De vez en cuándo los medios de comunicación dedicados al motor difunden historias que realmente merecen la pena ser contadas. Historias trascendentes que ponen de relieve lo que une al género humano a lo largo y ancho del globo y no lo que le separa. A nuestra pequeña escala de coches clásicos, ésta es una de esas.
Luo Wenyou es un coleccionista chino que, como nosotros, está absolutamente pirado por los automóviles de época. Ya desde pequeño, cuando apenas había máquinas de cuatro ruedas en la China de Mao, suspiraba por coger el volante y sentir las detonaciones del motor de combustión interna a sus órdenes. Era de una familia de clase media-alta, así que el sueño tenía visos de convertirse en realidad.
Terminado el instituto, su padre le consiguió un buen empleo a cargo de un oficial del gobierno. Y tan pronto como tuvo unos ahorros, se los fundió en un flamante coche; en el Vídeo nos cuenta la emoción de engranar la primera y después el resto de marchas y de la mágica sensación de velocidad e independencia. Tanto le gustó el asunto que dejó su trabajo y, acto seguido, empezó como transportista.
El despertar de la afición
Un día estando en Shangai su mirada se posó sobre un clásico. Luo nos cuenta como, cuanto más lo miraba, más le gustaba. Así despertó su afición por los hierros viejos; lo compró y ese fue el primero de los más de 200 coches que a día de hoy conforman su museo (sí, habéis leído bien).
La verdad es que tiene cosas de ésas que tenéis que ver. Es el caso de la colosal limusina presidencial de Mao, cuyo propietario no pudo disfrutar ya que murió antes de que fuera terminada; o también de la del Dalai Lama, al parecer regalada a la autoridad política y religiosa del Tibet por el estado chino en un intento de suavizar las tensiones de la ocupación. Según se cuenta en el Vídeo, la ausencia de carreteras en el Himalaya hizo que tuviera que ser transportada por personas y bueyes hasta su nuevo garaje.
Patrimonio cultural a miles de kilómetros de aquí
Pero volvamos al personaje. Para Lou Wenyou no ha sido nada fácil: De no haber sido infectado por el virus, no habría vendido todas sus empresas para fundar un museo; de no haber visto ese coche clásico en Shangai, podría haber seguido disfrutando de su elevado tren de vida al volante de coches nuevos de importación.
Y sin embargo, eligió renunciar a ser un privilegiado; escogió levantarse pronto por la mañana para limpiar y arreglar sus tesoros y, entre otras cosas, volver a utilizar el transporte público. Apoyado por su esposa Yang Wenjun -pero qué buenas sois las parejas-, eligió seguir su propio camino para proclamar a los cuatro vientos que el vehículo antiguo es Patrimonio Cultural. Más aun en China, donde la escasez del pasado ha hecho que cada clásico tenga grandes historias que contar.
En fin, que yo creo que os suena el royo: En su afición, y probablebemente en muchas otras cosas, Luo es clavado a cualquiera de nosotros.
Aunque esté en inglés, espero que disfrutéis del Vídeo que os dejo a continuación.
* Después de este pequeño pero impecablemente realizado documental de James
Wasserman el estado chino ha comenzado a financiar el museo de Luo Wenyou.