Muchos dicen que la civilización romana debió su expansión, principalmente, a la gran herencia intelectual que tomaron de los griegos. Sin embargo… La única manera de mantener un imperio como el romano es a través de la organización de una efectiva fuerza militar. Una fuerza militar que fue efectiva en tanto y cuanto estuvo organizada con un enorme sentido práctico. Lo ordenado, eficiente, transportable, fácilmente reparable… Todo aquello se convertía en un código de inspiración militar que impregnó a gran parte de la sociedad.
Ahora, de la vieja Roma sólo quedan cascotes donde se encaraman turistas para hacerse “selfies”. No obstante, muchos han visto en los tan expansivos como ingeniosos Estados Unidos de América el tronar de los ecos de Roma. Y bueno, aunque las comparaciones son odiosas… Una cosa sí es cierta. Ambas culturas comparten un eminente sentido práctico heredado de una historia marcada por lo militar.
Y ahí, entre toda esta amalgama de historias e ideas hay un coche que en sus formas condensa este discurso: el Jeep. Ese vehículo que el general George Marshall definió como “la mayor contribución de los Estados Unidos a las operaciones de guerra modernas”.
UNA PERFECTA MÁQUINA DE GUERRA
La estrategia en combate no sólo se basa en la potencia de fuego. La movilidad, rapidez, capacidad de gestionar la retaguardia… Son elementos claves. Por ello es imprescindible tener un buen vehículo para mover toda esa logística. Y si hay un vehículo unido a esa necesaria agilidad en el frente es, sin duda, el Jeep. Fácil de construir, sencillo de reparar, extremadamente ligero, resistente y con tracción a las cuatro ruedas.
Aquel ingenio que fuera encargado a los fabricantes de guerra norteamericanos por el gobierno de los Estados Unidos, resultó decisivo durante la II ª G.M. Trasladando los cañones antitanque M3 37 mm y M1 57 mm en Europa, transportando heridos y soldados bajo el fuego enemigo en batallas como las Árdenas o Guadalcanal, siendo la pesadilla de Rommel en Egipto…
Desde África hasta Asia, pocos campos de batalla habían visto un ingenio de transporte tan audaz como el Jeep. Ese coche que tomaba el nombre de “Eugene the Jeep”: la mascota de Popeye, algo similar a un perro pero imbuida de poderes sobrenaturales. Poderes que los soldados de la Segunda Guerra Mundial veían reflejados en este 4×4, al que denominaron de esta forma igual que rotulaban iconos del cómic en bombas y aviones…
MILITAR… ¡Y DESMONTABLE!
Como hemos visto, en el Jeep original no había nada de accesorio. Y por cuestiones de logística militar… se exigió a los ingenieros que lo hicieran lo más fácil posible en su montaje. De hecho, cada Jeep se mandaba al frente dentro de una enorme caja de madera. Dentro de ella se almacenaban como si fuera un “tetris” todas las piezas necesarias para poder ensamblarlo en un periquete fuera cual fuera su lugar de llegada. Era como una especie de “Meccano”, sólo que en vez de entretenerte podía salvarte el pellejo en el fragor de la batalla…
Aún con ese planteamiento de rápido montaje, los miembros de la Escuela de Ingenieros Mecánicos y Eléctricos de Canadá han llevado todavía más lejos este concepto.
Y es que estos soldados son capaces de desmontar y volver a montar un Jeep en tan sólo ¡2 minutos y 39 segundos! Una locura. Porque, aún suponiendo que esta unidad estará preparada para semejante operación, posiblemente careciendo de no pocas piezas de sujeción… Lo cierto es que en ese tiempo los más de nosotros no somos capaces ni de cambiar una rueda a un utilitario.
Nos asaltan las dudas sobre si algunas tuercas y tornillos más no vendrían mal, sobretodo teniendo en cuenta que estos Jeep están pensados para saltar por terrenos de infarto. Sin embargo, de una cosa no dudamos: si los soldados de la vieja Roma pudieran ver este vídeo, seguro que se sentirían asombrados de hasta dónde ha llegado la ingeniería militar de sus herederos. Aún así… Humildad y paciencia. Así como a Roma le llegaron las invasiones bárbaras, a la industria americana le está llegando el despertar de los dragones asiáticos. ¡Esperemos que sepa digerirlo!