[dropcap]L[/dropcap]o hemos visto a menudo en las concentraciones de la zona centro. Es el DeLorean DMC-12 de Gustavo, posiblemente una de las unidades mejor conservadas del coche ético concebido por el «chico de oro» de la General Motors de la década de los 70. Hablamos de John Z. DeLorean, ingeniero y ejecutivo de éxito, vividor, soñador y, por último, delincuente.
Pero no adelantemos acontecimientos, vayamos por partes. Cuando nuestro colaborador Alejandro Palomo se encontró frente a frente con este deportivo de ácero inoxidable y puertas en alas de gaviota, tuvo claro que había que grabarlo y hacer el vídeo que podéis ver en la cabecera. Nos llamó y fuimos de la misma opinión, así que nos pusimos todos manos a la obra para enseñaros un clásico que no sólo es valioso por su aparición estelar en la saga cinematográfica «Regreso al Futuro».
Y es que, como decíamos hace un momento, se trata del coche ético. El DeLorean DMC-12 es el fruto del inconformismo de su creador, John Z. DeLorean, el cual dimitió como vicepresidente de la General Motors en 1973, en buena medida a raíz del libro de Ralph Nader «Inseguro a cualquier velocidad». En él, el autor criticaba con conocimiento de causa los bajos estándares de seguridad oberservados por el gigante norteamericano en sus automóviles.
John Z. DeLorean, en la cresta de la ola
Pero John siempre había sido el ejecutivo díscolo de la compañía, amante de numerosas actrices y modelos afincadas en los alrededores de Hollywood, varias veces casado y completamente indiferente al código de comportamiento conservador de la empresa para la que trabajaba. Y todo le salía a las mil maravillas: Creador de los muscle car -el primero de ellos, el Pontiac GTO, es obra suya-, salvador de la Chevrolet y vicepresidente más joven del coloso; el camino hacia la presidencia parecía allanado…
Así que quizá fue soberbia. El caso es que como hemos dicho presentó su dimisión y se propuso crear su nuevo gigante automovilístico, la DeLorean Motor Company, que con el tiempo estaba destinada a entrar en el Olimpo de las tradicionales Tres Grandes. Pero, ¿podía John Z. DeLorean ser el nuevo Walter Chrysler? Un puñado de genios lo habían intentado antes, pero sólo uno lo había conseguido.
El primer plato del menú de la DMC fue el DMC-12 (1981-1983), un deportivo ecológico e innovador comparado con sus homólogos americanos, eficiente y dotado de los últimos avances en seguridad. El objetivo era ni más ni menos que revolucionar el panorama automovilístico yanqui, para lo cual contó con la colaboración de Giorgetto Giugiaro y Colin Chapman, entre otros…
DeLorean DMC-12, producido en un infierno
Para ahorrar costes la planta de producción se levantó en la Irlanda del Norte del IRA, donde el gobierno laborista británico necesitaba desesperadamente elevar los niveles de empleo para reducir la tensión de la guerra civil larvada que azotaba la región. Así pues, grandes privilegios estatales fueron concedidos para poner el proyecto en marcha.
La nueva aventura, ya de por sí difícil de sacar adelante, se complicó por la inexperiencia de unos operarios entusiasmados con el DeLorean DMC-12 pero a los que hubo que enseñar desde cero como había que construirlo. Resultó por tanto inevitable que los defectos de fabricación de las primeras series granjearan una mala reputación a nuestro bonito amigo de acero inoxidable.
Las cosas no salían como estaban planeadas y el cambio de gobierno británico agravó la situación. La recién coronada Margaret Thatcher ya no consideraba una buena inversión la Delorean Motor Company, por lo que cuando ésta finalmente suspendió pagos en 1982 no le prestó ninguna ayuda. Acuciado por las deudas, el chico de oro a quien ahora fallaban las cosas buscó dinero hasta debajo de las piedras…
Fue demasiado lejos y probó suerte en el boyante negocio de la cocaína. El 19 de octubre fue detenido en un hotel de Los Ángeles poniéndose con ello fin de una manera fulminante a su carrera. (Si te gustado el vídeo, lee más sobre esta historia haciendo click aquí o espera a la semana que viene y ya verás…)
*Vídeo: Alejandro Palomo, Kukfilms, La Escudería
*Texto: Javier Romagosa