futurista. Tanto así que se le puede considerar adelantado en unos diez años, presentando en plenos años setenta lo que va a ser el canon estético dominante en los alegres y confiados años ochenta. Rectilíneo y con elementos que parecen sacados de la ciencia ficción, pero al tiempo con un frontal mucho más marcado que las cuñas cortantes vistas en los Carabo, Stratos Zero o Tapiro.

De esta manera Bertone estaba segura de haber ido por el buen camino. Es más, hicieron del Lancia Sibilo un modelo completamente operativo al dotarle de un motor V6 de 2,4 litros procedente, al igual que el del Stratos, del Dino-Ferrari. Además, el Lancia Sibilo también tomó del modelo al que deseaba sustituir su chasis. Alargado aquí en unos centímetros para dar mejor cabida a los ocupantes en el habitáculo. Espacio, por cierto, dotado de los típicos salpicaderos con instrumentación electrónica tan pródigos en los ensayos futuristas de los setenta y ochenta.

Finalmente, los responsables del Grupo FIAT declinaron la oferta hecha por Bertone. Mostrando un escepticismo que nada tuvo que ver con el entusiasmo generado cuando el Stratos Zero llegó a la fábrica de Lancia en 1970. No obstante el Lancia Sibilo no cayó en saco roto. En absoluto. Y es que gran parte de su estilo tiene una proyección evidente en el Volvo Tundra de 1979. Aquel prototipo rechazado por la casa sueca pero abrazado por Citroën para inspirar al BX de 1982. Curioso al menos que, creado para sustituir al Stratos, el Lancia Sibilo tenga sus mayores ecos en modelos de la masiva casa francesa. Y es que el diseño automovilístico es así. Un constante ir y venir de influencias.

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Escrito por Miguel Sánchez

A través de las noticias de La Escudería, viajaremos por las sinuosas carreteras de Maranello escuchando el rugido de los V12 italianos; recorreremos la Ruta66 en busca de la potencia de los grandes motores americanos; nos perderemos por las estrechas sendas inglesas rastreando la elegancia de sus deportivos; apuraremos la frenada en las curvas del Rally de Montecarlo e, incluso, nos llenaremos de polvo en algún garaje rescatando joyas perdidas.

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