A comienzos de los años 50, Fiat se encontraba plenamente inmersa en su expansión internacional a base de coches globales con producción masiva. Bajo este contexto las ediciones especiales -ya fuera por estilo, refinamiento en el habitáculo o comportamiento deportivo- se dejaban en mano de la amplia red de talleres, preparadores y carroceros existente en el norte de Italia.
Sin embargo, a pesar de esto la casa de los Agnelli se dio un pequeño capricho contando en su gama con el 1400 Cabrio. Basado en la popular berlina con bastidor autoportante, éste apenas llegó a 2.300 unidades en su fabricación desde 1950 hasta 1954; muchas incluso si tenemos en cuenta cómo hablamos de un vehículo especialmente concreto en una época dominada, además, por las dificultadas económicas.
Para empezar no poseía ningún carácter deportivo. Absolutamente ninguno. Es más, su mecánica de 1,4 litros no presentaba ni un sólo ajuste diferenciador respecto a la berlina. Así las cosas, los 1.191 kilos dados en vacío habían de ser propulsados por sus tan sólo 44 CV. Suficientes para una sobria pero efectiva marcha en ruta aunque, a fin de cuentas, incapacitantes a la hora de mostrar el más mínimo alarde prestacional.

TIEMPOS DIFÍCILES
Además, aunque durante los años cincuenta se popularizaron las versiones descapotables derivadas de berlinas generalistas, lo cierto es que éstas solían contar con dos plazas reales y, a lo más, dos muy pequeñas, casi de cortesía, en la trasera. Algo obvio pues, realmente, viajar sin capota en las plazas traseras de un cielo abierto con batalla larga puede ser realmente incómodo por la exposición de éstas al aire, el ruido y el frío.
Por cuestiones de aislamiento mucho más intensa que la experiencia vivida en la zona delantera del habitáculo. Dicho esto, resulta muy sencillo comprender cómo los descapotables 2+2 basados en modelos familiares han tenido una presencia no sólo modesta, sino incluso muy minoritaria en la historia de los automóviles carentes de techo rígido.
No obstante, esto no es óbice para señalar la existencia de los llamados “cabriolet de paseo” o “descapotables de boulevard”; unos modelos -casi siempre en tirada corta a cargo de algún carrocero independiente– pensados para rodar a ritmo lento y sosegado viendo y dejándose ver a través de trayectos cortos por ciudades o sendas de litoral. Es decir, un producto basado en un nicho de mercado extremadamente concreto.
AUDI CABRIOLET 2.3, ADECUADO SI UNO SABE LO QUE ESTÁ COMPRANDO
Más allá de hechos a reivindicar como el “daily classic” de los británicos, cuando alguien piensa en adquirir un vehículo histórico o de colección lo hace con el disfrute, el ocio y las sensaciones en mente. Partiendo de esta base, los descapotables resultan bastante apetecibles ya que la sola imagen de conducir a cielo abierto nos lleva a un recuerdo idealizado del verano, las vacaciones y el tiempo libre.
Asimismo esto viene respaldado por sus cotizaciones, mucho más altas en las versiones descapotables que en sus homólogas con techo rígido. Sin embargo, adquirir uno de estos modelos debería ser algo muy bien pensado entre quienes vayan a utilizarlo pues, no en vano, desde el manejo de la capota -muchas veces engorroso- hasta el exceso de sol o ruido marchar con el firmamento por montera puede convertir la ilusión de lo recreativo en una verdadera pesadilla.
Es más, movidos por nuestra prudencia rayana en la cobardía sólo recomendaríamos como modelo convertible uno cuasi actual dotado con techo duro retráctil; campo de elección donde ceñiríamos nuestra búsqueda a tan sólo algunos modelos de Peugeot, Volkswagen o Mercedes.
De todos modos, la afición a los automóviles de colección ha de tener no poco de audaz e irracional por lo que, lanzándonos a la piscina, les señalamos al Audi Cabriolet 2.3 de 1991 como la opción más realista si desean algo tan concreto como un descapotable con cuatro plazas reales.
Básicamente, un digno heredero del camino marcado por el Fiat 1400 Cabrio pues, como entenderán tras años leyéndonos, nuestras típicas comparaciones a inicio de artículo no vienen a cuento de nada. Bueno, un poco sí; ya conocen nuestra pasión por la marca italiana. Eso sí, sea como fuera todo esto viene a contextualizar y subrayar la definición de este Audi en base a un modelo pensado por y para un disfrute tranquilo, fiable y sin complicaciones de corte deportivo.
CINCO CILINDROS, LA OPCIÓN MÁS REALISTA
Cuando Audi presentó su Cabrio durante el Salón de Ginebra de 1991 lo hizo dotándolo con una única motorización con cinco cilindros en línea, 2.3 litros, árbol de levas en culata, diez válvulas, inyección electrónica Bosch y 133 CV a 5.500 revoluciones por minuto. En suma, una mecánica de talante calmado capaz de entregar una respuesta suave y progresiva desde bajas vueltas.
A fin de cuentas la opción perfecta para disfrutar de una conducción cómoda sin más preocupaciones que las mencionadas varios párrafos atrás: “ver y dejarse ver”. Además, más allá de algunos posibles problemas en frío con la inyección este diseño de Audi no presenta más problemas de mantenimiento que el propio y lógico desgaste de piezas.
Asimismo la carrocería no cuenta con papeletas para presentar óxidos ya que ésta venía galvanizada. Un punto del cual despreocuparse para centrar nuestra atención en el funcionamiento de la capota hidráulica tan cómoda como compleja en su concepción. Todo ello rematado con un habitáculo muy bien rematado como empezaba a ser habitual en aquellos Audi destinados a equiparse, al fin, con BMW y Mercedes.
Dicho todo esto seguramente usted piense en por qué no contemplar otras motorizaciones. Bueno, la respuesta es simple. Si bien es cierto que en 1992 apareció la variante V6 con 2.8 litros y 174 CV, ésta se pasa de prestaciones -y también consumo- para lo que un descapotable como éste exige en su manejo de disfrute calmado. Y por cierto, quien deseara una respuesta más ágil de aquel V6 tendría que echar no pocas horas y recursos en el taller; entendámonos, no es el motor de un Abarth.
MÁS MOTORES PARA EL AUDI CABRIOLET
Asimismo, aunque en 1996 la gama de motores del Audi Cabrio se amplió por su base gracias a un cuatro cilindros con 2 litros y 116 CV tomado del A4 nada en ella superaba a la redondez del cinco cilindros inicial. De hecho éste desparecía para verse remplazado por dos V6 perforados a cilindradas distintas junto a la aparición de un TDI con 90 CV.
En suma, mientras las de cuatro cilindros no llegan las de seis se pasan al tiempo que tampoco lo suficiente como para dar brío deportivo. Respecto a la opción TDI bueno, sólo diremos que puestos a comprar un descapotable 2+2 con motor diésel nos decantaríamos sin duda por el VW Eos 2.0 TDI de 2007 con 140 CV y, dicho sea de paso, una inmejorable conjunción entre carácter diario y capacidad lúdica.
Uf, vaya problema. Así como cuando les hicimos la guía de compra de un Mini 850 acabamos recomendando la adquisición de un Renault Twingo ahora creemos que, aun siendo unos devotos del Audi Cabrio 2.3, el cuerpo nos pide ver cotizaciones del Volkswagen EOS. Hay una versión V6, el TDI es creíble incluso como primer -y único- coche, el TFSI se pone en 200 CV… En fin, trataremos el tema dentro de unos años. Mientras tanto, piensen en el cinco cilindros de Audi y no se olviden del Fiat 1400.