Los Mercedes de carreras de la primera mitad de los años 50 están considerados como la máquina perfecta de la época. El primero de ellos en llegar fue el 300SL, del que pronto derivó el deportivo «de calle» del mismo nombre, un modelo biplaza introducido por la marca alemana en 1954 con el que practicamente puso un coche de competición en las carreteras. Buscaban un automóvil versátil, rápido y ligero y lo consiguieron, como demuestran los resultados deportivos de la época.
El 300 SL, también conocido como Alas de Gaviota por el mecanismo de apertura hacia arriba de sus puertas -al que obligaba el chasis-, contaba con un avanzado motor de 6 cilindros en linea con un cubicaje de 2996cc alimentado por uno de los primeros sistemas de inyección y capaz de generar un total de 215 CV a 5.800 rpm. El par de 275 Nm haría reir a más de uno hoy día, pero eran otros tiempos y lo cierto es que la flexibilidad del propulsor de inyección era espléndida.
Respecto al chasis, se trata de una pionera y costosa estructura tubular que, junto con la carrocería de aleación ligera, confería a esta bala «de plata» el carácter sugerido por sus iniciales: Sport Leicht (SL), o deportivo ligero, aunque pesase unos 1360 kilos. En 1957 llegaría la versión descapotable, con bastidor y suspensión trasera modificadas.
Del Mercedes 300 SL derivó después el modelo esclusivamente de carreras 300 Slr, y precisamente este protagonizó uno de los peores desastres de la automoción de la historia en 1955, causando la muerte de decenas de espectadores en Le Mans. Y así terminó por muchos años la carrera deportiva de la marca de la estrella.
En este vídeo se puede observar como Daniel Müller, expiloto de la F3 alemana, lleva al extremo su 300 SL, apurando y derrapando en el tramo del rally de Arosa, Suiza, donde se celebra un evento para clásicos de gran prestigo. Al verlo no es difícil justificar la leyenda.