Villa d’Este es uno de los eventos más señeros en relación al automovilismo clásico. No en vano, su primera edición se celebró allá por 1929. Un año en el que, realmente, siquiera había demasiados vehículos históricos.
Es más, el ganador fue un Isotta Fraschini casi de estreno. A partir de aquí, en la cita italiana siempre han brillado los automóviles con más elegancia. Enfocando su selección hacia ejercicios de estilo “avant garde” a cargo de los mejores carroceros del momento.
No obstante, según ha pasado el tiempo se han ido incorporando más modelos. De esta manera, la celebración del centenario de las 24 Horas de Le Mans a atraído a Villa d’Este 2023 una cierta cantidad de modelos donde, por encima del estilo, se sitúa la efectividad en pista.
Así las cosas, lo mejor será dar un pequeño repaso a lo visto en esta última edición a través de las fotografías aportadas por Unai Ona. Vayamos a ello.
PROTOTIPOS DE LOS AÑOS VEINTE
En Rolls-Royce la potencia nunca ha sido un problema. Es más, en la marca siempre ha habido una reticencia a confirmar el caballaje de sus creaciones. De hecho, en no pocos momentos ésta se ha referido al dato como “el suficiente”. Y está bien. No en vano, gracias a este comportamiento la casa británica logra apartarse de la carrera por un fetiche algo absurdo en modelos lujosos y tranquilos como los que ella produce.
No obstante, durante los años veinte sus nuevos modelos sumaron peso sin acrecentar la potencia. Debido a ello, entre algunos clientes empezó a correr la idea de un rendimiento insuficiente. Algo, claro está, muy preocupante de cara a la imagen pública aportada por Rolls-Royce. Con todo ello, hacia 1926 la empresa creó una pequeña serie de prototipos experimentales con los que ensayar la reducción del peso y la mejora aerodinámica.
Llegados a este punto, los 10 EX, 15 EX y 16 EX conformaron uno de los conjuntos más interesantes en la historia de Rolls-Royce, con amplias pruebas en circuitos y una historia a priori atípica en la trayectoria de la marca. Pues bien, uno de ellos estuvo en Villa d’Este y, además, fue acompañado por un Sports Phantom Prototype de 1928.
Todo ello rematado con una curiosa selección de unidades Rolls-Royce relativas al mercado indio. Donde desde autoridades coloniales hasta diversos maharajá engrosaron importantes listas de pedidos.
GHIA, LA CONEXIÓN ENTRE ITALIA Y AMÉRICA
Si hay una empresa carrocera italiana conectado a la industria estadounidense ésa es Ghia. Seguidora de una estética claramente influenciada por Virgil Exner, en ella confió Chrylser durante los años cincuenta de cara a la producción de algunos prototipos y modelos en serie corta realmente llamativos.
Es más, automóviles como el L6.4 marcaron páginas de éxito en la gama más alta y exclusiva del mercado estadounidense.
En este sentido, en Villa d’Este 2023 llamó la atención ver un Chrysler Ghia GS-1 Special de 1953. Dotado con una matrícula italiana, éste fue un buen recuerdo de aquellos tiempos en los que se hablaba de “la cadena de producción más larga del mundo”. Sin duda, una clara alusión a la forma en la que los chasis cruzaban el Atlántico en ida y vuelta. Sin reparar en gastos.
Además, dentro de este tipo de colaboraciones también destacó bastante el Cadillac Series 62 Ghia de 1953. Producido en tan sólo dos unidades, éste es un buen ejemplo sobre el afán creativo de Felice Boano y Luigi Segre. De quienes partió el pedir dos chasis desnudos a Cadillac a fin de crear este diseño con el cual, quizás, poder convencer al fabricante americano sobre las bondades de un diseño futurista con el toque artesano dado por los italianos.
Fotografías de Unai Ona